Sra. Rahola, permítame disentir profundamente de su artículo 'El diablo carga las buenas intenciones', El País, 26/11/05. El problema palestino no es el de árabes contra europeos, ni el del wahabismo musulmán contra los ultra ortodoxos judíos, ni el del ojo izquierdo contra el ojo derecho. No creo que nadie dude -por lo menos, nadie con ganas de pensar- que el miedo de las dictaduras y teocracias de Oriente Medio no es otro que el temor a que Palestina se democratice y el pánico a que sus súbditos, que no ciudadanos, aprendan la lección: si no lo ha leído, le sugiero el libro 'Reflexiones desde el exilio' de Edward W. Said, autor nada contemporizador con dictadores laicos o teocráticos, y aún menos con jerarcas corruptos o inmorales.
Por otra parte, Vd. bien sabe que en España también tenemos problemas de terrorismo, y que nadie duda -por lo menos, nadie identitario- que ha sido la incontestable existencia de un estado fuerte, apoyado por una sociedad cohesionada, la razón de la inevitable, aunque sumamente difícil -no lo olvidemos: ya llevamos 30 años en democracia- decadencia del mismo. Penosamente larga, insoportablemente larga, inmerecidamente larga para todos y cada uno de los asesinados, mutilados, destrozados física y psíquicamente por los terroristas, pero decadencia al fin y al cabo. Sume dos y dos, Sra. Rahola, y le resultará cuatro. Cuatro actores. Tenemos a EE.UU., inyectando a fondo perdido, y a despecho del fin de los mismos, un enorme chorro de dólares en el estado de Israel ¿ayuda esto a la democracia en Palestina? ¿ayuda esto a la creación de un estado palestino fuerte y a una sociedad civil cohesionada, condición necesaria e imprescindible para iniciar una política de erradicación del terrorismo contra sí mismo y contra los ciudadanos de Israel? Tenemos a Israel, colonizando -y por qué no decir invadiendo y expulsando- la parte más rica de la Palestina y restringiendo agua y servicios al resto, preguntémonos ¿ídem? ¿ídem? Tenemos a la Unión Europea, con el Reino Unido a la cabeza, evitando aceptar -y responder por- la grave responsabilidad en que incurrió cuando utilizó una y otra vez, y en nuestro egoísta y eurocéntrico interés, a las tribus árabes contra los turcos, los alemanes o contra ellas mismas, para finalmente implantar arbitrarias decisiones que crearon países con fronteras artificiales, siempre convulsas, y bajo el mando de corruptos y despóticos, aunque amigos, jerarcas, y miremos a la más arbitraria de todas ellas, la creación, que aunque necesaria no fue negociada, de un país, Israel, a costa de los personas de otro país, Palestina: porque no lo olvidemos, no es Palestina quien sufre, son los palestinos, todos ellos y ellas, quienes padecen. Preguntémonos otra vez ¿ídem? ¿ídem?. Y 'at last but not least', tenemos las dictaduras y las teocracias árabes ¿ayudaría en algo que con respecto a Palestina siguieran la misma política que la que EE.UU. lleva a cabo con respecto a Israel? Dejando al margen otros intereses geo-estratégico-políticos -la interdependencia entre países árabes petrodólarizados y EE.UU. (disculpe la siguiente digresión: Iraq, curiosamente, se estaba 'petroeuroizando')-, afirmo que no. No sólo no ayudaría, sino que enconaría aún más la ya insoportable situación de los habitantes de los territorios de Israel y Palestina.
No confunda la enfermedad con los síntomas. No voy con el lirio progre en la mano, pero permítame, a modo de metáfora, decirle que el cuerpo palestino está destrozado por un cuádruple virus, el de los cuatro actores, y que el terrorismo, la corrupción, y la falta de democracia no son más que enfermedades superpuestas, parasitarias y aprovechadas, que valiéndose de sus bajas defensas se ceban en, y sacan tajada de, lo que queda: algo así como los bacilos y las bacterias lo son con respecto al SIDA: fin de la metáfora.
Ya ve Vd., no es que yo sea duro de oído, es que Vd., Sra. Rahola, sólo ve los bacilos y las bacterias. No juguemos con el rabo del diablo, Sra. Rahola, no juguemos.
Diciembre/2005
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