18 junio 2006

¡Craspum!

¿Por qué son tan difíciles los finales?

Tanto da que se trate de una relación sentimental, de la propia vida, de una novela o de un artículo de opinión. Me viene a la cabeza, para poder expresarlo con un símil, la novela de Tom Wolfe 'Todo un hombre': inmensa, brillante, con un indudable gancho en el desarrollo... hasta que el autor debe resolver el final i… ¡Craspum! No sé definir de otra manera la sensación transmitida por el fallo en la resolución de la trama: necesito de una onomatopeya como ese ¡Craspum!

Pues verán, la misma desasosegante sensación he tenido al leer los dos últimos punto y seguido del artículo de Alfredo Fierro 'Memoria de catástrofes' (El PAIS, 02/01/06). Tras la, para mi, impecable presentación de los actores (Dios, la Naturaleza y el Hombre -en tanto que sociedad-), un bien trabado nudo (la teodicea y la sociodicea, con Ivan Kamarazov como perfecto cicerone por el lado oscuro del mal menor), el autor entra a matar... y pincha en hueso.

Mire usted (y permítanme la osadía de dirigirme al Sr. Fierro, directamente: seguramente será en vano, pues me temo que no le alcanzarámi nota abierta) la afirmación de que 'hasta ahora los filósofos no han hecho otra cosa que interpretar el mundo' es una enorme error. El error radica en negar a los filósofos su labor básica, cual es, desde su aburrimiento heideggeriano, espero que me entienda, alcanzar la capacidad, y asumir la responsabilidad, de problematizar 'el mundo'. Función que, usted me aceptará, va bastante más allá de su pura interpretación. Y l a enormidad del error mentado viene medida por la responsabilidad incurrida por usted cuando utiliza un medio tan serio como suele ser EL PAIS para proclamar su opinión.

Permítame, se lo ruego (vale la misma nota que al inicio del párrafo anterior), y será mi última ruego hoy, indicarle que con su afirmación comete, además, otro desliz: utiliza la jerga actual de los jefecillos de nuestras codorníceas 'oficinas siniestras', pues nos increpan al grito de "¡Quiero gente que me aporte soluciones, no que me venga con problemas!", olvidando, tanto usted como ellos, que para poder alcanzar remedios que no sean peores que la enfermedad, primero hay que saber (¡saber!, he ahí la clave) enunciar los problemas, o sea, problematizar.

02/01/06

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