16 enero 2007

Las palabras ¿Valen algo? ¿nada? ¿todo? (T-4 y III)

Cuando las palabras dejan de significar algo, sólo pueden significar nada o todo, que es idéntico a nada.

Victoria Kent, que fue directora general de Prisiones en la II República, nos dice:

"Medité y decidí mi viaje. Ordené formar a la población reclusa en el gran patio. Les hablé desde una plataforma allí instalada y dije que el gobierno se interesaba especialmente por la reforma de las cárceles y presidios... que se iba a mejorar en lo posible la vida del penal. Pero teniendo noticias de que algunos estaban armados, la primera condición que ponía era la del desarme inmediato. Lo recuerdo como si lo hubiera vivido ayer. El personal que estaba detrás de mí quedó sobrecogido. Siguieron unos minutos de silencio e incertidumbre, cuando de un lejano rincón situado a la derecha, surgió un recluso joven, fuerte y decidido,y tomando el arma que llevaba en el bolsillo, la tiró al extremo del patio. A continuación una lluvia de armas fue dirigida al mismo rincón. El penal quedó desarmado. Agradecí, no sin emoción, el rasgo viril y respetuoso, y prometí lo que más tarde se fue realizando en el penal: el arreglo de un campo de deportes y la puesta en marcha de talleres de trabajo. Al día siguiente asistí a la comida en común, las caras me sonreían ... Este episodio constituye uno de los más fuertes recuerdos de mi vida".

No soporta comparación la lucidez de Victoria Kent contra el pacato comportamiento de J.L. Rodríguez Zapatero. Y aunque le hubiera salido mal la apuesta, Victoria Kent no dudaba de que diciendo lo que debía decir, hacía –y preparaba el terreno para hacer– lo que era necesario hacer. Las palabras, para Victoria Kent, significaban algo, no todo, pero sí algo.

Pero para J.L. Rodríguez Zapatero las palabras parecen significarlo todo, y así se ha dejado enredar en el relato (palabras) que los dirigentes del PP hacen, y que Mariano Rajoy verbaliza. Así se ha dejado enredar en el relato (palabras) que ETA hace, y que Armando Otegui fonetiza. Y así el principio de realidad le alcanzó con esta virulencia.

J.L. Rodríguez Zapatero olvidó a Aristóteles y su descripción de la tragedia, y el principio de realidad es trágico y se impone -se le ha impuesto- por la vía de los hechos. Y sólo a través de las acciones de los actores, que no de sus relatos, nos enseña Aristóteles que nos es dado conocer el argumento.

Y para los dirigentes del PP y para los cabecillas de ETA, en cambio, las palabras no tienen ningún significado. Significan nada.

Si aquel joven y fuerte penado se desarmó, no fue sólo porque las palabras de Victoria Kent significaban algo (no todo, no nada, sólo algo), sino por que para él las palabras aún significaban más que nada.

Cuando el discurso que elaboran los dirigentes del PP desea alcanzar el estatus de inatacable, por cerrar todo los puntos a cualquier conato de revisión –o lo que es lo mismo: negociación, pues ésta sólo puede existir en tanto que sabemos y aceptamos que nuestras palabras sólo significan algo y no todo–, lo único que consiguen construir es la ficción de una potencia que, pues ha explotado ya toda su capacidad discursiva, ya no tiene margen para desarrollarse. Y puesto que su ficción ya lo ha dicho todo, y nada queda por ser dicho, las únicas palabras que en el discurso de esa ficción podremos articular a partir de ese momento significarán nada.

Como nada significa el discurso de los cabecillas de ETA, avanzado y aventado por Otegui. Cuando en una palabra caben todos los significados (como en lo permanente, que cabe la permanencia y la inconstancia; como en el alto el fuego, que cabe la solución y la no solución de su continuidad; como en la negociación, que cabe el decirse poseedor de tan sólo algo y de todo), esta palabra de sentido único, pues sólo un sentido nos permiten otorgarle: aquél que el amo del discurso cual tahúr nos presenta y nos escamotea a su libre criterio, nada nos deja para hablar, y ése es su significado último: nada.

Para que exista la posibilidad de que “un recluso joven, fuerte y decidido... [tome] el arma que llevaba en el bolsillo... [y la tire] al extremo del patio”, tiene que haber, ante todo y antes que nada, un político que sepa que las palabras valen algo, pero sólo algo, no nada y no todo. Y después lo otro -incrementar la probabilidad del fin de la violencia- no nos vendrá dado mecánicamente, pero habremos facilitado su posibilidad.

15/01/07