18 junio 2006

Alto el fuego (permanente)

La probabilidad de la existencia de la violencia, que no su posibilidad, pues esta última siempre existirá, es política y socialmente equivalente a ejercer la violencia en sí.

Siento la difícilmente evitable oscuridad de la frase anterior, pero nada complejo es fácil, y desactivar la violencia, además de complicado, es tremendamente complejo.

El 'lehendakari' Ibarretxe debe dejar de jugar con las palabras, pues su afirmación de que una vez "'verificado el alto el fuego' de ETA, tras el verano 'se pueden dar los primeros pasos para el diálogo político'" (EL PAIS, 05/04/2006) cae en confundir -y me temo que no se trata de un error: que estamos ante un muy criticable 'acercar el ascua a su sardina'- el ansiado fin de toda probabilidad objetiva de uso de la violencia por parte de la banda terrorista -y criminal, no lo olvidemos- ETA con un mero, aunque importante y necesario como primer paso, rebaje de dicha probabilidad.

Verificar el alto el fuego permanente es condición sine qua non para proseguir, sí: pero no para iniciar ningún proceso político -y esto al margen de estar o no de acuerdo en que sea de recibo soslayar, superar y desbordar el Parlamento vaso: ya hablaremos de ello en otro momento-, sino para proseguir por un camino auditable que lleve a los componentes de la banda terrorista ETA a reintegrarse a aquel lugar de donde nunca debieron salir: la sociedad civil, la democracia.

Sólo después, cuando ni a través de procesos cuasi-mafiosos se coaccione al adversario político -y sí, pienso en situaciones tipo IRA: y lo siento por los que lo ponen como modelo ¡allá ellos!-, y si, y sólo si, alcanzamos el momento en que pueda darse por concluida toda probabilidad de violencia etarra -y es necesario advertir al Sr. 'lehendakari' Ibarretxe de que está muy, muy lejos- entonces podremos hablar sobre lo divino y lo humano, pues ya nadie pensará -o llegará a decir ¿les suena?- que "unos sacuden el nogal y otros recogen las nueces".

06/04/06

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