(Los terraplanistas de la economía, 2 de 4).
"Las ideas de los economistas son mucho más poderosas de lo que generalmente se piensa. De hecho, el mundo no está gobernado por otra cosa. La vida de las personas, que muchas veces creen que son independientes de lo que piensa esta disciplina, suele estar determinada por la teoría de algún fallecido economista". John Maynard Keynes.
“¿Cuál es la primera ley de los economistas?: por cada economista existe un economista igual y opuesto. ¿Cuál es la segunda ley de los economistas?: ambos están equivocados.” BBC, 04/03/2015.
En el artículo anterior (De la oferta y la demanda a la lucha de clases, dos leyes en pugna) sosteníamos que Sraffa en su libro Producción de mercancías por medio de mercancías (PMMM) había conseguido desarrollar un modelo económico que acoplaba las dos caras de la teoría económica: la positiva y la normativa (o política).
A las ciencias llamadas duras (reconozcamos que es un término coloquial y no oficial: no hay facultades de ciencias duras o blandas, pero nos entendemos) se les exige procedimientos experimentales, empíricos y cuantificables, deben mostrar teorías basadas en datos y un método que, además de ser objetivo y reproducible, sea capaz de generar hipótesis predictivas que permitan ser contrastadas (por ello deben ser contrastables) en la realidad. O falsadas. A todo ello se le conoce como método hipotético deductivo y debe permitir establecer hipótesis que deberán ser avaladas o falsadas por la experiencia.
¿Es la ciencia económica una ciencia dura? Si nos atenemos a establecer hipótesis y que la experiencia las avale… ¡Mas bien no! La BBC (https://bbc.in/31iOCcl, accedido el 3 de enero de 2022) nos deja unas buenas perlas: “De 134 crisis y recesiones en el mundo en desarrollo entre 1991 y 2001, el Fondo Monetario Internacional (FMI) sólo predijo 15 […] Según el académico estadounidense Philippe Tetlock, que estudió los pronósticos de unos 284 economistas durante 20 años, sus posibilidades de acierto son similares a los que tiene un chimpancé de ganar en un juego de dardos…”. Y deja caer una tremenda carga de profundidad:
“¿Qué responden en una entrevista laboral un matemático, un estadístico y un economista cuando les preguntan cuánto es 2 + 2?
- El matemático no lo duda: "da 4 exactamente". El estadístico pondera: "en promedio, cuatro, con un margen de error del 2%". El economista acerca la silla al entrevistador y baja la voz a un susurro: "¿A qué desea usted que sea igual?"
La supuesta asepsia de los economistas amantes puros del conocimiento no es tal.
Muchos señalan que los economistas trabajan para hacer dinero y lo hacen amoldando sus teorías al "cliente": desde una empresa a un organismo internacional o un país.”
Entonces ¿Por qué deberíamos suponer que Sraffa se escapa a esa maldición? ¿Qué razón nos puede llevar a pensar que su modelo puede desarrollar hipótesis contrastables, y aún más, contrastadas y avaladas por la realidad?
En PMMM, Sraffa desarrolla un modelo matemático[1] (cosa que, siendo necesario el soporte matemático, no es un argumento suficiente: la ley de rendimientos decrecientes, tan bien desmontada por el profesor Vergès en su libro Economía del mundo real -del que recomiendo vivamente su lectura[2]-, también se muestra matemáticamente coherente) cuya aparente simplicidad (y eso sí es algo muy necesario: que sea fácilmente explicable) esconde un enorme y previo trabajo teórico-matemático que nos permite desarrollar la hipótesis que aquí mostraremos, y que deberemos ver si se aviene con la realidad.
Por amabilidad de Nueva Tribuna, se puede analizar el modelo en la versión original del libro PMMM en inglés descargándolo desde https://bit.ly/3HrO5UP, o bien se puede acceder a una amplia parte (justamente la que interesa: la explicación del modelo matemático) traducida al castellano en Wikipedia, en https://bit.ly/3zk0ZRT (damos razón de la validez del texto de Wikipedia). Una aproximación muy didáctica al modelo matemático, pero que no renuncia al rigor expositivo, se puede encontrar en Apuntes de economía política, de Luigi Spaventa (Ariel Economía, 1984).
Decíamos en el citado anterior artículo que la clave de bóveda, y la novedad radical, del modelo sraffiano, el concepto que, aceptando la parte positiva, incorpora la parte política (y que por ello muestra el punto donde la economía, como ciencia, ya no puede ser utilizada como un “es lo que hay”), fue poner en el centro del problema de la fijación de precios el excedente y su apropiación en forma de beneficio, por una parte, o de salario, por otra[3][4][5].
Utilizando los conceptos nucleares de excedente y salario excedente[6] del modelo sraffiano, vamos a desarrollar de forma analítica[7] (pedimos perdón por el necesario reduccionismo del desarrollo, derivado de la obligada extensión de un texto en forma de artículo) la producción de un sistema económico.
Sea O el total de bienes y servicios producidos por un sistema económico
En término de los factores de producción, el total de bienes y servicios producido (O) será, dado que estamos en un sistema económico excedentario (PMMM, pág 21 y ss), mayor que el utilizado (I) en su producción.
(1) O >= I
Y convirtiéndolo en igualdad,
(2) O = I + ( (O-I)/I )·I = I + R·I
Es decir
(2 bis) O = I + R·I
Donde ( (O-I)/I )·I = R·I = E (excedente) = O – I,
(3) O = I + E
Si modelizamos siguiendo a Sraffa, el excedente se reparte entre el Salario (w, explicitado en tanto por uno de E) y los beneficios del Capital (r, explicitado en tanto por ciento de I): E = w·E + r·I
Y
aplicándolo en (3), obtenemos:
(4) O = I + E = I + w·E + r·I
O sea, sustituyendo (O) en (2 bis)
(5) I + w·E + r·I = I + R·I;
(5 bis) w·E + r·I = E = R·I
Que desarrollaremos así:
r·I = R·I – w·E
r·I = R·I – w(O – I)
r = (R·I – w(O – I)) / I
r = R – w( (O – I)/I )
r = R – w·R
Donde aplicando R como factor común, nos lleva a la ecuación sraffiana:
Como resueltamente afirmó en el 2011, Warren Buffett[8] "Through the tax code, there has been class warfare waged, and my class has won," Buffett told Business Wire CEO Cathy Baron Tamraz at a luncheon in honor of the company's 50th anniversary. "It's been a rout." ("A través de la ley de impuestos, se ha librado una guerra de clases, y mi clase ha ganado", dijo Buffett a Cathy Baron Tamraz, Business Wire CEO, en un almuerzo en honor del 50 aniversario de la compañía. "Ha sido una goleada."), y remachó: ”Between 1979 and 2007, the richest one percent of Americans saw their incomes rise by 275 percent, according to a recent report by the Congressional Budget Office. The bottom fifth of Americans experience only a 20 percent jump.” (“Entre 1979 y 2007, el uno por ciento más rico de los estadounidenses vio aumentar sus ingresos en un 275 por ciento, según un informe reciente de la Oficina de Presupuesto del Congreso. La quinta parte inferior de los estadounidenses experimentaron tan sólo un incremento del 20 por ciento.”).
Buffet, nada inocentemente, tal vez ni siquiera cínicamente, sólo que no pudo evitar decir la verdad, usa ¿sin saberlo? la ecuación (6): aquello que no se lleva el Salario, se lo lleva el Capital.
¿Qué corolario se puede extraer del modelo sraffiano?
Por lo que hace al presente artículo, bien podemos decir que los precios[9] al ser relativos a la relación de fuerzas entre Capital y Salario (evitamos decir Trabajo, o mejor, lo sustituimos por “Salario” por lo explicado en la nota 5), no son sino expresión del resultado de esa confrontación por la apropiación del excedente.
Es decir, los precios no deben ser considerados absolutos, sino relativos en el siguiente sentido: si los precios suben, la capacidad de apropiarse del excedente por parte del Salario (de la clase asalariada, ver nota 5), expresado en la letra w de la ecuación (6), baja, es decir: los salarios, siguiendo el modelo sraffiano, a todos los efectos bajan. Y como es imposible negarlo, cuando el IPC ataca al alza, se dice algo eufemísticamente que se da una “pérdida del poder adquisitivo”, cuando la realidad es que es una pura y dura merma salarial; sólo desde voces heterodoxas, como la de Economistas Frente a la Crisis -https://bit.ly/3mROQ1D- se habla de devaluación salarial “Las políticas aplicadas en materia laboral han ido dirigidas a desregular el mercado de trabajo y a reducir los derechos de los trabajadores, entre las que destaca la mayor facilidad y el abaratamiento del despido […] estas han sido las causas de la devaluación salarial”, es decir, bajar los salarios (relativa o absolutamente) es igual que subir los precios, y por ende subir los precios es igual que bajar los salarios : en los dos casos estamos ante el resultado de la lucha por el excedente. Y, como advierte Sraffa (y recuerda Vergès) no son los salarios los que determinan el precio, sino el tipo de beneficio que el Capital consigue imponer (“invirtiendo la práctica seguida… [el] tipo de beneficio será, por tanto, tratado como variable independiente”) el que determina los precios de los bienes y servicios.
La ley terraplanista que impone, como si fuera una fuerza imponderable de la naturaleza, que la culpa de toda inflación la tienen los incrementos de las rentas salariales, o también que estiramos más el brazo que la manga, traspasando la responsabilidad del Capital al Salario, no es más que eso: un terraplanismo más que sólo puede ser contrarrestado si, siguiendo a Tania Contreras, nos atrevemos a dar un giro copernicano a la teoría económica y, aunque nos repetimos al decirlo, lo sabemos, dejamos a los terraplanistas donde deben estar: en el cubo de la basura de la historia de la Economía.
PD: Hay otro corolario de mucha importancia, la deuda, que desarrollaremos en un artículo posterior.
[1] “En relación con la matemática, es notable destacar como Sraffa en su libro no agradece a ningún economista en especial, el haber recibido alguna ayuda, sino sólo a matemáticos. Y lo notable es que como nos cuenta Pasinetti en Sraffa y la matemática: desconfianza y necesidad, que en la construcción de la mercancía tipo o patrón su amigo matemático Abram Besicovitch, le decía a Piero que matemáticamente el sistema de ecuaciones propuesto por Sraffa, podía tener muchas o ninguna solución. Sraffa sin embargo siguiendo la lógica económica sostiene de porfiado que la solución es única. Al final después de un año de discusión, el propio Besicovitch se convenció de que Sraffa tenía razón. Es en realidad un ejemplo notable de la resistencia de Sraffa a dejarse llevar por caminos de pura razón matemática. Pero también hay que notar que es un ejemplo inusual de lo que sucede en la relación matemáticas y economía.” https://es.wikipedia.org/wiki/Piero_Sraffa, accedido el 3 de enero de 2022.
[2] Valga un botón como muestra, con un cierto punto de ironía, de la oportunidad de su lectura como herramienta desmonta terraplanistas: “Evidencia empírica […] Constatación genérica 4: Resulta bastante evidente, al observar el panorama empresarial de cualquiera de nuestras economías (países) y su conjunto, que: La producción a gran escala por parte de grandes empresas -tanto industriales como de servicios- les permite costes unitarios constantes, o aún decrecientes (economías de escala aparentemente indefinidas). La fusión, absorción o compra de empresas del mismo sector de actividad suele ser explicada/defendida por los directivos protagonistas de estas operaciones como fuente de sinergias, de ahorro de costes. Son operaciones que van asociadas en general a producir u operar a una mayor escala (como mínimo la suma de las fusionadas), y/o a obtener un ahorro de costes de estructura (costes de «administración», de management, de logística, de servicios internos), y/o a absorber competidores actuales (mercado geográfico local) o futuros (entrar en un nuevo mercado territorio comprando empresas que «venden» lo mismo allí). Lo que viene a corroborar que a empresa de mayor-y-mayor dimensión, ahorro de costes por unidad de producción, no lo contrario.” (ob cit, pág 70) (la negrita es nuestra)
[3] Marx otorgó una importancia sociológicamente decisiva al salario en el s XIX, haciéndolo poco menos que motivo y origen de la aparición de una nueva clase: la clase trabajadora, compuesta no por cualquier trabajador, si no por aquél cuya fuerza en venta era aplicada a un trabajo indiferenciado, a un trabajo sans phrase. Y sigue: “El trabajo se ha convertido entonces, no sólo en cuanto categoría, sino también en la realidad, en el medio para crear la riqueza en general y, como determinación, ha dejado de adherirse (verwachsen zu sein) al individuo como una particularidad suya. Este estado de cosas alcanza su máximo desarrollo en la forma más moderna de sociedad burguesa, en los Estados Unidos. Aquí, pues, la abstracción de la categoría “trabajo”, el “trabajo en general”, el trabajo sans phrase, que es el punto de partida de la economía moderna, resulta por primera vez prácticamente cierta. De este modo, la abstracción más simple que la economía moderna coloca en el vértice, y que expresa una relación antiquísima y válida para todas las formas de sociedad, se presenta no obstante como prácticamente cierta en este [grado de] abstracción sólo como categoría de la sociedad moderna.”, Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política, Ed Siglo Veintiuno. 2005, pg 25 i ss.
Lo que Marx no pudo alcanzar a ver, y debemos decirlo con la máxima humildad y respeto por su enorme e inigualable capacidad intelectual, fue una derivada imprevista del salario: el consumismo. No lo pudo prever, pero dejó encima de la mesa el mapa que nos permite ver esa derivada imprevista, lo que vuelve a ser un nuevo punto a favor de su aguda intuición: advertir del cambio de la ecuación M-D-M (mercancía-dinero-mercancía) a la D-M-D (dinero-mercancía-dinero), a la primera la llama económica mientras que a la segunda la llama, siguiendo a Aristóteles, crematística (Ver nota 6 del Capítulo IV del Libro I de El Capital).
[4] Tal y como hace Sraffa, es necesario distinguir entre dos componentes del salario, aquel que cubre las necesidades de reproducción del sistema económico, que llamaremos salario de subsistencia, y aquel que representa una determinada apropiación del excedente (salario excedente). Debemos entender, a pesar de que parezca contra intuitivo, que el salario de subsistencia debe entenderse en su contexto histórico, y no tanto como subsistencia del individuo, que también, sino como reproducción al final de un ciclo económico de las condiciones iniciales del mismo. Por ello, hoy, el salario de subsistencia debe contemplar como mínimo (en contra del criterio de los anarco-liberales) tanto la sanidad como la educación (es decir, siguiendo el modelo sraffiano, deben ser considerados bienes básicos), y es fácil argumentar que también debe cubrir la dependencia y los cuidados reproductivos: sin estos servicios de la sociedad el sistema no puede reproducir ciclo tras ciclo las condiciones iniciales de una fuerza de trabajo apropiada para la producción de bienes y servicios. El salario excedente representará, entonces, la capacidad de la parte asalariada de apropiarse de parte del excedente y dedicarlo a bienes y servicios de no primera necesidad.
[5] Entendiendo que actualmente el significado de “clase obrera o trabajadora” puede quedar desdibujado por la tremenda complejidad de nuestra sociedad, y en base a lo que hoy y aquí significa y alcanza el salario (su conceptualización como salario de subsistencia y salario excedente), entendemos necesaria una nueva de definición de “clase” que, enraizada en el concepto de ciudadanía, llevaría a mover el foco desde las relaciones sociales de producción (donde sólo los que trabajan son actores) hacia las relaciones sociales de distribución (donde toda la ciudadanía tiene rango de actor y algo que decir) y establecer en estas relaciones la estrategia central de la lucha contra la desigualdad y la inequidad. En este sentido avanzamos como alternativa a “clase obrera o trabajadora” una propuesta de definición de “clase asalariada”: Conjunto de los ciudadanos que dependen directa o indirectamente de un salario -por cuenta ajena, autónomo o cuenta propia- o de las cotizaciones e impuestos a él asociadas, y dedican sus rentas -salario, ganancia, pensión, subsidio o similar- principalmente al consumo y a pagar impuestos para hacer funcionar la parte pública de la producción de bienes básicos; se debe incluir a los que no trabajan, por ser estudiantes, en paro, en autoproducción/autoconsumo, en tareas de cuidado y hogar, jubilados o similares, ya que también son, ni que sea indirectamente, salario-dependientes.
[6] “Hasta este momento hemos considerado los salarios como consistentes en los bienes necesarios para la subsistencia de los trabajadores, de modo que entraban en el sistema en pie de igualdad con el petróleo para las máquinas o los alimentos para el ganado. Debemos tener ahora en cuenta el otro aspecto de los salarios, puesto que además del elemento de subsistencia, que siempre está presente en ellos, pueden incluir una participación en la producción excedente. A la vista de este doble carácter de los salarios, sería apropiado cuando vengamos a considerar la división del excedente entre capitalistas y trabajadores, separar las dos partes componentes del salario y considerar solo la parte del «excedente» como variable; en tanto que los bienes necesarios para la subsistencia de los trabajadores continuarían apareciendo entre los medios de producción, con el petróleo, cte.” Sraffa, ob cit, pág 25.
[7] Es
obvio que, al final, si usamos los conceptos sraffianos de Excedente y Salario
Excedente, obtendremos la piedra angular de su sistema de fijación de
precios. Lo único que queremos mostrar es que, una vez aceptados esos
conceptos, el resultado del complejo y necesario andamiaje matemático ( r = R(1 – w) ) que Sraffa
expone en su libro PMMM (y que Spaventa expone didácticamente en los capítulos
IV, precios relativos, y V, distribución del excedente, en su libro citado) nos
permite de alguna manera matematizar la lucha de clases siguiendo ahora conceptos
macroeconómicos a todas luces comunes e inteligibles. Ése es, sobre todo, el
valor de la teoría sraffiana de la fijación del precio de los bienes básicos.
[8] http://www.huffingtonpost.com/2011/11/15/warren-buffett-tax-code-l_n_1095833.html, accedido el 3 de enero de 2022.
[9] Recordemos al profesor Torres López (“el poder muy desigual de negociación y decisión [y su impacto en] cómo se fijan realmente los precios de los bienes y servicios”, (Torres López, Econofakes, pág 31), Sraffa (“no podemos, diferir la asignación del excedente hasta después de que conozcamos los precios, porque, como veremos, los precios no pueden determinarse antes de conocer el tipo de beneficio. El resultado es que la distribución del excedente debe ser determinado a través del mismo mecanismo y al mismo tiempo que se determinan los precios de las mercancías.”) o Vergès (“la práctica de aplicar un porcentaje de beneficio sobre coste tiene un nombre tradicional: «margen» ( mark-up en la terminología en inglés ), o porcentaje de margen-sobre-coste […] Y la práctica más usualmente observada en las decisiones de las empresas sobre los precios de venta para cada uno de sus productos/servicios puede esquematizarse así: Precio de venta = Coste medio x ( 1 + % de margen/100 ) […] Y es de conocimiento común que tal tasa de margen tiende a ser mayor -y consecuentemente, el precio- cuando una empresa tiene cierto poder de mercado o la situación es de tipo oligopolístico para el bien considerado. Y mayor aún si la situación es de monopolio.”), resumiendo: relaciones de lucha y poder.
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