18 junio 2006

Poshumanismo y ecología

"¿Quién confiaría en un maestro que, recurriendo al palmetazo, viera el sentido de la educación en el dominio de los niños por los adultos? [...] Lo mismo ocurre con la técnica: no es ['no debería ser', aún debemos decir] dominio de la naturaleza, sino dominio de la relación entre naturaleza y humanidad.". Quien esto afirma, Walter Benjamín, es, así mismo, el que nos habla del Ángel de la Historia: aquel que avanza de espaldas empujado por el viento del destino, mirando con ojos arrasados de lágrimas de desesperación por la incesante y desoladora destrucción sobre la que el futuro edifica sus constructos.

Benjamín, citado e interpretado por Giorgio Agamben, considera que "ni el hombre debe dominar a la naturaleza ni la naturaleza al hombre. Ni siquiera [debemos esperar] su síntesis dialéctica" (Agamben, "LO ABIERTO", pg. 105).

Este 'poshumanismo', que no antihumanismo, está lejos de los simplificadores lemas y eslóganes tipo B.B. ¡por supuesto! E igualmente lejos está del antropocentrismo de D. Víctor Gómez (EL PAIS, 11/01/2006), que basa la salvación de la naturaleza (en tanto que physis) en una mera razón instrumental: es necesaria para el desarrollo de la humanidad.

Y si no fuera necesaria ¿sería prescindible?

El humanismo, como base y producto de los procesos civilizadores de la Ilustración, ha producido abundantes efectos colaterales: "¿Cuántas catástrofes necesita el ser humano?", se pregunta Peter Sloterdijk (Eurotaoismo, pag. 70 y ss) para pasar seguidamente a problematizar el sistema de aprendizaje basado en "hacer de la catástrofe un instrumento pedagógico" (ibid, pag. 77), problematización que D.Víctor Gómez elude al confiar plena y ciegamente en la capacidad de ese humanismo para regular (¿bondadosamente?) la naturaleza hasta convertirla en -reducirla a- un mero "contexto natural".

Añadamos a todo ello que tanto Sloterdijk como Agamben y Benjamín se deben de alguna manera a Martin Heiddeger, y tendremos otro discurso sobre la humanidad y la naturaleza que, sin renunciar ni a Darwin ni a las neurociencia, etología o genética, y alejándose de las grandes teorizaciones que propugnan soluciones integrales y globalizadoras, profundiza en la duda y en la prevención. No es nihilismo: es pánico.

12/01/06

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