18 junio 2006

De lo estoico

Primero, la definición escolástica y canónica:

“El estoicismo nace en Atenas y toma su nombre del pórtico (en griego Στοα, stoa) donde Zenón de Citio impartía las lecciones” (wikipedia)

“El estoicismo es una doctrina filosófica fundada hacia fines del siglo IV adC por zenón de Citio; con una fuerte orientación ética, los estoicos sostuvieron las virtudes del autocontrol y el desapego, llevadas a su extremo en el ideal de la ataraxia, como medios para alcanzar la integridad emocional e intelectual. En el ideal estoico, es la liberación de las pasiones la que permite al espíritu alcanzar la sabiduría; el logro de la misma es una tarea individual, y parte de la tarea del sabio es desahacerse de los conceptos e influencias que la sociedad en la que vive le ha inculcado. Sin embargo, el estoico no desprecia la compañía de otros hombres, y la ayuda a los más necesitados es una práctica recomendada.” (wikipedia)

Ahora, mi análisis

Curiosamente se da el caso de que un buen número de ricos o pudientes (el emperador Marco Aurelio, Séneca o el mismo Cicerón) se declaran estóicos... y deben serlo, pues así son tomados por la historia. Es mi opinión que sí lo eran.

No deja de llamar la atención que entre cínicos (kínicos, y si no recuerdas el por qué de la ‘k’, mira el mensaje sobre los cínicos: va, no seas vaga) y epicúreos no encontráramos ricos o pudientes (aunque parece ser que un tal Diógenes de Enoanda hizo escribir de su bolsillo –era un rico comerciante– en una galería rectangular, que mandó construir al efecto, ubicada en una colina, también comprada por él, el resumen de la ética epicúrea, cuyo texto principiaba más o menos así: “ME ENCUENTRO EN EL OCASO DE LA VIDA Y NO QUIERO IRME DE ELLA SIN HABER ANTES ELEVADO UN HIMNO A EPICURO POR LA FELICIDAD QUE ME HA DADO CON SUS ENSEÑANZAS DESEO TRANSMITIR A LA POSTERIDAD ESTE CONCEPTO: LAS VARIAS DIVISIONES DE LA TIERRA DAN A CADA PUEBLO UNA PATRIA DISTINTA. PERO EL MUNDO HABITADO OFRECE A TODOS LOS HOMBRES CAPACES DE AMISTAD UNA SOLA CASA COMÚN: LA TIERRA”)

Pues eso, que cínicos y epicúreos –su teoría– fueron borrados de la faz de la tierra por ser considerados peor que un ácido corrosivo para las buenas costumbres. Pero no así pasó con la ética estoica. La Iglesia, las distintas teorías políticas (tanto de izquierdas como de derechas), las morales globalizantes, todos, en fin, parecen querer ser amigos de los estoicos, pero no de los cínicos o de lo epicúreos.

¿Por qué? El carácter estoico, la ética estoica (ética que ya no es compartible al cien por ciento según el más estricto canon estoico de Zenón de Citio, pues éste hablaba de una chispa divina, de una materia –era materialista– que se ‘introducía’ en el cuerpo dando lugar a la mente: una especie de ‘el fantasma en la máquina’... tema totalmente denostado por mí) parece rimar con lo que conviene a los que mandan, sean estos mandarines de la iglesia, de la política, de las comunidades o de las ideologías. Sólo parece. Las éticas cínicas o epicúreas son claramente corrosivas, disolventes, diluyentes de cualquier moral (como compromiso). La ética estoica pide, como dice Epícteto, una suerte de contención: "la virtud de la razón estoica consiste en la ataraxía ("imperturbabilidad"), apatía ("desapasionamiento") y las eupatías ("buenos sentimientos")". Esta contención puede confundirse con conformidad o tolerancia, pero nada tiene que ver. De ahí que los actuales poderes hayan preferido confundir el estoicismo con la resignación. Pero no.

El estoico distingue entre el goce y el objeto que lo provoca: ama a aquél, pero es independiente de éste. El estoico distingue entre el goce y el sujeto que lo provoca: ama a aquél, pero permite ser independiente a éste. El estoico juega con la baraja de la vida, y acepta la jugada que la mano reparte: ama con fruición a aquéllas, pero sabe que nadie manda sobre éstas.

08/05/06

De lo epicúreo

La escuela epicúrea toma el nombre del fundador: Epicuro de Samos.

Su búsqueda de la felicidad se basaba en una vida de continuo placer. Pero no de continuos momentos puntuales de placer, como sería el caso si habláramos de los hedonistas, sino de un placer total, que debía incluir tanto al cuerpo como a la mente: tanto físico como intelectual.

Debemos entender que para esta escuela placer es más ausencia de dolor, de temor, de aflicciones, de penalidades, de pesares, es más sinónimo de no sufrimiento que búsqueda de aquello que, supuestamente, nos dé placer.

Veamos.

La guerra no podía ser un concepto moralmente aceptable por los epicúreos: era, más bien, el resumen y compendio de todo aquello que niega el placer.

El hambre tampoco podía ser considerado como algo aceptable, por lo que el ayuno voluntario, que no el necesario por razones médicas, tampoco era algo moralmente exigible.

El miedo no podía fundamentar la moral epicúrea, así que, de un plumazo, quedaba desterrado todo lo relacionado con dioses, religiones y amenazas con castigos más allá de la muerte.

Eran el sosiego, y no el ansía, el destino como elección y no el destino como tragedia, la razón y no la superchería, el conocimiento empírico y laico -incluso pagano- y no la escolástica, los ejes de aquella búsqueda de felicidad, de no-infelicidad.

La iglesia católica, allá en la lejana Edad Media, mando destruir todos los documentos relacionados con esta escuela, y así ocurrió en su gran mayoría.

Es obvio que una escuela que te enseña a no temer no es buena compañera de una sociedad que se basa en el temor (como cualquier sociedad, claro). Si no temes a dioses, destinos, si no te atas a lo que te pueda hacer daño (por lo que no te atas a cualquier placer: no a las drogas), si no comulgas con lo establecido, sino con la duda que fomenta el conocimiento... será el que detenta el poder el que te tema.

¿Qué hacer? Se preguntaban a la leniniana manera en aquellos negros años de la Edad Media: destruir, claro, cualquier oposición.

“Valle de lágrimas”, “la letra, con sangre entra”, “todo por la patria”, “compra hoy y paga mañana”...

El “movimiento epicúreo” ha sido subsumido dentro de la escuela hedonista, mostrándolo como si se tratara de una búsqueda del placer sin más, de lo placentero como fin y sin reparar en medios, cuando su objetivo era la felicidad y el placer era tan sólo la herramienta para preparar el camino. Preparar, que no transitar, pues el andar era responsabilidad del discípulo: era su opción y su destino (en tanto que elección, pues “destino” y “elección” son sinónimos en griego).

epicúreo, a. (R.A.E.)
(Del lat. epicurĕus).
1. adj. Que sigue la doctrina de Epicuro, filósofo ateniense del siglo IV a. C. U. t. c. s.
2. adj. Propio de este filósofo.
3. adj. Entregado a los placeres

Con lo que el Poder no pudo (curiosa paradoja), pudo el discurso del Poder.

06/03/06

De lo cínico

La palabra cínico viene del griego kyon, que significa perro. Y así eran peyorativamente llamados los seguidores de una escuela, la cínica, por su desapego a los bienes materiales: vivían pobres como perros; eran, pues, cánidos: kínicos.

Según ellos, la máxima felicidad del ser humano era alcanzable sólo a través de su máxima independencia, lo que les obligaba a estar reñidos con toda posesión: a menos propiedades materiales, más libertad y felicidad.

Fueron famosas, por hirientes, las diatribas y sátiras con que los cínicos amenizaban a los ciudadanos de Grecia en los juegos y olimpíadas, y que siempre tenían como diana la corrupción que imperaba en las ciudades griegas (como puedes ver, no hemos avanzado mucho: pero sí retrocedido al permitir pervertir la palabra cínico). Su vida ascética les daba un plus de capacidad moral en sus discursos que no solía ser ni bien recibida (¿cómo era aquello que decía Silvio Rodríguez sobre el derecho a flagelar del que a sí mismo se flagela?) ni bien ponderada por los que detentaban el poder.

Pero los cínicos iban más allá. El desprecio por las convenciones, por hipócritas y generadoras de doble moral; el desprecio por el orgullo de la excelencia (areté) obtenida a través de la Academia -lugar donde los jóvenes libres aprendían ciencias, artes y gimnasia-, que contraponían a la humildad de los empeños morales; el desprecio por los placeres mundanos -excepto el del coito y la masturbación, que consideraban natural y nada vergonzante-, por ser esclavizadores de la razón; el desprecio por el provincianismo de las ciudades estado de Grecia, pues fueron los primeros en ‘inventar’ el término cosmopolita: ciudadano del universo (cosmos: universo de la razón, por contraposición al caos: universo primigenio o generador del inicio); el desprecio por el miedo a la muerte y a los dioses, pues consideraban a aquella irreductible (cuando yo estoy, no está ella, y cuando ella está, yo ya no estoy) y a estos criaturas de la mente.

Todo ese posicionamiento ético y moral era un poderoso disolvente de aquellas relaciones que permitían a las ciudades estado sobrevivir como sistema de poder... así que muy buena prensa no es que tuvieran, ni tampoco gozaban de gran estima, pues dentro de su frugal visión de la vida también caían las relaciones llamémoslas humanas: se limitaban a no molestar y no soportaban ser molestados: autarquía (como demuestra aquello que, aunque apócrifo, cuentan de Diógenes el Cínico y Alejandro el Magno: cuando Alejandro, presentándose como El Magno, y en reconocimiento a la sabiduría del gran filósofo, le ofreció su poder para lo que deseara, Diógenes, presentándose como el Cínico, le pidió que se apartara, pues le tapaba el sol).

¿Es XXX YYYY cínico?

Está claro que una versión estándar, como la de la práctica totalidad de los que utilizan el término cínico, está mediatizada por lo que el poder hizo con la escuela cínica: destruir su concepto hasta desvirtuar por los siglos de los siglos el significado de cínico. Los cínicos eran unos cabrones, sí: con los pudientes. Los cínicos eran hirientes, sí: con los corruptos. Los cínicos eran intratables, sí: por el poder establecido. Ahora cínico se dice del que es un cabrón con el pobre, del que zahiere al bondadoso y del que, burlón, se desapega del marginado.

cinismo. (R.A.E.)
(Del lat. cynismus, y este del gr. κυνισμóς).
1. m. Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables.
2. m. Impudencia, obscenidad descarada.
3. m. Doctrina de los cínicos (pertenecientes a la escuela de los discípulos de Sócrates).
4. m. desus. Afectación de desaseo y grosería

06/03/06

Sin título

Los nacionalistas pobres -¡pobres nacionalistas!- gritan con denuedo "¡El dinero de mis ricos es mío!"

13/03/06

Montaigne y Epicteto

Y ahora un texto de Michel de Montaigne:

Como reza una sentencia de los antiguos griegos (1), los hombres se atormentan por las opiniones que tienen sobre las cosas, y no por las cosas mismas. Sería un punto ganado para el alivio de nuestra infeliz condición humana si se pudiera definir esta proposición como una verdad absoluta: puesto que si los males sólo hacen mella en nosotros por medio de nuestro juicio, parece que está en nuestro poder el despreciarlos o evitarlos. Si las cosas se rinden ante nosotros, ¿por qué dejamos que ellas dispongan de nosotros, en ves de acomodarlas a nuestro antojo? Si lo que llamamos mal o sufrimiento no es ningún mal o sufrimiento en sí, sino que nuestra imaginación es la que le da esta cualidad, en nosotros está el cambiarla

“(1) La sentencia es de Epicteto (Manual, 45). Es una de las cincuenta y siete sentencias que Montaigne mandó grabar en las vigas de su biblioteca”.

Texto y Nota pertenecen a su libro Essais, según traducción de Maria-José Lemarchand (Ensayos I, Gredos, Madrid, 2005, capítulo XIV “De cómo el sabor de los bienes y de los males depende en gran parte de la opinión que de ellos tenemos”, Pág. 107).

16/02/06

Alto el fuego (permanente)

La probabilidad de la existencia de la violencia, que no su posibilidad, pues esta última siempre existirá, es política y socialmente equivalente a ejercer la violencia en sí.

Siento la difícilmente evitable oscuridad de la frase anterior, pero nada complejo es fácil, y desactivar la violencia, además de complicado, es tremendamente complejo.

El 'lehendakari' Ibarretxe debe dejar de jugar con las palabras, pues su afirmación de que una vez "'verificado el alto el fuego' de ETA, tras el verano 'se pueden dar los primeros pasos para el diálogo político'" (EL PAIS, 05/04/2006) cae en confundir -y me temo que no se trata de un error: que estamos ante un muy criticable 'acercar el ascua a su sardina'- el ansiado fin de toda probabilidad objetiva de uso de la violencia por parte de la banda terrorista -y criminal, no lo olvidemos- ETA con un mero, aunque importante y necesario como primer paso, rebaje de dicha probabilidad.

Verificar el alto el fuego permanente es condición sine qua non para proseguir, sí: pero no para iniciar ningún proceso político -y esto al margen de estar o no de acuerdo en que sea de recibo soslayar, superar y desbordar el Parlamento vaso: ya hablaremos de ello en otro momento-, sino para proseguir por un camino auditable que lleve a los componentes de la banda terrorista ETA a reintegrarse a aquel lugar de donde nunca debieron salir: la sociedad civil, la democracia.

Sólo después, cuando ni a través de procesos cuasi-mafiosos se coaccione al adversario político -y sí, pienso en situaciones tipo IRA: y lo siento por los que lo ponen como modelo ¡allá ellos!-, y si, y sólo si, alcanzamos el momento en que pueda darse por concluida toda probabilidad de violencia etarra -y es necesario advertir al Sr. 'lehendakari' Ibarretxe de que está muy, muy lejos- entonces podremos hablar sobre lo divino y lo humano, pues ya nadie pensará -o llegará a decir ¿les suena?- que "unos sacuden el nogal y otros recogen las nueces".

06/04/06

El haiku del ateo

No basta decirse ateo para serlo, como no basta decirse rubio, alto y con los ojos azules para serlo.

Por paradójico que pueda resultar (o así suena al decirlo) la religión atea existe: URSS, Cuba, China... ellos también creen en un dios: aquel que permite creer que la síntesis entre tesis y la antítesis siempre significa progreso.



Verbo creer,
Sólo sé declinarte
En negativo

PD.: Aunque nada como Mario Benedetti.

16/01/06

Hoy me toca recibir a mi...

Una de las reconvenciones más curiosas que me hago -y de la que soy constantemente consciente- es que sólo tengo ganas de hablar cuando tengo algo que decir... O sea, que cuando callo, no es que medite: es que no doy para más.

30/01/06

El romeojulietismo

Ante -o contra- el multiculturalismo, sólo cabe el romeojulietismo: osea, el interculturalismo de persona a persona, la zona donde se amestiza la gente. Aunque, no lo olvidemos, ahí saltan chispas: de las buenas y de las amargas, pero siempre valdrá la pena.

23/01/06

Vivir en las nubes

Posiblemente viva en las nubes. Es una posibilidad. Pero también es posible que no sea yo quien vive en las nubes.

Cuando J. L. R. Zapatero, presidente del Gobierno de España, va y dice, y lo dice con total conciencia -e impunidad, por lo que se ve-, que defenderá los intereses de los ciudadanos, de los consumidores y de España, respetando los tres niveles: me asusto. Los intereses de ese sujeto que por comodidad literaria, espero, llamamos España ¿no son los de los ciudadanos de España?, el españolito medio ¿tiene intereses divergentes en cuanto que ciudadano o en cuanto que consumidor? España ¿a qué o a quién representa cuando sus intereses no son los de los ciudadanos de España? ¿A los intereses de los que gobiernan las corporaciones-empresas? Y si son tres los niveles ¿qué nivel manda más? Obvio... Ustedes mismos pueden opinar sobre la respuesta más probable, dada esta peculiar forma de presentar los intereses.

Cuando H. Terstch, también con plena conciencia de su discurso, clama al cielo por las prisiones de Guantánamo y de Bagram ¿lo hace por la intrínseca maldad de éstas? No, por cierto. Teje sus argumentos con los mimbres de una moral utilitaria e instrumental: son malas por que su existencia "presta un terrible servicio al enemigo en su lucha contra [...] las democracias". Así que, obviamente, si no prestaran ese servicio al enemigo... o ¿por qué no? si la relación coste-beneficio fuera favorable... Ustedes mismos pueden rellenar los puntos suspensivos.

Cuando S. Naïr toca a rebato concienzudamente contra el "choque de civilizaciones" y a la vez alaba la opción del gobierno español por "el diálogo y la alianza de las civilizaciones", basa su manifestación en Montesquieu ('la libertad de uno termina donde comienza la de los demás'). Ufano él, no ve que es precisamente esa tesis la que da pie a una lucha por la definición de fronteras (mi libertad contra tu libertad: palmo que gano, o pierdo, palmo que pierdes, o ganas), lucha que lleva el germen del cada vez más probable, aunque aún no indefectiblemente determinado, choque de civilizaciones.

¿Y si cambiáramos ligeramente la máxima y dijéramos "la libertad de uno empieza donde empieza la de los demás y termina donde la de los demás termina"? Veríamos, entonces, que el problema de la libertad de expresión no está tanto en el significante (cómo se expresa la libertad de expresión) como en el significado (qué expresa la libertad de expresión): no existe libertad -ni capacidad- de pensamiento sin libertad de expresión... Ustedes mismos podrán opinar sobre en qué países existe libertad de pensamiento y en cuales no, y qué obvia relación existe entre las dos listas y la libertad de expresión.

O vivo en la nubes, o estas tres personas, dignas del máximo crédito en cuanto a sus capacidades intelectuales, están mediatizadas por no sé qué.

Realmente, no lo sé.

01/03/06

El signo de los tiempos

En un brevísimo plazo de tiempo dos personas, con una historia vital radicalmente divergente -lo único que tienen en común es conocerme-, han coincidido en una curiosa apreciación: la brevedad de nuestro paso por la vida.

Una de dichas personas, viejo y querido amigo desde hace más de treinta, afirmó, al poner en común nuestras últimas lecturas, que él ya sólo leía libros de ensayo, pues tenía la íntima sensación de ¿pérdida? de tiempo si dedicaba su capacidad lectora -grande, por otra parte- a las novelas: sin menospreciarlas, padecía de una mala conciencia, que un economista habría definido como resultado de un análisis del 'coste de oportunidad' entre utilizar una vía u otra para acceder a mayor conocimiento.

La segunda en lid, mi madre, me acaba de comentar la siempre dolorosa separación de una querida pareja, y el sabor entre amargo y agridulce que el saberlo le estaba provocando. Me decía, al cabo de contarme los hechos, que ahora las parejas duraban menos y que no pasaba mucho tiempo sin que alguien le diera razones de una nueva separación, mas no lo achacaba a nada sujeto a un supuesto relajamiento moral, sino a lo que, a su entender, distinguía claramente este nuestro tiempo de otros anteriores, y en particular el suyo: la conciencia de nuestra finitud; y aceptaba, al fin, que quien tomaba la opción de llevar adelante la separación no hacía sino defender su pequeña, ínfima, y en el fondo inapreciable estancia en la vida.

Seguramente mi amigo no hace ascos a una buena novela y seguramente antes de tomar la traumática decisión de la separación, las parejas se dan una y mil oportunidades, pero tanto mi amigo como mi madre, tan distantes en su tránsito por la vida, son conscientes del jánico signo de nuestro tiempo: la brevedad y la fragilidad de nuestra existencia.

23/01/06

¡Que actue el mercado!

Aún me parece increíble ¿Alguien duda acerca de que los que rigen las empresas -por lo menos, aquellas con ánimo de lucro- tengan una razón o motivación básica distinta de la de obtener beneficios, sean estos dinerarios o no? Nadie ¿No? Aún más: afirmo que no puede ser de otra manera, ni es deseable, pues ¿quién querría meterse en semejante fregado -gestionar un colectivo en permanente conflicto- sin obtener a cambio un mínimo rendimiento, ya sea objetivo, ya sea subjetivo? Nadie ¿No les parece?

Entonces ¿Por qué hay constructoras que obran y edifican viviendas de protección oficial (VPO)? ¿Por un mero y caritativo servicio público? Claro que no: ganan dinero, no nos puede caber la menor duda y no nos dejemos engañar. Y si así es ¿Por qué no se intensifica ya -sabiendo que es una política a largo plazo- la obligación de construir VPO como contraprestación a los permisos de construcción de viviendas de renta libre? No podrá ser por temas económicos, pues es seguro que las constructoras beneficios obtienen: la lógica de la realidad lo demuestra.

Tampoco será por falta de instrumentos jurídico-políticos, pues también es cierto que estos existen: ya se hace, aunque tímidamente.

Respóndanse ustedes mismos. No es caridad lo que la gestión del mercado de viviendas requiere, lo que necesita es reglamentación para reconducir el actual abuso del derecho de vivienda, derecho, por cierto, recogido por la C.E. (¿dónde esta el PP aquí?). Y no tan sólo no es caridad lo que se necesita, sino que ésta tiene un efecto perverso y contraproducente: a más dinero dado a los posibles adquirientes (subvenciones, créditos blandos, ayudas al alquiler, ayudas a la entrada... según contempla en parte el plan 2005-2008 del Ministerio de Vivienda), mayor incremento se produce en el precio de los bienes inmuebles, pues mayor coste podrá ser soportado por los ciudadanos, y mayor beneficio obtendrán los promotores. Paradójico, pero cierto: las ayudas... ayudan a las constructoras. Y aunque sea necesaria la caridad para paliar casos extremos, sólo la extensión de la obligación de construir VPO podrá sacar a los jóvenes -o no tan jóvenes- de la implacable y aniquiladora lógica que promotores y constructores aplican: extraer a la ciudadanía toda la renta posible durante el mayor tiempo posible. Nadie en su sano juicio pide que la construcción quiebre, tan sólo que el mercado (en este caso, el de las VPO gestionadas según ley: registro de adquirientes y derecho de tanteo) actúe.

19/01/06

Poshumanismo y ecología

"¿Quién confiaría en un maestro que, recurriendo al palmetazo, viera el sentido de la educación en el dominio de los niños por los adultos? [...] Lo mismo ocurre con la técnica: no es ['no debería ser', aún debemos decir] dominio de la naturaleza, sino dominio de la relación entre naturaleza y humanidad.". Quien esto afirma, Walter Benjamín, es, así mismo, el que nos habla del Ángel de la Historia: aquel que avanza de espaldas empujado por el viento del destino, mirando con ojos arrasados de lágrimas de desesperación por la incesante y desoladora destrucción sobre la que el futuro edifica sus constructos.

Benjamín, citado e interpretado por Giorgio Agamben, considera que "ni el hombre debe dominar a la naturaleza ni la naturaleza al hombre. Ni siquiera [debemos esperar] su síntesis dialéctica" (Agamben, "LO ABIERTO", pg. 105).

Este 'poshumanismo', que no antihumanismo, está lejos de los simplificadores lemas y eslóganes tipo B.B. ¡por supuesto! E igualmente lejos está del antropocentrismo de D. Víctor Gómez (EL PAIS, 11/01/2006), que basa la salvación de la naturaleza (en tanto que physis) en una mera razón instrumental: es necesaria para el desarrollo de la humanidad.

Y si no fuera necesaria ¿sería prescindible?

El humanismo, como base y producto de los procesos civilizadores de la Ilustración, ha producido abundantes efectos colaterales: "¿Cuántas catástrofes necesita el ser humano?", se pregunta Peter Sloterdijk (Eurotaoismo, pag. 70 y ss) para pasar seguidamente a problematizar el sistema de aprendizaje basado en "hacer de la catástrofe un instrumento pedagógico" (ibid, pag. 77), problematización que D.Víctor Gómez elude al confiar plena y ciegamente en la capacidad de ese humanismo para regular (¿bondadosamente?) la naturaleza hasta convertirla en -reducirla a- un mero "contexto natural".

Añadamos a todo ello que tanto Sloterdijk como Agamben y Benjamín se deben de alguna manera a Martin Heiddeger, y tendremos otro discurso sobre la humanidad y la naturaleza que, sin renunciar ni a Darwin ni a las neurociencia, etología o genética, y alejándose de las grandes teorizaciones que propugnan soluciones integrales y globalizadoras, profundiza en la duda y en la prevención. No es nihilismo: es pánico.

12/01/06

Fumadores y no fumadores

Javier Marías no es alguien que vaya con el lirio en la mano, y buena fe de ello son los plenos que sus aceradas apreciaciones consiguen una y otra vez en tirios y troyanos. Y estoy seguro, por lo del lirio, que él mismo no confiaría su integridad física a una supuesta capacidad innata de convivencia de los humanos y que no aceptaría sin más una total desregulación del uso de las bicicletas en aceras y viales; además, me atrevo a afirmar, seguro que ahora ve en esa regulación una doble vertiente protectora: la del viandante y la del ciclista.

Y si es así, y opino que así es, ¿por qué se niega en redondo a una regulación en materia tabaquística? Sería fácil, y simple -sino erróneo-, afirmar que tras su reacción se puede ver la larga mano de la 'droga nicotínica', que estaría empañando su habitual objetividad y sagacidad, haciéndole decir lo que químicamente necesita, y no lo que es.

También sería sencillo argumentar en mi contra: que mezclo churras con merinas, y que no debo utilizar la táctica de la amalgama, pues poco puede tener que ver conducir bicicletas con fumar tabaco. Argumento que es aplicable, me parece, a mezclar en un mismo artículo la -también para mí- totalitaria y dictatorial creación de 'agencias públicas para el control político' de periodistas y opinadores de cualquier nivel o pelaje, como si de un recio, arcaico y agrio comisariado de buenas costumbres y peores recuerdos se tratara, con una regulación del derecho de fumadores y no fumadores.

Huyamos, pues, de respuestas facilonas y de amalgamas demagógicas. Esta ley no puede ser cuestionada como si de una negociación de suma cero se tratara: lo que tu ganas, yo lo pierdo. Y no lo es, pues si bien los no fumadores, tanto los de siempre como los ex, vamos a salir ganando netamente -sí, sin duda-, nadie osará a sostener, más allá de chistes fáciles y pobres recursos retóricos, que los fumadores van a salir perdiendo. Ítem más, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, si conduciendo se prohíbe superar un cierto nivel de alcohol en la sangre, por el incremento real e inherente de riesgo de accidente ¿qué podemos decir del incremento de riesgo en la conducción derivado de llevar una brasa ardiendo y de tener que depositar la ceniza en un lugar que siempre y necesariamente queda fuera de la visión de la carretera?

08/01/06

Poetas y políticos

Estaba hace unos días dejando pasar el tiempo en un bar escuchando a Pablo Milanés –se trataba de su dulcísima canción ' Yolanda'– y mi cabeza se puso a divagar sola, y ya se sabe lo que ocurre en estos casos: parida al canto.

Con sus voces y sus frases, como nos recuerda Michael Radford en 'El Cartero y Pablo Neruda', los poetas tienen el don del símil, de la metáfora, de jugar con los significados, de traer otros mundos a éste.

Pocas cosas igual al símil que 'como recodo al camino' nos brinda Serrat en 'Mediterráneo', o al juego de significados de un 'que no es lo mismo, pero es igual' de Silvio Rodríguez en 'Pequeña serenata diurna'. Poco habrá más bello que ese mundo tierno donde pudiéramos decir 'te amo… eternamente Yolanda' y al que Pablo Milanés nos acerca en 'Yolanda'.

La realidad, empero, juega con los poetas, y como bardo de bardos que es, añade historia e historias a lo que ellos expresan. Ya nunca podré escuchar la canción de ' Yolanda' sin pensar en esa otra Yolanda tan real, tan valiente, tan frágil (Theresa Bond, EL PAIS, 14-12-05) y tan devastada, y en su marido, el poeta cubano Manuel Vázquez Portal, que fue condenado a 18 años por algo tan nefando como escribir símiles e inventar metáforas, como jugar con significados o, incluso, como osar traer imágenes de otros mundos:

Transformaron mis versos en dagas peligrosas
mis párrafos en bombas
mi lenguaje en misiles.
Me dieron por condena
todo el tiempo
para que lo matara
para que me matara
con la inutilidad de las estupideces.
Quizás hayan vertido sobre mí
sin saberlo
esa luz caprichosa que honra a sus elegidos

(última estrofa del poema "Crimen Mayor").

No, Pablo, ya no podré escuchar tu ' Yolanda' sin pensar en Yolanda y Manuel, tan saqueados, tan robados, tan arrasados.

Estrambote: Manuel Vázquez no es un gran poeta, ni tampoco original: lo que he reproducido sabe a llovido, a ya visto, pero aunque no sea original y sea manido, vale decir que no es suficiente razón para aprisionarlo. Y esto tampoco es nada original.

07/01/06

¡Craspum!

¿Por qué son tan difíciles los finales?

Tanto da que se trate de una relación sentimental, de la propia vida, de una novela o de un artículo de opinión. Me viene a la cabeza, para poder expresarlo con un símil, la novela de Tom Wolfe 'Todo un hombre': inmensa, brillante, con un indudable gancho en el desarrollo... hasta que el autor debe resolver el final i… ¡Craspum! No sé definir de otra manera la sensación transmitida por el fallo en la resolución de la trama: necesito de una onomatopeya como ese ¡Craspum!

Pues verán, la misma desasosegante sensación he tenido al leer los dos últimos punto y seguido del artículo de Alfredo Fierro 'Memoria de catástrofes' (El PAIS, 02/01/06). Tras la, para mi, impecable presentación de los actores (Dios, la Naturaleza y el Hombre -en tanto que sociedad-), un bien trabado nudo (la teodicea y la sociodicea, con Ivan Kamarazov como perfecto cicerone por el lado oscuro del mal menor), el autor entra a matar... y pincha en hueso.

Mire usted (y permítanme la osadía de dirigirme al Sr. Fierro, directamente: seguramente será en vano, pues me temo que no le alcanzarámi nota abierta) la afirmación de que 'hasta ahora los filósofos no han hecho otra cosa que interpretar el mundo' es una enorme error. El error radica en negar a los filósofos su labor básica, cual es, desde su aburrimiento heideggeriano, espero que me entienda, alcanzar la capacidad, y asumir la responsabilidad, de problematizar 'el mundo'. Función que, usted me aceptará, va bastante más allá de su pura interpretación. Y l a enormidad del error mentado viene medida por la responsabilidad incurrida por usted cuando utiliza un medio tan serio como suele ser EL PAIS para proclamar su opinión.

Permítame, se lo ruego (vale la misma nota que al inicio del párrafo anterior), y será mi última ruego hoy, indicarle que con su afirmación comete, además, otro desliz: utiliza la jerga actual de los jefecillos de nuestras codorníceas 'oficinas siniestras', pues nos increpan al grito de "¡Quiero gente que me aporte soluciones, no que me venga con problemas!", olvidando, tanto usted como ellos, que para poder alcanzar remedios que no sean peores que la enfermedad, primero hay que saber (¡saber!, he ahí la clave) enunciar los problemas, o sea, problematizar.

02/01/06

Palabras sobre la mesa: matrimonio y nación

Es de admirar cómo Jesús Gisbert, profesor de filosofía, en su artículo 'Matrimonio, nación' (EL PAIS, Comunidad Valenciana, 29/12/05), pone suavemente sobre la mesa (de operaciones) las dos palabras y, tras diseccionar éstas con mimo, muestra las dos opciones políticas que las estrujan: esencialismo y nominalismo. Vamos a hablar claro: derecha e izquierda (o en lenguaje de aquella: nacionales y rojos ¡Qué susto!).

Los esencialistas, constantes en su esencia, siempre serán amigos hoy de sus enemigos de ayer (¿les suena?, obvio: la CE y el PP) Los esencialistas, fieles sin embargo a su esencia, no podrán negar que matrimonio viene de 'mater' y 'munis', ni que nación bebe su significado de 'nascere'. Y si a pesar de ello y de ellos, de la 'responsabilidad de la madre', pues eso significa matrimonio, vía la empecinada realidad, los nominalistas fuimos, poco a poco, saliéndonos con la nuestra y pudimos derivar ese sentido hasta el de una unión corresponsable entre dos adultos -ayer de distinto sexo y hoy ya sin más adjetivaciones-, y si de 'los nacidos' fuimos capaces de conseguir que su significado resulte equiparable a ciudadanos -hoy saltarines entre las distintas naciones de la UE, mañana...-, no me cabe la menor duda de que, batalla tras batalla, conseguiremos que las palabras sirvan a las personas, y no al revés.

Pero. Siempre hay un pero. Como atinadamente matiza Jesús Gisbert, ser nominalista no puede servir como defensa de la siguiente argumentación: las palabras significan lo que quiera quienquiera, siempre que sea o represente a una mayoría, y allí dónde quiera. No: recordemos al pueblo judío y a los nazis. Las palabras atesoran un historia que no podemos obviar sin incurrir en grave peligro de cubrimiento, desconcierto e imposibilidad de diálogo, o peor. La inercia en su significado, siempre producto de una convención modificable, es básica para seguir utilizando el lenguaje como ladrillo de puente y no tocho de muro. Si al concepto de matrimonio la realidad le ha ido quitando adjetivaciones que, como rémoras, lastraban su existencia alejándola de la vida de las personas, no deberíamos obrar al contrario con nación añadiéndole significados adjetivos que, lejos de matizar, lían su comprensión y complican su uso: nación de naciones, nación de rango legal y constitucional superior, nación ma non tropo, nación no estatalizable, nacioncilla... Abramos, si fuera preciso, que no lo creo, un proceso de estudio del uso del término nación en la CE, y en particular sobre su empleo en el artículo 1.2, y que lingüistas, juristas, filósofos y políticos analicen la realidad aquí y ahora y la viertan en acreditadas palabras en nuestra ley de leyes, pero, por favor, evitemos caer, por huir de la esclerotización de una palabra, en la banalización de la misma.

29/12/05

Sinécdoque política

Me comentaba un profesor del segundo ciclo de ESO, a raíz del artículo de Luis Daniel Izpizua (El País, 16/09/05, 'Dédalo'), que la palabra sinécdoque está prácticamente fuera de uso. Con esta palabra, tropo de extraña pronunciación, se designa el error, o la voluntad, de tomar la parte por el todo, la materia por el objeto, el contenido por el continente (o viceversa, en todos los casos).

No me extraña, pues, que en razón a esa pérdida de vocabulario, y del conocimiento de su significado, estén buena parte de los autonomistas, identitarios o no, y tanto de derechas, lo que tengo como irremediable, como de izquierdas, lo que nos debería preocupar, estén, como decía, refiriéndose a España, en lugar de a 'el resto de España', o a los españoles, y no a 'el resto de los españoles'; y lo hacen precisa y conscientemente cuando desde su posición articulan argumentos políticos defensivos u ofensivos, basándolos en nosotros y en el ‘otro’, incurriendo en fin en sinécdoque política, que es una de las formas de la demagogia: la llamada a rebato a la tribu primigenia, y alisando de paso el terreno al argumentario de los identitarios, autonomistas o no, del resto de España.

Y que de lo dicho nadie deduzca apoyo timorato al resto de los políticos de España, pues son demasiados los que en más de una y dos ocasiones caen en un parecido error -metonimia- cuando usan Catalunya por 'los ciudadanos [catalanes, españoles, europeos] de Catalunya', tomando el efecto por la causa, el símbolo por la realidad: son los ciudadanos quienes, en su contradictoria y paradójica variedad, creamos sociedad, y no al revés; y nos designan de esta guisa metonímica con la plena conciencia de querer convertirnos a los ojos de los 'suyos' en un 'otro' compacto y uniforme, y por ser 'otro': incomprensible, reificado [cosificado] y prescindible. ¡Ah! Por suerte para todos, tanto para estos y aquellos como para todo el resto, un buen número de ciudadanos de la entera España vamos por otros derroteros lingüísticos. Aún.

01/12/05

Izquierdas y machismo

Existe una importante suma de estudios antropológicos que apunta en una misma dirección: quien inicia a la criatura en la cultura es la madre. Es ella quien le transmite el lenguaje: base, forma y molde del pensamiento y del razonamiento.

No cabe duda, pues, de las egoístas razones que sustentan la respuesta que el hombre, como género masculino, da a las cuestiones de a quién y por qué hay que sojuzgar para alcanzar y mantener el poder. A quién: a la mujer; por qué: porque sometiéndola, somete a sus designios la clave de bóveda de toda sociedad: la cultura y su transmisión.

No cabe duda tampoco de por qué es necesaria –hoy y aquí, y durante bastante tiempo y en todo lugar- una constante práctica discriminatoria positiva a favor de la mujer: su falta, su omisión, la dejación de la responsabilidad de actuar según lo que sabemos -quién y por qué es sojuzgado en toda sociedad humana y en todos sus niveles- nos llevará inexcusablemente a repetir los mismos errores machistas.

No está de más preguntarse, siguiendo la misma línea argumental y a la vista de la complejidad de la sociedad que nos hemos dado, el por qué de la súbita y generalizada caída del estatus social del profesorado de la enseñanza no universitaria. La cultura y la emancipación, que siempre van de la mano, no están bien miradas por cualquier -quizás por todo- poder establecido ¡ojo! ni por el de izquierdas: he ahí una de las tremendas aporías que el machismo significa para las políticas de izquierdas: no es que la información dé poder, es que el poder da información, sí ¡pero a qué coste!

22/11/05

A vueltas con los banlieue

Chirac se equivoca. El racismo y la discriminación no son la enfermedad que subyace a la reacción de los “banlieue” franceses: eso es confundir el síntoma -que también se ha de combatir- con la enfermedad; tratar la fiebre -que también puede matar-, pero no el virus.

La enfermedad que padece Francia, que padecemos en todo el resto de la Unión Europea, aunque los síntomas aún no se demuestren de forma tan explosiva y contundente, es grave y profunda: una raíz se hunde en las graníticas opciones económicas del capitalismo global -el supremo e intocable dios de la rentabilidad, junto a sus profetas: la utilidad y la productividad- y la otra debe su origen a la cenagosa negación de la responsabilidad concreta de los que toman -¡ojo! y de los que aceptamos- las decisiones.

16/11/05

Sobre ecología y consumo

Somos mucho más eficaces hoy que ayer, no cabe ninguna duda.

Ahora bien, la paradoja, la duda, la contradicción, más bien, que subyace a ese incremento neto de eficacia, y que nos asalta y que intentamos obliterar y que nos obliga a mantener -eso sí: con una cierta sensación de impotencia y hasta con un cierto regusto de mentira- que nunca el pasado fue mejor, es que tal vez, o seguramente, seamos mucho menos eficientes.

Y eso, como todo en la vida, está sujeto a la ley del bolero: "tonta, todo en la vida se paga". Lo que el bolero no dice es quién.

10/11/05

17 junio 2006

La esquizofrenia de una nación

Nación de naciones, válido como eslogan, pero inaceptable como tesis. Permítanme una metáfora para argumentar tan radical aserto. Supongamos que hablamos de un cerebro, una mente. A nadie le extraña que se le diga que el ser humano utiliza la comunicación reflexiva para pensar. Digamos que en la mayoría de los casos esa comunicación reflexiva se realiza mediante una especie de conversación sustentada en palabras, que de alguna manera son dichas y oídas por la mente (dejemos al margen qué herramienta utilizan los sordomudos para sustanciar tal comunicación reflexiva, pero alguna será).

Esta claro que a nadie se le ocurre llamar a eso esquizofrenia, pues esa incesante comunicación no presupone la divisibilidad de quien piensa -e incluso aunque se criticara a sí mismo y cambiara de opinión tras argumentarse y contraargumentarse-, pero sí conlleva la existencia de diálogo y conversación racional. Si sería tildable de esquizofrénica, en cambio, aquella comunicación pseudo-reflexiva del que “siente voces”, pues aunque también sea posible decir de ésta que representa alguna manera de diálogo o conversación, tiene el terrible matiz del extrañamiento de una de las partes, de la bilateralidad -que no bi-frontalidad- de los actores de la comunicación. La Generalitat de Catalunya es la sustanciación del Estado de España en Catalunya, y al igual que en la metáfora de la mente, el diálogo y la conversación entre las administraciones de ambos es necesario e imprescindible para el buen fin de la “res-pública” y del cumplimiento de su labor en interés del ciudadano. Pero que una administración, la de la Generallitat, tienda la mano a la otra, o que exprese la voluntad de mantener un diálogo basado en la bilateralidad, se acerca mucho -demasiado, me atrevo a decir- al comportamiento del que “siente voces”, al comportamiento del que ve como a un extraño a una parte de sí, al comportamiento de una Administración esquizofrénica.

Una última cosa, no entiendo ni necesario ni racional la utilización del término nación ni para España ni para ninguna de sus partes integrantes: es un concepto tardo-romántico, pero eso ya es harina de otro discurso, y no quita que llámese nación de naciones o estado de estados o país de países, la esquizofrenia no depende de la palabra que se utilice, sino del comportamiento que se tenga.

01/10/05

MSF y la lógica capitalista

“Al tratar de aumentar sus ganancias no hacen más que cumplir su función”, dice Aloïs Hug, jefe de prensa de la Unidad de Emergencia de MSF en referencia a los abusivos precios del mijo en Níger (El País, 30/09/05). Sí, ya sé, hay que contextualizar la frase... Pero una vez contextualizada y recontextualizada, la frase dice lo que dice: la función de un comerciante es obtener beneficio sin más ética, sin responsabilidad asociable al comportamiento del sujeto actor, pues no otra cosa es la ética. Si lo hubiera dicho, por ejemplo, Rodrigo Rato, no merecería dedicar ni un ápice neuronal a su análisis: a nadie engaña con su posicionamiento ético. Que lo diga la persona cualificada para representar y posicionar a MSF ante la prensa me deja, en cambio, un fondo de angustia y una sensación de perplejidad que, sencillamente, me asusta. Y la razón de esa angustia viene motivada por el matiz diferenciador que con el sentido de esa frase es impregnado el resto del artículo.

01/10/05

Matrimonios homosexuales

Matrimonio: responsabilidad u oficio de la madre (mater-munus). Patrimonio: responsabilidad u oficio del padre (pater-munus). Los que se desgañitan, agitando cual espantajo la historia y el artículo 32 de la CE, y enronquecen histéricos ante el nuevo uso de la palabra matrimonio, uso que la sociedad requiere para dotar de sentido legal a la unión de dos homosexuales, deberían -irónico: según su propio argumento- aceptar como summum del matrimonio la unión de dos hijas de Lesbos. Y claro, y también según su deseo de lectores del ayer, deberían promover como quintaesencial objetivo que toda hacienda patrimonial fuera asignada sólo a aquellas parejas formadas por dos paters masculinos: ¡Seamos coherentes! ¡Devolvamos la gestión del patrimonio a aquél que, por historia, ley y etimología, nunca debió perderlo y la gestión de lo doméstico a aquélla que porque sí, o sea: por historia, ley y etimología, tampoco debió cederlo y dejémonos de tonterías como progreso social, transigencias y demás corresponsabilidades!.. ¿No?

26/09/95

16 junio 2006

Un futuro sin dudas

Ya empiezan a surgir preguntas del tipo ¿Por qué tanta cobertura de New Orleans y tanto olvido de otras crisis, como la alimentaria en África? También yo me lo pregunto ¿Morbo de ver al Imperio humillado? ¿Occicentrismo desmesurado? ¿Reality-show en estado puro?

Tal vez de todo ello haya un poco, aunque en mi opinión existe una razón tremendamente más poderosa: la invencible atracción del abismo letal. A pesar de que nos intentemos engañar y lo neguemos, instintiva e intimamente sabemos que ése es ya nuestro futuro...

Septiembre/2005

14 junio 2006

El Asno y su amo (Tomás de Iriarte)

(Vale para las televisiones, públicas o privadas, estatales, autonómicas o locales ¡para todas vale!


El Asno y su amo

«Siempre acostumbra hacer el vulgo necio
de lo bueno y lo malo igual aprecio;
yo le doy lo peor, que es lo que alaba».
De este modo sus yerros disculpaba
un escritor de farsas indecentes;
y un taimado poeta que lo oía
le respondió en los términos siguientes:
«Al humilde jumento
su dueño daba paja, y le decía:
"Toma, pues que con eso estás contento".
Díjolo tantas veces, que ya un día
se enfadó el asno, y replicó: "Yo tomo
lo que me quieres dar; pero, hombre injusto,
¿piensas que sólo de la paja gusto?
Dame grano, y verás si me le como"».

Sepa quien para el público trabaja,
que tal vez a la plebe culpa en vano,
pues si, en dándola paja, come paja,
siempre que la dan grano, come grano.

Quien escribe para el público, y no escribe bien, no debe fundar su
disculpa en el mal gusto del vulgo.

Tomás de Iriarte

Las vallas mentales

Primero, los malos. Dicen que Europa ejerce una atracción centrípeta sobre África, pero debería decirse que es África la que padece una fuerza centrífuga desde Europa. Dicen que nos invaden nuestra vida, pero debería decirse que les expulsamos de su vida. Luego, los buenos. Dicen que es solidaridad, pero debería decirse corresponsabilidad. Dicen que es cubrir una necesidad, pero debería decirse devolver un expolio. Dicen que actuemos con tolerancia, pero debería decirse que procedamos con transigencia. Y ustedes, ¿qué piensan que dicen tanto los buenos como los malos y qué opinan que deberían decir.

31 de Octubre de 2005

La Sra. Rahola y el rabo del diablo

Sra. Rahola, permítame disentir profundamente de su artículo 'El diablo carga las buenas intenciones', El País, 26/11/05. El problema palestino no es el de árabes contra europeos, ni el del wahabismo musulmán contra los ultra ortodoxos judíos, ni el del ojo izquierdo contra el ojo derecho. No creo que nadie dude -por lo menos, nadie con ganas de pensar- que el miedo de las dictaduras y teocracias de Oriente Medio no es otro que el temor a que Palestina se democratice y el pánico a que sus súbditos, que no ciudadanos, aprendan la lección: si no lo ha leído, le sugiero el libro 'Reflexiones desde el exilio' de Edward W. Said, autor nada contemporizador con dictadores laicos o teocráticos, y aún menos con jerarcas corruptos o inmorales.

Por otra parte, Vd. bien sabe que en España también tenemos problemas de terrorismo, y que nadie duda -por lo menos, nadie identitario- que ha sido la incontestable existencia de un estado fuerte, apoyado por una sociedad cohesionada, la razón de la inevitable, aunque sumamente difícil -no lo olvidemos: ya llevamos 30 años en democracia- decadencia del mismo. Penosamente larga, insoportablemente larga, inmerecidamente larga para todos y cada uno de los asesinados, mutilados, destrozados física y psíquicamente por los terroristas, pero decadencia al fin y al cabo. Sume dos y dos, Sra. Rahola, y le resultará cuatro. Cuatro actores. Tenemos a EE.UU., inyectando a fondo perdido, y a despecho del fin de los mismos, un enorme chorro de dólares en el estado de Israel ¿ayuda esto a la democracia en Palestina? ¿ayuda esto a la creación de un estado palestino fuerte y a una sociedad civil cohesionada, condición necesaria e imprescindible para iniciar una política de erradicación del terrorismo contra sí mismo y contra los ciudadanos de Israel? Tenemos a Israel, colonizando -y por qué no decir invadiendo y expulsando- la parte más rica de la Palestina y restringiendo agua y servicios al resto, preguntémonos ¿ídem? ¿ídem? Tenemos a la Unión Europea, con el Reino Unido a la cabeza, evitando aceptar -y responder por- la grave responsabilidad en que incurrió cuando utilizó una y otra vez, y en nuestro egoísta y eurocéntrico interés, a las tribus árabes contra los turcos, los alemanes o contra ellas mismas, para finalmente implantar arbitrarias decisiones que crearon países con fronteras artificiales, siempre convulsas, y bajo el mando de corruptos y despóticos, aunque amigos, jerarcas, y miremos a la más arbitraria de todas ellas, la creación, que aunque necesaria no fue negociada, de un país, Israel, a costa de los personas de otro país, Palestina: porque no lo olvidemos, no es Palestina quien sufre, son los palestinos, todos ellos y ellas, quienes padecen. Preguntémonos otra vez ¿ídem? ¿ídem?. Y 'at last but not least', tenemos las dictaduras y las teocracias árabes ¿ayudaría en algo que con respecto a Palestina siguieran la misma política que la que EE.UU. lleva a cabo con respecto a Israel? Dejando al margen otros intereses geo-estratégico-políticos -la interdependencia entre países árabes petrodólarizados y EE.UU. (disculpe la siguiente digresión: Iraq, curiosamente, se estaba 'petroeuroizando')-, afirmo que no. No sólo no ayudaría, sino que enconaría aún más la ya insoportable situación de los habitantes de los territorios de Israel y Palestina.

No confunda la enfermedad con los síntomas. No voy con el lirio progre en la mano, pero permítame, a modo de metáfora, decirle que el cuerpo palestino está destrozado por un cuádruple virus, el de los cuatro actores, y que el terrorismo, la corrupción, y la falta de democracia no son más que enfermedades superpuestas, parasitarias y aprovechadas, que valiéndose de sus bajas defensas se ceban en, y sacan tajada de, lo que queda: algo así como los bacilos y las bacterias lo son con respecto al SIDA: fin de la metáfora.

Ya ve Vd., no es que yo sea duro de oído, es que Vd., Sra. Rahola, sólo ve los bacilos y las bacterias. No juguemos con el rabo del diablo, Sra. Rahola, no juguemos.

Diciembre/2005

13 junio 2006

Cinco ideas, cinco, sobre la libertad...

I - De la libertad y la responsabilidad
Confundir la libertad de expresión con la falta de responsabilidad sobre lo expresado (responsabilidad, que no autocensura) ya no cabe desde que en 1588, año en que se editó la segunda versión del 'Essais', Montaigne nos avisara lúcidamente: "La parole est moitié à celuy qui parle, moitié à celuy qui l'escoute" ("La palabra es mitad del que habla, mitad del que escucha", 'Ensayos I', según traducción de Maria-José Lemarchand, Gredos, 2005). Recordemos que en la segunda mitad del s. XVI, Europa estaba inmersa en terribles matanzas por razón de fe (carnicerías, según acertada descripción del mismo Montaigne, entre la propia gente cristiana, así como entre éstos y la gente musulmana) y que fue entonces cuando Montaigne, referencia y padre de librepensadores, defendió sus libérrimas posiciones contra todo enfoque dogmático (su 'Essais' fue incluido en el Índice por 'nuestro' Santo Oficio, allá por el año 1676, o.c. pág. 24). Mas en su tremenda libertad, Montaigne, no sólo no pierde de vista la responsabilidad en la cual quién habla incurre: ‘moitié à celuy qui parle’, sino que demanda igual responsabilidad y obligación a aquél que la escucha: ‘moitié à celuy qui l'escoute’. La actuación de aquél que escucha la libérrima palabra está sometida a la estricta e inalienable responsabilidad del propio actor, pues al actuar se apropia de la palabra y queda obligado por esa apropiación. En otras palabras: el vudú -o el hecho religioso- sólo afecta a quien cree en él. La invectiva -con arte o sin arte- sólo te afecta si dejas que te afecte, si te sientes afectado.
No busquemos los límites de la libertad de expresión en supuestos respetos a la ideas: las ideas no son heridas de muerte, tan sólo se contra argumentan con mejor o pero tino, con mejor o peor arte.
Dice F. Savater (El País, ‘Fanáticos sin fronteras’), algo muy atinado sobre los que al pedir respeto caen de cuatro patas en un desmedido error: “¿Por qué lo llaman respeto, cuando quieren decir miedo?”. Lo que debemos -y podemos- respetar y defender es la integridad de la personas. Nunca podremos -ni deberemos- cubrir bajo derecho alguno expresiones como “Preparaos para un ‘verdadero’ holocausto”. Los límites a la libertad de expresión, siempre borrosos, persistentemente ambiguos, históricamente determinados–y por ello: cambiantes- no pueden ni deben restringir más de lo que Montaigne advierte: ‘La parole est moitié à celuy qui parle, moitié à celuy qui l'escoute’.

II - De los límites de la libertad
A mi no me importa el ‘qué dirán’. En serio: hoy ya no me importa. Ahora bien, sí me importa, y mucho, el ‘qué harán’ en base a el ‘qué dirán`. Y no es un trabalenguas. Parafraseo, primero, una vieja y conocida idea: “Caballero, yo no comulgo con lo que usted afirma, pero daría mi vida por la integridad y la dignidad de la suya –pues a la postre se trata de la integridad y la dignidad de la mía-”. Como decía, no me importa aquello que otro diga, pero si lo que terceros hagan con lo que ese otro dice. Sé que por que alguien diga de mi algo obsceno y perjuro, no pasaré por ello a ser obsceno, pero un tercero puede actuar contra mí -incluso físicamente- en base a lo que ese alguien hubiera dicho: he ahí el límite de la libertad de expresión (y de obra). Difuso y resbaladizo, pero límite: para eso están los abogados defensores, fiscales y jueces.
El límite, sostengo, está en las acciones que un tercero pueda creer de legítima (aunque sepa no legal) realización contra un sujeto en base a, y derivadas de, lo que un segundo dice de ese primer sujeto. En esta sociedad –y no vivimos en otra- la libertad de expresión tiene, por ejemplo, un límite: la shoa. Bajo ningún concepto puede aceptarse expresiones denigrantes contra judíos (o mujeres, o negros, o árabes, o gays o cualquier otro grupo socialmente ‘débil’) por ser judíos (o mujeres, o negros, o árabes, o gays o cualquier otro grupo socialmente ‘débil’), pues siempre existirán criminales que encontrarán en ellas inicuas y perversas legitimaciones para sus canallescas acciones. Acciones que, no olvidemos, tendrán como objetivo la integridad y la dignidad de seres concretos, personas vivas, judíos (o mujeres, o negros, o árabes, o gays, o...), seres siempre irreemplazables.
¿Deberemos callar, pues, ante el peligro de suscitar acciones criminales? Una respuesta afirmativa sería falaz, pues se basaría en el relativismo y en el determinismo. En el relativismo, cuando busca un falso punto intermedio entre fanáticos de cualquier idea, ya sea política, filosófica, religiosa etc, como si toda idea, todo concepto, por ser idea, por ser concepto, mereciera respeto (vale recordar el concepto de honor virginal y el asociado de crímenes de honor, el concepto de ablación del clítoris y el asociado de extrañación y marginación para las no sometidas). Y es determinista, pues sugiere la imposibilidad de escaparse, de inhibirse del discurso de un tercero: cual si fuéramos máquinas, de las que se aprieta el botón y salta.
Pues no: no debe rezar lo mismo para con las ideas, religiones, dogmas y similares.
Si a mí, ser frágil y breve, puede no importarme el ‘qué dirán’, con la excepción ya explicada del ‘qué harán’ ¿qué podemos decir sobre la importancia que un cierto Ser Supremo, o sus magníficos Profetas, pueda otorgar a nuestros dimes y diretes? No entraré en teosofías o teologías, sólo recordaré que ni lo que nosotros digamos, ni lo que terceros hagan en base a lo que nosotros decimos, podrá nunca alcanzar ni una hebra de su sustancia. Y siendo así, siendo que nuestras expresiones y obras no podrán nunca ni acercarse a tan inefables e inalcanzables Seres, siendo que, por lo que a estos Seres refiere, sólo podemos atenernos a relatos indirectos (algo así como si fuera mi vecino el que se incomodara -muy humano y de agradecer- por que de mí hicieran broma, y reaccionara -sigue siendo humano, pero ya no es de agradecer- sin cerciorarse si soy o no alcanzado por la ofensa) ¿por qué hay tantos –hasta Kofi Annan, hasta ONG, hasta responsables de periódicos- que se empeñan en sacrificar la libertad de expresión y sustituirla por la aceptación de la más brutal de las censuras: la de la amenaza del crimen? ¿por qué tan pocos ponen la dignidad y la integridad concreta de personas concretas por encima de las ideas, necesariamente abstractas? ¿no vemos que estamos cayendo en la auto inmunización? La libertad de expresión sólo puede tener un límite: la integridad y la dignidad concreta de personas concretas. Y si la frontera es difusa: abogados, fiscales y jueces mandan.

III – Del derecho a la propia opinión.
Kant, que desarrolló su obra durante la segunda mitad del siglo XVIII (1724-1804), escribió en el lejano 1786 un opúsculo determinante sobre la libertad de opinión: "¿Qué significa orientarse en el pensamiento?". Para que exista fehacientemente la libertad de opinión, dice, ésta debe poder ser expresable y poder ser expresada, por lo que no cabe menoscabarla en ninguno de los sentidos: la falta de educación e instrucción (‘poder ser expresable’) y la falta de libertad de expresión (‘poder ser expresada’) atentan directamente a la expresabilidad (lo siento por el palabro) de la opinión propia, atentan al derecho a pensar. Leamos a Kant: "Puede decirse, por tanto, que aquel poder exterior que arrebata a los hombres la libertad de comunicar públicamente sus pensamientos, les quita también la libertad de pensamiento: la única joya que aún nos queda junto a todas las demás cargas civiles y la única mediante la cual puede procurarse remedio a todos los males de ese estado" (en “En defensa de la ilustración”, Alba, Barcelona, 1999, pp. 165.).
Podemos concluir, exprimiendo a Kant, que la única manera que tiene la ciudadanía de alcanzar un pensamiento crítico y competente acerca de la ‘res publica‘ reside en su derecho a opinar, derecho que no puede subsistir sin aquel otro que le permite expresar en viva voz lo que opina: el derecho a la libertad de expresión. La libertad de expresión, entonces, no es un derecho que obtenga la legitimidad por sí mismo, como le ocurre, por ejemplo, al derecho a la propia integridad física o psicológica (mi inalienable derecho a ser un fin en mí mismo), sino que la adquiere por ser la única vía por la cual una persona puede alcanzar a ser persona: el derecho a pensar por sí mismo. Y si aceptamos que para nosotros, seres simbólicos, ésa es la única vía para alcanzar ser ser humano, entonces el derecho a la libertad de expresión deviene tan fundamental e inalienable como el derecho a la integridad física y psicológica.

IV – Del derecho común.
Tal vez me repita, es la edad, pero reniego de la frase presuntamente liberal y presuntamente progresista que busca delimitar mis libertades y mis derechos: “La libertad de una persona empieza donde acaba la de su vecino (y viceversa)”. La vemos mil veces dicha, redicha y expuesta como argumento final e inapelable. Y se dicen los ofendidos y los ofensores: “su (mi) libertad empieza donde acaba la mía (suya)”, y no se encuentran, y con esas vallas liberales (mentales) se enrocan en sus jardincitos. La oímos en boca de politólogos, analistas, intelectuales, ideólogos o sacerdotes (curas, rabinos o imanes), la oímos en boca del pueblo llano y de la cualquier elite bien pensante, en boca de tirios y troyanos: todos delimitando muy consecuentemente su libertad y su derecho ¿No vemos, acaso, que esa categorización de los derechos y libertades conlleva irremediablemente a que toda negociación sea de suma cero? Si muevo una palmo mi libertad ¿no es a cambio del palmo del otro, sea este individuo, clase, etnia, nación o estado? Si el otro suma ¿no es a cambio de que yo vea, sienta, suponga mermado y menguado mi derecho en igual cantidad?
“Mis libertades y derechos empiezan donde empiezan los tuyos y acaban donde acaban los tuyos”.
Y no es una frase de buena voluntad. No es un deseo: es una ley inapelable. No puedo ser libre si no es rodeado de seres libres. No puedo ejercer mis derechos si no es entre personas con iguales derechos. Y, vuelvo a recordar, las cuestiones culturales NO son un derecho por ser culturales o por ser particulares: la ablación del clítoris NO es un derecho, la venta de humanos NO es un derecho, la prostitución NO es un derecho.
Es un derecho universal e inalienable el que las leyes respeten los llamados derechos positivos y negativos. Derecho positivo: la ley -la Administración- debe facilitarme (y no sólo no impedirme) el acceso a mis derechos: por ejemplo, libertad de culto se concreta en facilitar el acceso a la creación y uso de iglesias, mezquitas, sinagogas y similares. Derecho negativo: la ley debe protegerme de (y no sólo no obligarme a) deberes que atenten a mi integridad: por ejemplo, libertad de no culto, que se concreta en el derecho a no observar los ritos y costumbres de terceros.
Según el ejemplo clásico: tengo derecho a que no me maten o hieran (derecho negativo) y tengo derecho a que me faciliten los instrumentos -cuando niño: educación, comida, alojamiento- para poder vivir (derecho positivo).
Asumiendo que siempre habrán zonas grises, cuyo análisis no será un trabajo liviano, cabe sostener que si hacemos chocar los grandes temas (como por ejemplo: ablación, virginidad, libertad de expresión) contra el concepto de derecho positivo y derecho negativo, quedará poco margen para la duda: mi libertad y mi derecho confluyen y se identifican con tu libertad y con tu derecho, seamos quienes seamos tu y yo. Y no es una negociación de suma cero, es un transacción donde siempre sumas o siempre restas.
Y ya que se trata de la libertad de expresión, centrémonos en ella. La ley que protege el derecho a la libertad de expresión debe pasar por el tamiz del derecho positivo y del derecho negativo. Y lo hace. La actual legislación europea respeta y defiende, con límites jurídicos objetivos e históricamente dados, la exposición y declaración de las ideas así como respeta y defiende el no obligar a asumir como propias las ideas de un tercero. Y eso es así sin importar el origen, sexo o condición del ciudadano europeo, o transeúnte en Europa, que la ejerza.

V – De la responsabilidad y la libertad (y vuelta a empezar...).
En un río de libertad siempre se producirán salpicaduras: gotas de agua inocuas en sí. Ahora bien, que éstas caigan en aceite hirviendo y que sean la causa de otras salpicaduras, ésas si abrasantes y ruidosas -cuando no letales-, no es motivo para cargar al debe del río de libertad lo que en conciencia debemos adeudar en la cuenta de aquellos que, ellos sí: con pleno conocimiento, atizan el fuego que calienta el aceite, y que usualmente son tanto tirios como troyanos: gobierno de Bush, gobierno de Olmert, gobierno de Ahmadineyad, gobierno de al Asad... y no sigo para no aburrir con la letanía.
Llamar al agua gasolina, en metáfora tantas veces utilizada: la última por doña Gema Martín, no es una elección inocente: es condenar de antemano por medio del significado de la opción escogida: la gasolina está creada para arder, tanto si quien la recibe es cemento como si es fuego desatado. El ejemplo escogido prefigura así, y a la vez enjuicia y falla, la intención del actor: lo hizo, viene a afirmar en este caso, por que en su voluntad estaba el que ardiera.
Y si más que inocente salpicadura, se tratara de doloso remojón: atentas están las leyes y para eso está el estamento judicial y el legítimo derecho a requerir su intervención por todo aquel que sienta su integridad mellada. Y si las leyes que protegen la integridad de la persona han sido superadas por nuevas realidades, para eso están los parlamentos, y tras ellos la sociedad civil, para debatir y proponer su adecuación. Cualquier otro intento cae en el peligroso terreno de la autocensura, la censura o, peor aún, la auto inmunización: actuar contra uno mismo como consecuencia de percibirse a sí mismo como el gen patógeno.

Febrero/2006

Frase lapidaria

¡Utilidad, utilidad! ¡Cuántos crímenes se comenten en tu nombre!

(el día de la fecha)

Virginia Woolf y el nacionalismo

Debo decir que estoy indignado: aunque ello no sea ni un atenuante, y menos un eximente, si que permitirá al lector de la presente nota ser consciente de mi estado de ánimo. Estoy releyendo el magnífico Orlando de Virginia Woolf, y estando en ello, y en estado de casi éxtasis intelectual, otra escritora, Irene Boada, me hace aterrizar de morros contra la irredenta realidad nacionalista. Vayamos por partes. Poco antes de que explotara la Segunda Guerra Mundial, Virginia Woolf publicó un ensayo, Tres guineas, donde argumenta su rechazo a los motivos que llevan a los conflictos bélicos. En dicha obra Woolf escribe: ‘como mujer no tengo país. Como mujer, no quiero país. Como mujer, mi país es el mundo entero’. Remarco: ‘Como mujer, no quiero país’.

Deducir de este aserto antipatriotero y antinacionalista un argumento para una ideología nacionalista, como la que hizo Irene Boada en su artículo de El País 07/03/2006, sólo puede hacerse desde la ineptitud del que recita, pues no sabe lo que dice; o desde el desprecio al recitado, pues no le importa lo que dijo; o desde la manipulación del texto, pues elimina lo que no le interesa; o desde la demagogia, pues busca utilizar derechos conculcados, los de la mujer en este caso, para arrimar el ascua a su sardina. ¡Ah! Y si bien no soy militante ni adherente ni simpatizante de Ciutadans de Catalunya, si que leo con tanto ánimo crítico como con humildad lo que escriben: sin importarme si su autor es mujer u hombre. No entiendo a qué viene su específica pulla, si no es porque el discurso de Ciutadans de Catalunya le toca donde le duele: la crítica severa, argumentada y trabajada, a veces ácida y sarcástica, del nacionalismo identitario.

No coja, amable lector de la presenta nota, el rábano por las hojas: soy ciudadano de Catalunya, aunque no soy, como ya dije, de Ciutadans de Catalunya...

Marzo/2006

De la etimología

Hoy no nos sorprenden frases como “Yo no he hecho nada”, o “Nadie dijo lo contrario”.

A todos los efectos entendemos esas frases, aunque parezcan, de entrada, inconsistentes en sí.

Yo no he hecho nada” ¿doble negación? ¿se puede hacer nada? ¿se puede no hacer nada? ¿es algo la nada?

Pues no, sí, sí y sí.

Nadie dijo lo contrario” ¿otra doble negación –“Nadie no dijo lo mismo”? ¿puede hablar nadie? ¿puede nadie contrariar? ¿es alguien ese nadie?

Pues no, sí, sí y sí.

Etimológicamente, nadie y nada vienen de la raíz “gen” (de sustrato último indoeuropeo). El latín, a través de la derivación gna–sko, que venía de la raíz griega “genos” γενος, que significaba origen, y que dio lugar a nãscor, crea las palabras nati (nacido) y natam (referido a, en cuestión de, algo creado)

rem natam non fecit”, significa: “no hizo la cosa en cuestión”, pero nos llega como “no hizo nada” (en catalán: “no va fer res”, de donde se pude colegir que tal vez [rem] haya devenido en [res]), lo que, efectivamente, y volviendo a las preguntas anteriores, no se trata de una doble negación, sí puedo hacer nada (res natam --> cosa referida), sí puedo no hacer nada y nada sí es algo

Homines nati non fecerunt”, significa “hombres nacidos no lo hicieron”, pero nos llega como “nadie [no] lo hizo”, haciendo elipsis de [no], que debía sonar fuertemente extraño al asociarlo como negación a la palabra nadie, la cual ya goza de excelente salud una vez se ha desprendido de su carga natalicia y arrostra su nueva carga negadora. Podemos ver, pues, que también nos es dado contestar que no se trata de una doble negación, nadie sí puede hablar (Homines nati --> hombres nacidos), nadie sí puede contrariar y nadie sí es alguien.

Todo esto, claro está, etimológicamente hablando.

Por otra parte, no deja de ser curioso lo ocurrido con la palabra común. Común, aún siendo hoy de uso común (perdone el paciente lector este pequeño intento de chiste), tuvo como palabra un nacimiento serio y ceñudo. Hoy vemos que lo que es común, en tanto que es de la comunidad, por ejemplo las calles de nuestras ciudades, el mobiliario urbano, las escuelas públicas, tiene un trato que deja que desear: lo común suele ser maltratado, pues nadie se hace responsable.

Común, que participa de igual raíz etimológica que municipio, munificencia, inmunidad, entre otras, es hoy palabra atropellada: no cabe duda que ser común denota más bien peyorativa vulgaridad que no otra cosa; una cosa común tiene menos valor que una cosa no común; por lo común, todos huimos de lo común...

Pero ¿qué hacer con la frase “tener sentido común”? Es tópico y típico contestar: “Ah! el sentido común, ¡el menos común de los sentidos!”, quién lo afirma cae a la vez, sin duda alguna, en contradicción con lo hasta ahora dicho de la palabra común.

Y ahí radica la clave de la derivación polisémica del significado de común. Etimológicamente hablando, común viene de la unión del sufijo co y de la raíz latina munis, responsabilidad. En un principio, pues, común refería aquello que era corresponsabilidad libremente asumida por un grupo de personas. Lo común era, así, objeto de cuidado por parte de ese grupo.

Tener sentido común era ser conscientes de la responsabilidad compartida y libremente asumida ¿Cómo ha llegado común a desprenderse de esa grave responsabilidad? No sé contestar, pero podríamos avanzar la tesis de que al irse perdiendo entre las personas ese sentido de compartida responsabilidad libremente asumida, la palabra común fue perdiendo, en el mismo azaroso viaje, su significado, y el hueco dejado se fue cargando con el más peyorativo significado de vulgar. Pero un rastro dejó el viejo significado: el sentido común. Y aunque incluso el significado más obvio hoy de sentido común nos lleva a pensar que tal vez estamos hablando de un sentido ampliamente extendido, la realidad es que inconsciente y automáticamente lo aplicamos cuando nos topamos con hechos que contravienen lo que entendemos aceptado y aceptable por todos (por el co-mún de los mortales, por el que se siente co–responsable del buen fin de la sociedad en la que vive): ¡Es de sentido común! ¡Ése no tiene sentido común! ¡Lo que falta es sentido común! Ah! el sentido común, ¡el menos común de los sentidos!... Si común sólo significara vulgar, normal, extendida, poco valorada, maltratada... esas frases no tendrían sentido.

Marzo/2005

Haiku

Molesto mes
de luz y olor avaro:
noviembre ¡muere!

Noviembre/2004

Haiku

Bajo la lluvia
las piedras florecieron
húmedas, negras.

Julio/2004

12 junio 2006

Ignatieff y la fe

A Ignatieff se le nubla el juicio y le consume la desesperación por la sonrisa con que un docto islámico acoge su falta de respuesta ante el ataque que el religioso hace a la intuición como base legitimadora de los Derechos Humanos. Y no debiera. Es cierto que la intuición es la base de los Derechos Humanos, y también es cierto que la base de la religión musulmana -de hecho, de toda religión- es la fe ¿Y que hay detrás de la intuición y de la fe? Tan solo la creencia de obrar correcta y legítimamente sin ninguna otra argumentación: estamos pues ante el mismo procedimiento. Si somos laicos, le llamamos intuición; si somos religiosos, le llamamos fe. Pero ¿son iguales, la intuición y la fe? No, claro. Los que abogamos por la intuición sabemos de su falibilidad, y por ello estamos dispuestos a aceptar y hacer nuestras las críticas argumentadas, y eso, que aparentemente parece debilidad, de ahí la sonrisa de suficiencia y de perdonavidas que el docto islámico le dirigió a Ignatieff, significa confianza en nuestra propia capacidad de pensar y de “encontrar respuesta propia, trabajo duro donde los haya” (Ignacio sotelo, “Pensar por simismo”, El País, 03/09/05), mientras que la fe religiosa, en esencia infalible, tan sólo en apariencia es sólida, de ahí la congoja de Ignatieff ante la apabullante presencia de la fe del musulmán, pues lo que esconde es un miedo, nada más que un tremendo miedo ante la responsabilidad de pensar.

03/09/05

Por quien daría mi vida...

Aviso a navegantes: por aquel, o por lo, que morirías, matarías.

(Dedicado con ¿cariño? a patriotas y similares)

22/09/05

nec spes nec metu

Vaig néixer a Chella (Canal de Navarrés, València) l'any 1955. Encara no havia fet els dos anyets que em van emigrar a Barcelona, al barri de Gràcia: al camp d’en Grassot. Ni del Barça ni del València (de fet: ni del futbol), tinc l'excusa perfecte quan no vull entrar en dialèctiques gairebé sempre endebades: a Madrid, on he anat sovint per temes de feina, soc valencià; a València, català i passant; i a Barcelona: ciutadà de Catalunya (Espanya, Europa) i res més.


Després de donar voltes pels barris de Barcelona, he tornat al meu estimat camp d’en Grassot, a Gràcia Nova. Més que cosmopolita, caospolita (terme que està per ser inventat, i del que no em reservo cap dret); trec punta als meus ullals amb una barreja d'en Rawls, Sloterdijk, Montaigne, A. Espada, J. Mosterín i Maragall (Pasqui, és clar: que posats a epatar...). Lector compulsiu de l’A. Pérez Reverte, però no acrític: tot, però no tot; de l’E. Mendoza: tot, però sí tot; del John Kennedy Toole: clar que amb aquest... Com que estaré cagat de por i no me’n sortiré, i per no patir més maldecaps en aquell darrer moment, ja tinc dita la meva (que no és meva, és de Alberto de Chirico) darrera frase: Taci e riposa: qui si spegne il canto...

Rafael Granero Chulbi, a Barcelona, el 12 de Juny de 2006.

Nací en Chella (Canal de Navarrés, Valencia), en el año 1955. Con menos de dos años, fui emigrado a Barcelona, al barrio de Gracia: al ‘Camp d’en Grassot’. Ni del Barça, ni del Valencia (odio el fútbol: he ahí el quid), tengo la perfecta excusa si quiero evitar vanas discusiones: en Madrid, donde solía ir por razones laborales, soy valenciano; en Valencia: catalán y a otra cosa; y en Barcelona: ciudadano de Catalunya (España, Europa) y nada más.

Después de dar tumbos por los barios de Barcelona, he vuelto a mi entrañable ‘Camp d’en Grassot’, a Gràcia Nova. Más que cosmopolita, caospolita (término que aún debe ser inventado, y del que no me reservo ningún copy right); limo mis uñas con una mezcla de Rawls, Sloterdijk, Montaigne, A. Espada, J. Mosterín y Maragall (Pasqui, obvio: que puestos a epatar…) Lector compulsivo de A. Pérez Reverte, pero no acrítico: todo, pero no todo; de E. Mendoza: todo, pero sí todo; de John Kennedy Toole: claro que en este caso… Dado que llegado el momento me cagaré calzas abajo, y para no tener otros dolores de cabeza en aquel último momento, digo ya mi (aunque no es mía, es de Alberto de Chirico) última frase: Taci e riposa: qui si spegne il canto...

Rafael Granero Chulbi, en Barcelona, a 12 de Junio de 2006.