07 noviembre 2006

La juventud hedonista

El profesor Gil Calvo (ver artículo) realiza un singular y acertado análisis de la hipotecada generación H (H, curiosamente, también es la inicial de la generación de nuestros hijos). Acierta en los motivos directos (escasez y carestía de los arriendos, factores culturales y factores laborales ¿algo así como: mundo, demonio y carne?).

Vuelve a acertar al demostrar el profundo impacto que la imposibilidad de emancipación tiene sobre la socialización del individuo. Muestra las aporías del carro y la zanahoria (¿la misma zanahoria que la de mi queso y los ratones más listos de aquel denostado libro?) pues no hay camino por donde transitar el esfuerzo de arrastrar el carro y alcanzar la zanahoria (¿”dónde está mi queso” es la pregunta oportuna? ¿no es mejor preguntarse dónde está el camino?). Pero yerra en la causa profunda.

No es un supuesto método posmoderno la causa de los males de nuestra sociedad, ni la labilidad de la generación H es su razón, sino su efecto.

La causa última, la razón nada oculta, el poderoso mar de fondo que nos está arrastrando es la total expoliación de aquellos posibles recursos futuros de la generación H, de nuestra juventud. Recursos liquidados en este presente real a través de las hipotecas y abonados en las manos de unos pocos y oligopólicos agentes. Recursos, aquellos, que estos los están utilizando para hacer que ¡España! (¿también los españoles?) con gran eficacia (¿también con gran eficiencia?) sea alguien en el concierto (¿concierto?) económico mundial ¡Qué Dios –o Alá, Buda, Jehová...– nos pille confesados si los temibles tiburones españoles son comidos por los no menos temibles tiburones del proceloso mar internacional!

No han sido, precisamente, nuestros jóvenes los primeros en pecar (ni lo han buscado: no les dejan otra salida que pecar). Quien ha puesto el carro delante del buey (¡pobres jóvenes, con qué les comparamos!), quienes, metáforas aparte, han liquidado hoy (buscando la satisfacción de sus deseos de “el poder”) la producción de mañana, y lo han realizado sin trabajarla (evitando el esfuerzo del desarrollo eficiente de las capacidades de la sociedad: inversión en capital) y a través de la pura especulación, han sido –y son– los grandes gerentes de las grandes corporaciones financiero-inmobiliarias. No puedo estar de acuerdo con el último análisis del profesor Gil Calvo: los jóvenes no son hoy peores de lo que nosotros, los ya adultos, fuimos. Ni mejores.

06/11/06