16 junio 2011

dignitas

En la antigua Roma dignitas era el cargo o puesto que gozaba un patricio en la sociedad. De ahí deriva ser un dignatario –el que por su cargo representa a un estado– y también decir de alguien que es indigno –que no se merece el cargo, papel o lugar que ocupa.

Ser indigno o estar indignado no es la misma cosa, pero tiene que ver. Así, mientras lo primero se predica del que está y no debiera, el segundo se aplica al que debiera y no está: está indignado aquel que mereciendo –o creyendo merecer– ocupar un lugar se ve alienado del mismo y porfía por volverlo a habitar. De esa porfía deriva que hoy que el significado de indignado tenga que ver con la expresión adusta, cuando no violenta, del que ha caído en desgracia antes que con su preclara etimología: haber sido expulsado al frío exterior.

El m-15M (movimiento del 15 de Mayo) es sin lugar a dudas esa adusta, cuando no violenta, expresión de los indignados, de los expulsados al frio exterior que porfían por volver a habitar su lugar. Un viejo amigo intentaba convencerme de que el m-15M era interesante, muy y positivamente interesante. Yo le contestaba que en todo caso era revelador, casi apodíctico, y tal vez por ello interesante, pero no positivamente interesante. Lo que revela necesita interpretación, interpretación que no puede ser construida socialmente sobre la marcha, sino que debe ser el resultado de la puesta en común de trabajos que, seguramente, será arduos y enojosos, procedimiento y calificativos que mal se compadecen con un sistema asambleario.

Lo que revela el m-15M hace tiempo que lo han ido exponiendo varios pensadores. Galbraith habla de una descolocación –descoyuntado, o en su etimología latina, indignado– en las sociedades occidentales maduras que proviene de ser opulento y no saber aún “arreglárselas ni conceptual ni psíquicamente”. Por otro lado Gabriel Tarde afirmó que “el ser humano de hoy aspira propiamente a la posibilidad de renunciar al apoyo humano”, y la tecnología, añado, le ayuda en esa decisión. Más cercano a nosotros, Sloterdijk habla de ese hijo inicuo de la Modernidad: el individualismo como producto escatológico de la individualización ilustrada, imputable al incremento de la productividad, a la aparición del consumidor y a la caída de la natalidad. ¿A qué dedicamos ese plus de tiempo libre y de excedente disponible? Todo parece indicar que a intentar vivir en islas-absolutas-aisladamente-interconectadas.

En 1980 el Trabajo participaba en términos generales del 70% del PIB (con una población total de 37,7 MH), en 2004 sólo del 60% del PIB (población: 44,7 MH). Esta caída, que en términos relativos es escandalosa, no cuadra con la realidad de la actual pauta de consumo de televisores, coches, móviles, propiedades ... En estos mismos 24 años el PIB en valor constante se ha más que duplicado (2,17), de modo que ese 60% representa en valor constante (una vez deducida la inflación) una renta equivalente aproximadamente al 185% de la de 1980 (con un incremento poblacional del 20%): a pesar de todo, gracias a la productividad el pastel es más grande y ganamos más que entonces. El actual renta del capital, por su parte, creció en el mismo tiempo más de & rs quo; un 300% (fuente: INE). Ahora todo cuadra más, ¿no? Como dice Joaquín Estefanía (El País, 06/06/2011) estamos ante la revuelta de las elites. Rebelión hoy desaforada y sin contención.

Los indignados, en los dos sentidos: desubicados y airados, del m-15M piden a gritos su reingreso en la sociedad, y lo exigen como un derecho inalienable ¿Alguien dispuesto a explicarles que nuestra sociedad moderna y madura ya ha dado todo lo que puede de sí, que los incrementos de productividad serán insuficientes para mantener los márgenes a los que el capital –ahora llamado los mercados– estaba acostumbrado y que ahora toca a otras sociedades tener la suerte de ser exprimidas gracias al recorrido que permite su baja productividad actual (o a nosotros bajar del 50% al 33% de apropiación del PIB)? ¿Nadie? Pues ya va siendo hora de ser conscientes de que el derecho a ser explotado se está agotando a marchas forzadas: somos demasiado productivos y sobramos la mitad –punto arriba, punto abajo– de la fuerza de trabajo y los que tenemos la suerte de tener trabajo reaccionamos de una forma muy humana y natural: como en la naturaleza, lo defendemos a dentelladas: aún no sabemos qué hacer con la opulencia, queremos ser independientes y no vamos a renunciar al consumo… y los del m-15M quieren ingresar y disfrutar de la opulencia sin ser conscientes del pago social, ser independientes sin ser conscientes de la renuncia personal y consumir tecnología sin ser conscientes del coste colectivo.

Otra sociedad es posible, como seguramente piensan los indignados del m-15M, sí, pero que sepan que no está en ésta y que conlleva unas renuncias que no están en el horizonte de los que se proclaman 'indignados por sentirse fuera del digno lugar al que se creen con derecho a habitar': “¿Trabajar menos, ganar menos, consumir menos y todo ello sólo para tener más tiempo que gastar hablando con los amigos? ¿¿¿estás loco o qué???”