Me comentaba un profesor del segundo ciclo de ESO, a raíz del artículo de Luis Daniel Izpizua (El País, 16/09/05, 'Dédalo'), que la palabra sinécdoque está prácticamente fuera de uso. Con esta palabra, tropo de extraña pronunciación, se designa el error, o la voluntad, de tomar la parte por el todo, la materia por el objeto, el contenido por el continente (o viceversa, en todos los casos).
No me extraña, pues, que en razón a esa pérdida de vocabulario, y del conocimiento de su significado, estén buena parte de los autonomistas, identitarios o no, y tanto de derechas, lo que tengo como irremediable, como de izquierdas, lo que nos debería preocupar, estén, como decía, refiriéndose a España, en lugar de a 'el resto de España', o a los españoles, y no a 'el resto de los españoles'; y lo hacen precisa y conscientemente cuando desde su posición articulan argumentos políticos defensivos u ofensivos, basándolos en nosotros y en el ‘otro’, incurriendo en fin en sinécdoque política, que es una de las formas de la demagogia: la llamada a rebato a la tribu primigenia, y alisando de paso el terreno al argumentario de los identitarios, autonomistas o no, del resto de España.
Y que de lo dicho nadie deduzca apoyo timorato al resto de los políticos de España, pues son demasiados los que en más de una y dos ocasiones caen en un parecido error -metonimia- cuando usan Catalunya por 'los ciudadanos [catalanes, españoles, europeos] de Catalunya', tomando el efecto por la causa, el símbolo por la realidad: son los ciudadanos quienes, en su contradictoria y paradójica variedad, creamos sociedad, y no al revés; y nos designan de esta guisa metonímica con la plena conciencia de querer convertirnos a los ojos de los 'suyos' en un 'otro' compacto y uniforme, y por ser 'otro': incomprensible, reificado [cosificado] y prescindible. ¡Ah! Por suerte para todos, tanto para estos y aquellos como para todo el resto, un buen número de ciudadanos de la entera España vamos por otros derroteros lingüísticos. Aún.
01/12/05
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