20 agosto 2006

Mutatis mutandis

(a vueltas del artículo de don Joaquin Leguina "Fumadores, gordos y otros proscritos", EL PAIS, 18/08/08

¿Fuma don Joaquín Leguina? Porque si no fuma, se me acaba la carta. ¿Acumula don Joaquín Leguina grasas en exceso, gracias a buenas, nutrientes y salutíferas comidas, acto también llamado gula? Pues si la respuesta es tampoco, se me encoge el argumentario. Si fuma, acumula grasas en exceso o las dos cosas a la vez, vayan directo al anexo de la carta, donde expreso, mutatis mutandis, mi opinión sobre lo que cree Joaquín Leguina.

Ahora bien, si no fuma ni acumula grasas en exceso, siendo estas actuaciones amplia y fundamentadamente reconocidas como sospechosas, si no más, de acarrear problemas de salud, no entiendo por qué intenta que confundamos el culo -con perdón- con las témporas. Mezclando churras con merinas, confunde, o nos induce a confundir, lo correcto con lo políticamente correcto.

Y no. Fumar es malo para la salud, lo niege Agamenón o su porquero, y filmar una secuencia de los años que quiera representar fidedignamente los años 40-50 sin nadie que fume ni ninguna orondez ronde es, históricamente hablando, incorrecto por no fidedigno, y ruego a don Joaquín Leguina que no siga retrocediendo en el tiempo o caerá en algo tan políticamente correcto como históricamente incorrecto: presentar a los indígenas de cualquier remoto lugar -las praderas americanas, por ejemplo- como el colmo de la sabiduría, falta de machismo y plenitud de transigencia: ¡Ya!

Mas aquí no acaba. Combinar seguidamente -en mi parecer con aviesa intención- los indudables errores de los que componemos la sociedad con la crítica ad hominem a determinadas personas del gobierno de la nación es hacer la peor y más manipuladora amalgama, más digna de un neocon que de un diputado y además estadístico, aunque eso último, ser diputado, tristemente no tiene por que estar reñido con aquello.

Con mucho menos dramatismo, con mucha menos añoranza de tiempos pasados, comparto con Joaquín Leguina su tesis sobre lo negativo de la desaparición del Estado, pero no la moralina pseudo-liberal y neocon que sus comparaciones desprenden, y me atrevo a decirle: "analice, pero no moralice"

Anexo: "Por todo esto, sospecho que quien habló en Malibú no fue Mel Gibson, la persona, sino una marioneta de Gibson manipulada por el alcohol", Luis Rojas Marcos (EL PAIS, 16/08/2006).

20/08/06