08 enero 2007

Del respeto (T-4, II)

¿Puede uno con su opinión respetar algo que está más allá de su alcance? En todo caso, lo hará de boquilla y como un brindis al sol (se dice así ¿verdad?). Es decir, da igual que digamos A o B, ese algo se mantendrá inasequible a nuestra opinión. Algo así como la raposa y las uvas, digo yo.

Abundemos ¿Puede uno con su opinión no respetar algo que está más allá de su alcance? Tampoco, pues, mutatis mutandis, da igual que digamos A o no A, ese algo seguirá obstinado en mantenerse inasequible a nuestra opinión.

Así pues, al Sol con mis opiniones ni lo puedo respetar ni puedo dejar de respetarlo. Ni a la Tierra.

¡Oh! ¡Ah! (se dejan oír los gritos enfurecidos de cuatro ecólogos de salón ilustrado) ¡Uh! ¡A él, a él! (arrecian y se desgañitan los seguidores de Gaia).

Incidamos aún más y en asuntos más cercanos. Patria, Religión, Ideología (cada uno que ponga su concreción, algo así como –y que nadie entienda que son necesariamente mis concreciones, pues no tienen por que serlo– España, Cristianismo, Liberalismo) no son respetables. (¡Por favor, por favor! Que no se enfurezcan los de aquella fila; por lo menos no hasta que acabe de exponer esta idea...) No quiero decir que se deban no respetar, sino que no cabe plantearse su respetabilidad: están más allá del alcance de nuestras opiniones.

Cerremos aún más el círculo. Los pensamientos del otro (incluso de un aristotélico sí mismo como otro) ¿merecen respeto? Si aplicamos lo dicho en los dos primeros punto y aparte, diremos que no, en tanto estén fuera de mi alcance. Cosa ésta, estar fuera del alcance de uno, que no ocurre en las relaciones asimétricas, donde los pensamientos de una parte, típico ejemplo: los de los padres o los adultos, alcanzan de manera muy directa, de hecho invaden y colonizan (1), a los de la otra, hijos o menores (como también, y en esta sociedad, hombre sobre mujer, tirano sobre súbdito, maestro sobre alumno...), Así que los pensamiento de otro igual que yo no tienen derecho a la respetabilidad: ni los de yo como otro.

¡Infame! ¡Sacrílego! ¡El respeto es la base de la sociedad! ¡Exigimos el respeto por nuestros mayores! ¡El respeto por las plantas y los animales es el único camino para un progreso automantenible! ¡Sólo el respeto mutuo permite la convivencia! (Vaya, he logrado poner a todos en contra: políticos, religiosos, sociólogos, humanistas, ecólogos...)

No nos desesperemos y atendamos a dos hechos. Primero, hasta ahora tan sólo he hablado de opiniones: mis opiniones contra algo cuya existencia está más allá de su área de impacto. Segundo, con la excepción del Sol y de la Tierra (2), aquel algo al que me he referido han sido conceptos (patria, religión o ideología) o ideas (pensamientos del otro, o de yo mismo como otro), cuya inmaterialidad (del significado, no del significante) les ubica en una intangibilidad más allá de cualquier intento de manoseo.

La opinión, aunque no suficiente, es previa y necesaria, en tanto que juicio de valor, para iniciar cualquier argumentación.

La falta de respeto inherente a una opinión con respecto a algo –que no el relativismo en la comparación entre opiniones– está en la base de cualquier argumentación. Es necesario que yo respete a quien tiene ideas pero no, y esto debe darse a la vez, a sus ideas, y esto es necesario para que pueda haber una opción de diálogo, un espacio para la dialéctica (aunque no la de Hegel: no hablamos de un dialéctica obligatoriamente sintetizadora). De esta falta de respeto por la ideas, los pensamientos, los conceptos, las metáforas, lo inmaterial, lo intangible...de esta falta de respeto por los significados nadie puede deducir falta de respeto por los significantes (seres y obras), la destrucción de los significantes del otro sólo demuestra la mera falta de argumentos sólidos (significados intangibles) que una parte puede oponer a la otra, yo al otro (a veces, a mí mismo como otro, lo que puede significar caer en un peligroso proceso autoinmune).

El diálogo y la dialéctica sólo pueden existir en un entorno de amigable falta de respeto. Sólo allí donde las leyes hayan preparado un espacio en el que nuestra integridad física (no tememos ser heridos) y psíquica (no tememos ser tratados como menores) nos permita ser el otro para otros –y para sí mismo–, sólo en ese espacio la necesaria falta de respeto por las ideas nunca será confundida con la argumentación falaz ad hominem, y que campe a sus anchas esa falta de respeto permitirá acercarnos al otro (y a uno mismo como otro).

No me preocupa el qué dirán (o sea, no me preocupan las opiniones poco respetuosas para con mis pensamientos), sí me preocupa, en cambio, qué pueden hacer terceros con lo que aquellos hayan dicho ¿Somos tan menores de edad que me tienen que proteger de las falsedades históricas que puedan pregonar unos incompetentes? ¿Somos tan menores de edad que me tienen que indicar, ley mediante, qué mitos son aceptables y cuáles no? La responsabilidad de lo que terceros hagan en base a lo que otros digan es, qué duda cabe, exclusivamente de estos terceros, con la única excepción mencionada de las relaciones asimétricas. Si el Estado ha de hacer algo al respecto, es enseñarme a ser adulto, no mantenerme en una eterna adolescencia.

¿Y qué tiene todo esto que ver con ETA? Tiene que ver mucho, pero mucho, mucho. Con ETA, con Batasuna, con Ibarretxe, con Madrazo... Hasta con Rajoy y con Carod Rovira tiene que ver: todos ellos adultos y sin barreras que les limiten su capacidad de serlo. Todos ellos grandes respetadotes de los significados (Patria, Nación, Bandera, Himnos...) y grandes ninguneadores de los significantes (los hay que, como ETA-Batasuna, hasta asesinan...)



(1) Con todo el poco respeto que me merece en general la música pop, especialmente la de la Europa Continental, intento autolimitar la expresión de mis apreciaciones negativas, especialmente cuando mi hija esta oyendo sus canciones pop preferidas, a aquellos momentos en que es lógico argumentar la banalidad de dicha música: es mi decisión respetar a la persona, no a las ideas. A veces fallo y le increpo lo aburrida que es la música que esta oyendo: ¡es así!
(2) A pesar de todo, el Sol como la Tierra, como Europa, España, Catalunya, Barcelona, Gràcia... no son sino metáforas incorpóreas, a las que no se les puede alcanzar, excepto de forma metafórica.

08/01/07