01 febrero 2019

Venezuela y las elecciones


(no es un acta, es una reflexión sobre lo que  más o menos parecía que estábamos algo de acuerdo tras un par de cervezas, pero que, siendo de parte, puede ser una apreciación errónea)

Reunión de amigos sobre Venezuela. Con ánimo de atender a una debida objetividad, con antelación nos hemos cruzado articulos de firmas y diarios con los que cada uno se desayuna. Lo que sigue no son conclusiones, pero si tal vez bases mínimas de acuerdo sobre lo que, posiblemente, esté ocurriendo en Venezuela.


Hubo en 1989 una rebelión de los más desprotegidos, el “Caracazo” (o “Sacudón”), que se saldo con entre 300 y 3000 muertos (oficiales y oficiosos); a lomos de esta rebelión, legítima a todas luces por las condiciones de vida que impuso el FMI, se montó, primero, un golpe de estado (1992) y después una movilización política que, en 1998, llevo a Chavez al poder. Se establece una nueva constitución, que es aprobada con un 81% de votos a favor. 

El gobierno de Chavez distribuyó entre las clases más desprotegidas parte de la riqueza que genera el petróleo a través de las llamadas “misiones”, y con ayuda cubana, mejoró la calidad asistencial sanitaria (la conocida Misión Barrio Adentro). No cabe duda de que esa política de choque era necesaria y legítima, aunque nuestra reflexión es que, ya sea debido a pura mala fe de terceros, ya sea por desconocimiento de la real correlación de fuerzas, o por inocencia o ignorancia de novato, o por una mezcla de todo ello, se falló pues paralelamente no se ayudó a convertir la riqueza del petróleo en renta a través de crear tejido social y económico.

No olvidamos que, fruto del neoliberalismo de los años 80 impuesto en Venezuela por el FMI, la sociedad quebró, y unos miraban con desprecio a otros, y otros miraban con rencor a unos. Con esa realidad, imposible de no conocer, tuvo que lidiar Chavez: una realidad que le impulsó al poder, y que luego no parece que supiera gestionar. Incluso puede ser que, con la política de las misiones, la gestionara en parte en su beneficio político. Contaba con  esa y con otra realidad: el Ejército mandaba, y sigue mandando, más gracias a sus intereses económicos que por sus armas, aunque estas podrían estar, si así les interesa, al servicio de aquellos. Y esto Chavez también lo conocía.

Tras 20 años, y asumiendo una compleja realidad trufada de mala fe, de desbordamiento de las instituciones formales por la política en las calles, de cierta inocencia por parte de todos los contendientes con respecto a la respuesta de una ciudadanía de repente dopada con petrobolívares..., el hecho es que, tras ese lapso de tiempo, no se ha creado tejido social en su más amplia acepción, y el resultado ha sido que la exportación ha pasado a ser en la práctica monotemática: el petróleo pasó de representar un 74% a un 96%, y en aquellas materias que antes era  potencia exportadora (café, azúcar y otros) ahora se importan por falta de industria: el 50% de la comida viene de la importación (datos de fuentes diversas de la propia administración venezolana).

¿Son la solución unas elecciones? No existe otra solución, ciertamente, pero no a cara de perro, como seguramente lo serían si se hicieran a corto plazo. Es necesario que de forma previa se pacte una especie de transición liderada y acordada por los segundos de todos los partidos, permitiendo así despersonalizar y apaciguar la negociación. 

¿Una transición como la española? no en términos estratégicos, pues las situaciones no son comparables, pero sí en el objetivo final: que al final del proceso los unos no desprecien a los otros y que los otros no odien a los unos.

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