Suscribo de pe a pa todo lo que dice José Antonio Martín Pallín ("Los jueces de la democracia", EL PAIS, 15/05/07), pero es una pequeña –aunque no muy pequeña– lástima que se pierda la oportunidad de reivindicar a un pensador de la talla de Kant.
Éste filósofo alemán postuló que por encima de todas las reglas hay una que no se puede enseñar: la regla de aplicar las reglas (concepto que vulgarmente reduciríamos a sentido común –o "seny", en catalán). Y esta no puede ser enseñada por la mera razón de que para ser aprendida necesitaría, ella misma, de una nueva regla que la subsumiese, y la nueva de otra, y otra... y así ad nausseam . Esta regla sólo se puede mostrar. Y sabemos que alguien dispone de ella por el uso que de ella hace: la implicación es de doble vía: si se tiene, se usa; si se usa, se tiene. Y si no se muestra (como hemos podido constatar en el Constitucional a cuento del triste caso de la recusación del magistrado Pérez Tremps, no compensado, por suerte, con la recusación del magistrado Rodríguez-Zapata), es que no se tiene y punto.
Kant, no obstante, no nos lo pone más fácil, y en esto aún estoy más de acuerdo con el magistrado emérito Martín Pallín, ya que ¿quién juzga que alguien dispone de la regla de reglas? Si una oposición cantada no es garantía, tampoco lo podrá ser una mera votación, por muy democrática y universal que ésta llegara a ser, pues un correcto procedimiento no es base suficiente –aunque sí necesaria– para la legitimidad del resultado.
No hay respuesta sencilla, aunque como nos ocurre ante la belleza, cuando la vemos, la reconocemos.
(15/05/07)
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