03 diciembre 2006

Un experimento mental sensible

Imaginemos un espacio donde sólo hubieran dos materias productivas, la A y la B, y que de las dos se dispusiera de similar cantidad y además estuvieran repartidas bastante homogéneamente por todo el territorio.

Las dos son necesarias para producir mercancías. Una de ellas, pongamos la A, tiene esta curiosa propiedad: tanto si ponemos más cantidad como si ponemos menos cantidad -aunque con un límite inferior dado- que de B, el impacto en la producción total es poco perceptible: apenas se incrementa o decrementa el resultado final. De la otra, en cambio, un incremento o decremento de la misma impacta casi en el mismo orden en el total de la mercancía producida.

Está claro que, aún siendo las dos imprescindibles, la materia B es mas necesaria -visión objetiva- que la materia A, lo cual no sólo no preserva a nadire de la codicia por poseer B, sino que la estimula, y a pesar de existir por partes iguales, vuelve a la materia B más valiosa -visión subjetiva-.

Como corolario puede deducirse que la materia A, como sobrante que es, puede ser dedicada a otros menesteres, aunque no sean productivos o incluso sean autodestructivos (de materia A, claro).

Sigamos con el experimento mental.

El ecosistema de este territorio es tal que, al final de cada ciclo productivo, volvemos a tener prácticamente las mismas cantidades de materia prima A y B.

En un sistema de apropiación y de acumulación, como es el capitalista -donde ¡no lo olvidemos! vivimos- la lógica impecable y racional es apropiarse, ciclo tras ciclo, de la máxima cantidad posible de la materia prima B, lo que permite al capitalista alcanzar el objetivo de maximizar el control de los procesos de producción de mercancías. Y de paso, y si puedo, pues destruyo la materia B del contrario (y si en ello desaparece parte de la A, ningún problema, ya sabemos que hay de sobra).

De hecho, y si lo pensamos al revés, todo sistema que actuara de este modo (apropiación y acumulación para el control de la producción) sería capitalista, aunque nominalmente se le diera otra titulación.

Pero dije que era un experimento sensible. O sea, un experimento sobre material sensible.

Sean A los hombres, B las mujeres y la humanidad entera la mercancía producida... y apliquemos el experimento.

Me temo que librarse, lo que se dice librarse de la lógica capitalista, ni los primitivos cavernarios (el llamado comunismo primitivo), ni los legendarios hombres azules del Sahara (la llamada democracia militar -¡pregúntadle a Ibn Jaldun!-), ni los socialdemócratas escandinavos (a pesar de sus esfuerzos)... han conseguido librarse.

Para nuestra desesperación, en el mundo entero de los mamíferos, sólo los bonobos han conseguido librarse de la cultura capitalista.

Así que arrastraremos, y arrostraremos, y ya que no con dignidad, si que con humildad, nuestra podredumbre innata.

20/11/06