Resumen. Desde el tiempo
de lo fisiócratas, si no antes, se argumenta, con unas razones u otras, que los
beneficios de los poderosos acaban ayudando al sustento de los menesterosos.
Con unas razones u otras. En el presente texto se intenta mostrar a través de
diversas hipótesis de trabajo y de la nueva conceptualización que Sraffa hizo
del salario (entendiéndolo como la suma de costes de reproducción del factor
trabajo más capacidad de apropiación del excedente) qué ha cambiado en la
apropiación del excedente y cómo este cambio, y su realización, puede ser
tomado como fundamento de la crisis económica (y derivada de ello, social y
política) que estamos padeciendo.
Un poco de historia, necesaria como contexto (a nuestro
parecer)
“[I]r de un lado a
otro, pedir y saber que no te dan trabajo porque no pueden… Si supieses que te
estaban mintiendo, todavía… Pero no, la
verdad es que no hay trabajo para ti: Que la fábrica no tiene necesidad de ti:
Que con los obreros que tiene le bastan y tú, que eres obrero, ¿qué? Porque a los señoritos no les da la gana de
comprar más camas, o más gramófonos, yo tengo que reconcomerme los puños...”
Max Aub, Campo abierto (1951)
Ciertos pensadores fisiócratas entendían como una verdad
natural que gracias a que los aristócratas disfrutaban del lujo (trajes,
mansiones, comida...) el resto -siervos, plebeyos...- no morían de hambre. La
razón es obvia: si los poderosos no consumían de todo y con lujo, los pobres
que trabajaban para ellos no tendrían nada que hacer y, por tanto, nada que
ganar. Eso pensaban[1].
En el Egipto de los Faraones la construcción de templos y
pirámides, así como la de fortalezas y palacios, se hacía con obreros pagados
(sobre todo en especies), y no con esclavos -mito que ha sido desterrado hace
mucho tiempo de cualquier estudio histórico. Vale recordar que consumir lujo no
es la solución, pero en el Egipto de los Faraones ese consumo precisó de -y dio
lugar a- una enorme industria manufacturera: extracción de piedra en las
canteras, talleres metalúrgicos, equipamiento militar, vestidos y manutención,
construcción de barcos… Algo parecido al (falso) “keynessiano” de cavar
agujeros y volverlos a cubrir: las pirámides derivaron en sueldos y supervivencia
de los pobres[2].
Max Aub, en la segunda
entrega de El Laberinto mágico,
título general del enorme fresco -6 novelas- que nos legó sobre la Guerra Civil
Española y sus secuelas, recoge esa sensación de desamparo que bien pudieron
haber tenido en tiempos antiguos los rechazados en las industrias de producción
de bienes de lujo. Ya que no hay igualdad, que al menos los poderosos consuman
para que yo pueda trabajar y comer, piensa Vicente[3]
de Aub: ya que no hay igualdad, al menos que gasten y que no ahorren para que
yo, mi familia, los pobres, el resto podamos comer.
Hace 4.000 años, hace 300 años, hace 60 años, pero
también ahora se plantea la misma aseveración: “Fue el premio Nobel Milton
Friedman el que dijo que habría que bajar impuestos siempre, en cualquier
circunstancia, con cualquier motivo. Y lo dijo mucho antes de que el economista
Arthur Laffer dibujara sobre una
servilleta la famosa curva que lo lanzó a la fama, y en la que viene a señalar
que un recorte de los impuestos fomenta a medio plazo un crecimiento de la
actividad que produce recursos de sobra para compensar las pérdidas que la
generosidad fiscal puede provocar a corto.” (M. A. Belloso, Expansión, 13/07/2017)
Traduciendo, si los ricos tienen más dinero, gastarán más
y su consumo, mejor dicho: su extraconsumo -necesariamente de lujo o
extralujo-, generará actividad económica. Vamos, que no se han movido un ápice
del discurso de los fisiócratas: los pobres (los innecesarios, los
sustituibles) sobreviven gracias al gasto de los ricos, y si los ricos no
gastan, pues...
Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio,
dice el vate. Sí tiene remedio, pero en otra verdad, no en esta verdad. No en
la verdad que provocó -y eso es lo que queremos proponer- la crisis que
padecemos.
Cuatro hipótesis de trabajo
Vamos a plantear como primera hipótesis de trabajo
que en un momento histórico dado dejamos atrás la economía de supervivencia y
aparece el excedente entendido como la diferencia entre lo producido y lo
necesario para reponer los factores de producción. No cuesta mucho imaginar que
el Egipto de los Faraones estaba en ese estadio histórico.
Vamos a plantear como segunda hipótesis de trabajo
que el excedente es, primariamente, excedente alimentario, lo que permite que
se necesite menos fuerza de trabajo para conseguir lo necesario para alimentar
a la sociedad, y, como resultado, la fuerza de trabajo sobrante puede dedicarse
a otras tareas.
Como tercera hipótesis de trabajo asumiremos que a
partir de un momento histórico dado el excedente ya no es apropiado equitativamente
por el conjunto de la sociedad, y que una parte de la sociedad se queda con una
fracción mayor de la que le correspondería si la distribución fuera lineal y
paritaria. Tampoco cuesta mucho imaginar que el Egipto de los Faraones ya
estaba en ese estadio histórico.
Esta apropiación más que proporcional de parte del
excedente (algo que hoy podríamos asimilar al concepto de beneficios) vamos a
entenderla, como cuarta hipótesis de trabajo, como una apropiación en
principio material. Es decir, los que podían apropiarse de más excedente del
que una distribución lineal y paritaria le hubiera dado, se apropiaban física y
materialmente de esa parte del excedente (fuera cual fuera la materialidad de
dicho excedente: comida, ropa, animales, joyas, metales preciosos, armas, edificios...).
Estas cuatro hipótesis de trabajo parecen explicar
perfectamente lo acaecido en el mundo hasta el siglo XIX, hasta que un nuevo
fenómeno irrumpió: la salarización. Este fenómeno no sólo era por aquel
entonces totalmente extraño, sino que, y sobre todo, se impuso a tal velocidad,
imprimió tal cambio de mentalidad que hizo aparecer una nueva sociedad fruto de
una convulsión de un grado desconocido. Estas dos características (radicalidad
y velocidad) imprimieron una violencia al cambio que permitió a los padres de
la Sociología (Watson, Marx, Durkheim o Weber) percibir con claridad el
contraste entre la sociedad moderna -que estaba naciendo literalmente bajo sus
barbes- y la sociedad tradicional -que se esforzaba por sobrevivir.
Hegemonía de la salarización
“(8) Hasta este momento hemos considerado los salarios
como consistentes en los bienes necesarios para la subsistencia de los
trabajadores, de modo que entraban en el sistema en pie de igualdad con el petróleo
para las máquinas o los alimentos para el ganado. Debemos tener ahora en cuenta
el otro aspecto de los salarios, puesto que además del elemento de
subsistencia, que siempre está presente en ellos, pueden incluir una participación
en la producción excedente.” Piero Sraffa, Producción
de Mercancías por medio de Mercancías (Oikos-Tau, 1966)
Marx otorgó una importancia sociológicamente decisiva al
salario en el s XIX, haciéndolo poco menos que motivo y origen de la aparición
de una nueva clase: la clase trabajadora, compuesta no por cualquier
trabajador, si no por aquél cuya fuerza en venta era aplicada a un trabajo
indiferenciado, a un trabajo sans phrase
(abstracto, distinto del artesanal). Lo que Marx no pudo alcanzar a ver, y
debemos decirlo con la máxima humildad y respeto por su inigualable capacidad
intelectual, fue una derivada imprevista del salario (de la salarización como
sistema hegemónico en las relaciones de distribución): el consumismo.
De las tres primeras hipótesis de trabajo (existe
excedente, éste es primariamente -aunque ya no principalmente- alimentario y su
apropiación no es lineal ni paritaria) podemos predicar que se mantuvieron,
pero la cuarta empezó a mostrar una debilidad: la sociedad del consumismo, como
hemos dicho, consecuencia ineluctable de la salarización.
Quién sí empezó a verlo fue Ford: advirtió que con el
salario que daba a sus trabajadores (dinero) compraban coches (mercancía) que
le significaba incrementar sus beneficios (dinero). El tránsito del consumo al
consumismo, vía la hegemonía económica y social del salario y del trabajo
indiferenciado, empezó a darse por aquel entonces y se afianzó rápidamente y a
pasos agigantados.
Si hasta entonces la teoría era que el consumo de los
poderosos permitía a los pobres sobrevivir, y ello gracias a un sistema
económico basado en la relación Mercancía-Dinero-Mercancía (M-D-M), el nuevo
sistema fordiano, basado en el trabajo indiferenciado, ponía en pie una nueva
relación: la de Dinero-Mercancía-Dinero (D-M-D) y la nueva teoría que la
sostenía parecía decir que era el consumo de lo pobres el que sostenía a los
ricos. Y decía algo más: parte del salario ya no era necesario para la
subsistencia, para la reproducción de la fuerza de trabajo.
Tal cosa, el sistema D-M-D, no era nueva, ya existía,
debemos saber, en tiempos de Aristóteles, aunque de forma minoritaria y nada
bien vista: a la primera, la de la transformación Mercancía-Dinero-Mercancía,
la llamaba el filósofo la ecuación económica,
y a la segunda la ecuación crematística,
de la que renegaba por usar el dinero como fin y no como instrumento. Marx
recuperará esta misma crítica en el capítulo IV del Libro I de El Capital.
Ese instrumento, o ese fin, llamado dinero
Está comúnmente aceptado que el trueque dejó paso a la
intermediación gracias al dinero. Ya no cambiamos una mesa (que nos sobra, pero
el que la quiere no tiene zapatos para dar) por tres pares de zapatos (que
necesitamos, pero quien los tiene no necesita una mesa) a través de una cadena
de trueques, sino que, de una manera u otra, ponemos precio a la mesa y a los
zapatos, y con las monedas -el dinero- que obtenemos por la venta de la mesa,
compramos los zapatos.
Pero a medida que la sociedad es social y económicamente
más madura, las relaciones se vuelven más complejas y la compraventa de bienes
no siempre encuentra disponibilidad dineraria por ambas partes. A modo de
ejemplo, tomemos el de la vivienda. Si debo esperar a haber producido
suficiente excedente a lo largo del tiempo como para venderlo y tener el dinero
necesario para comprar una vivienda, se me plantea a mí un problema y al
vendedor otro. Mi problema es de alguna manera vital: no disponer de la
vivienda cuando la necesito, y el del vendedor podría ser también vital:
necesitar el dinero de alguna forma “congelado” en la vivienda para hacer
frente al día a día. Aquí aparece la deuda como herramienta positiva de
intermediación. El vendedor me transfiere el bien a cambio de que yo reconozca
una deuda, que iré pagando con el excedente que vaya produciendo en el futuro.
La deuda permite solucionar los dos problemas: al comprador, acceder a una
vivienda, y al vendedor, acceder a un dinero.
Esta intermediación debe ser más compleja si el vendedor
quiere acceder a todo el dinero de golpe. Aquí entra una tercera figura,
concretada en quien tiene un capital (por ejemplo, oro u otro bien material
reserva de valor, pero no papel) y no tiene necesidad de comprar un piso. Este
nuevo intermediario, que será utilizado como herramienta financiera, permitirá
(con un precio a establecer) que, aunque el comprador no tenga dinero para
pagarla, el comprador disponga de la vivienda y el vendedor disponga de todo el
dinero. En esta intermediación no se crea dinero: el intermediario recibirá el
precio, además del capital prestado, en el futuro y como parte de del excedente
producido por el comprador: se creará riqueza (y dinero, si esta riqueza se
realiza en oro u otro bien material reserva de valor), sí, pero no de la nada,
sino de -y en paralelo al- excedente creado.
Hasta aquí, el dinero como instrumento.
El dinero como fin estuvo, hasta el término de los
acuerdos de Bretton Woods, ligado a la economía material: todo el dinero físico
estaba por ley ligado a través de su convertibilidad (el famoso “PAGARÁ AL
PORTADOR” estampado en el papel moneda) a la existencia de un bien (oro)
depositado en el banco central de cada país. Para mantener esta
convertibilidad, existía todo un compendio de reglamentaciones que impedían
fluctuaciones superiores al 1% de la convertibilidad, reglamentaciones que iban
desde las limitaciones a la creación de llamado dinero bancario, al control de
déficits en las balanzas de pagos, etc. Esta potente regulación daba seguridad
a los actores (comprador, vendedor e intermediario financiero) e impedía que
los instrumentos (deuda, sistema financiero) se corrompieran. Pero la seguridad
tiene un precio: menos beneficios. Los beneficios, de alguna manera, estaban
constreñidos por un cinturón potente: la convertibilidad, que les obligaba a
tener, en todo momento, no solo una realidad contable, sino una realidad física
que los soportara.
“La opinión
dominante ha conseguido ahogar toda discusión acerca de la conveniencia del
patrón oro, principalmente aludiendo los siguientes argumentos (fácilmente
rebatibles) en contra: No hay suficiente oro en el mundo para dar soporte a
toda la economía, es una “reliquia bárbara”, es deflacionario, no permite la
expansión de la economía y genera desigualdades.” (http://bit.ly/2QcwE09,
blog sobre “el euro, el dólar y el oro y plata de inversión”). Verdad o
mentira, lo cierto es que fue un cinturón que obligaba a que los beneficios se
materializaran, cinturón ahora inexistente y, lo que es más importante -pues no
se trata de defender el patrón oro-, llevaba parejo un conjunto de salvaguardas
que no sólo no han sido sustituidas por otras de equivalente eficacia, si no
que desde el final de Bretton Woods hasta la derogación de la ley
Glass-Steagall (¡por la administración demócrata Clinton!, la que imponía de la
separación de la banca comercial -la de la deuda “buena”- y la banca de
inversiones -la de la deuda, como veremos, “mala”-) ha existido una continua
erosión de las salvaguardas económicas, sociales e incluso políticas.
Quinta (y sexta) hipótesis de trabajo
En el s XX será significativamente importante (en el
sentido de que, si bien pudo darse también antes, no era un hecho ni tan sólo
condicionante de las relaciones sociales de distribución) que la apropiación
por parte de los poderosos de parte del valor del excedente (desigual a su
favor, según la tercera hipótesis de trabajo) no conlleva similar
apropiación material del excedente.
Y está es la quinta hipótesis de trabajo, que
modifica la cuarta: en las sociedades maduras social y económicamente (así como
en las elites del resto de sociedades) parte de la apropiación del excedente por
parte de los poderosos se realiza materialmente (entendiendo la materialidad de
dicho excedente: comida, ropa, animales, joyas, metales preciosos, armas,
edificios, servicios de lujo... y cualquier otro consumo de lujo legal o ilegal
imaginable) y parte no se realiza materialmente, sólo contablemente en forma de
ahorro (no inversión y no gasto).
En 1913 N.
Johannsen, economista amateur que influyó en el mismo Keynes, llamó a ese
beneficio no invertido y no gastado “inquietante forma de ahorro”. El mismo
Keynes, en 1933, acuñó su famosa sentencia de la “eutanasia del rentista” como corolario a su tesis de que en todo
sistema de ciclo cerrado (y nuestro actual sistema económico, en tanto que
global, ya lo es) si el Beneficio no
se convierte en Inversión (entendida
en su más amplio significado) o Gasto,
el sistema necesariamente colapsará.
¿Qué nos sugiere la quinta hipótesis de trabajo? Primero,
si y sólo si los factores de producción -factor humano, o sea salarios[4],
incluido- no son retribuidos con el 100% de lo producido a precio de venta
entonces habrá beneficios; segundo, si no retribuyo con el 100% para que haya
beneficios, si y sólo si uso esos -todos los- beneficios sea en consumo (de
lujo, una de las dos formas indirectas de retribuir a la sociedad: comprando
bienes y servicios de consumo de lujo) sea en inversión material (la otra forma
indirecta: invirtiendo en bienes y servicios de producción creando una
desbocada espiral de crecimiento) no se dará la llamada “inquietante forma de
ahorro” ni estaremos en riesgo de colapso; tercero, si ni retribuyo, ni consumo
ni invierto el importe del 100% de lo producido a precio de venta, y por lo tanto
hay beneficio no realizado materialmente, se da una cesura entre todo el
producto elaborado y todo el dinero retribuido a los factores de producción,
cesura que sólo se puede cerrar con cargo o bien al ahorro previo de los
asalariados o bien prestando dinero con que cubrir (y con ello, comprar) la
diferencia.[5]
Ahora bien, si parte de los beneficios no se realizan
como gasto (consumo o inversión) ¿dónde los podemos encontrar?
Vamos con la sexta hipótesis de trabajo: los
asalariados (incluyendo, según la nota al pie, desde autoproducción hasta, por
cuenta propia, jubilados y demás) de una sociedad tienen una capacidad de
ahorro limitada, y dado que mayormente sus rentas son necesarias para su
reproducción[6], nunca será
suficiente para cerrar la cesura que la quinta hipótesis de trabajo
prevé como tercera sugerencia. Esta hipótesis nos induce a pensar que, ciclo
tas ciclo, se hace necesario crear una deuda equivalente a la cesura provocada
por la aparición de esa “inquietante forma de ahorro”. En tanto que estamos en
un sistema D-M-D, no hay posibilidad de que la bola de deuda pare de crecer:
los beneficios no gastados (no realizados ni a través del consumo ni a través
de la inversión) crearán ciclo tras ciclo una cesura que ningún ahorro de la
clase asalariada (ver nota 4) podrá cubrir, por lo que, si no queremos que el
sistema colapse, deberá ser cubierta con deuda.
Lo dicho en el anterior párrafo nos permite inferir que
cualquier colapso parcial de los sistemas crediticios o del consumo privado (y
su impacto en las expectativas del mundo empresarial) se verá magnificado por
atentar directamente a la ecuación de crear beneficios D-M-D.
Volvamos, para finalizar este capítulo, a la pregunta
sobre dónde podemos encontrar el ahorro inquietante. Una parte de dicho ahorro
es fácil seguirla: en forma de créditos al consumo a las esferas privada y
pública. La otra parte, también: los mercados de inversión en todas sus
vertientes, más o menos especulativos, más o menos usados como instrumentos de
geopolítica, más o menos usados como sistemas extractivos de rentas, pero casi
nunca como expresión de las necesidades de la economía material. O sea, los
encontramos en la expresión de las dos patas de la financiarización de nuestra
sociedad: deuda y especulación.
A modo de conclusión
Hipótesis de trabajo presentadas:
- Existe excedente.
- Éste es
primariamente -aunque ya no principalmente- alimentario.
- Se da una
apropiación no equitativa del mismo.
- Hasta cierto
momento de la historia, la apropiación del excedente es exclusivamente material
(comida, ropa, animales, joyas, metales preciosos, armas, edificios...).
- Desde cierto
momento de la historia (tomando como paradigma la decisión de Ford de doblar
los salarios día) la emergencia de la salarización como instrumento hegemónico permite
la emergencia de dos nuevas realidades:
o
La apropiación del excedente por parte del Capital irá dejando
de ser material en su totalidad: se apropia del valor, pero no lo realiza a
través del gasto.
o
Los salarios necesariamente no tendrán suficiente
capacidad de ahorro como para cubrir el no consumo (el menos gasto) de la nueva
forma de apropiación (ver diagramas Anexo 2 desde los 90, la deuda privada es
de forma consistente el triple de la deuda pública).
¿Por qué, cabe preguntar por lo dicho, si en ningún
momento los salarios han podido consumir la cesura creada por esa apropiación
del valor, y no de la materia, la sociedad no quebró mucho antes? A partir del
mediados de los años 70 del pasado siglo, la financiarización de la economía será
una respuesta plausible. Antes, en los llamados “los 30 gloriosos” (del 45 al
73), se dará la confluencia de tres vectores que ayudaron a evitar (que no
resolver) el problema de la nueva forma de apropiación: primero) una
estatalización de la economía, fruto de la debilidad del músculo financiero
privado existente tras la II guerra mundial, que junto a una conciencia moral
asustada dará pie al estado del bienestar, que fue una innovadora herramienta
de redistribución (gasto) del excedente a favor de los asalariados (ver nota 4 con
definición de asalariados); segundo,
un incremento de la producción ciclo tras ciclo que permitía ir tapando la
cesura de un ciclo con el mayor trabajo del siguiente: el crecimiento, como
hemos indicado, empujaba el problema hacia el futuro, pero no lo solucionaba,
sino que lo incrementaba tanto como el tamaño de la cesura; y tercero, la
destrucción/extracción de renta/ahorro por parte de las economías occidentales,
y las europeas en particular, de los países en desarrollo vía la colonización
de sus recursos primarios.
A partir de los 80 del siglo pasado los tres vectores
sufrieron cambios significativos: el primero será, y es, atacado por la
desregularización y la privatización; el segundo no sólo se encuentra con los
límites ecológicos y medioambientales, sino que para tapar la cesura se
“crearon” (por lo de ser “creativas” en el peor de los sentidos) herramientas
financieras para conceder créditos que taparan lo que la cesura no dejaba de
ensanchar: la diferencia entre lo producido y la capacidad de consumo; y el
tercero por la aparición de nuevos actores significativos en la economía global
que disputarán esa rentas en detrimento de que financien “nuestra” capacidad de
consumo.
Conclusión
Entonces ¿cuál es la conclusión? Si aceptamos como
válidas las hipótesis de trabajo, entonces cabe afirmar como corolario
ineludible de las mismas que la financiarización de la economía, entendida como
la suma de dos procesos: un incremento constante de la financiación mediante
créditos del gasto privado y público y la existencia de mecanismos extractivos,
basados en la aplicación de los beneficios ahorrados, de rentas de la economía
material a través de instrumentos financieros, viene fundamentada por un único
hecho de dos caras: el incremento de beneficios (o mayor apropiación del
excedente) como causa y efecto de una decremento relativo y absoluto de las
rentas salariales (o de la clase asalariada: ver nota 4). Este incremento de la
parte apropiada, que de por sí ya indica una mayor desigualdad, se agrava por
el modo en que se realiza: mediante sólo el valor y no realizando su
materialidad.
Debemos entender, con todo y para explicar una posible
primacía, que nada se da de repente ni nada tiene su origen desde la total
ausencia: ni el dinero-deuda se creó porque alguien dijo un “fiat lux” en el vacío, ni la
salarización -o incluso, una mayor desigualdad- indujo necesariamente la
financiarización. Para resolver una posible primacía podemos plantear para qué
se hubiera necesitado dinero-deuda si todos los beneficios, por enormes y
desmesurados que fueran, se hubieran gastado ciclo tras ciclo (a través del
consumo o la inversión material) abortando la existencia del “ahorro
inquietante”. La única opción viable para el dinero-deuda sería financiar la
compra de aquellos bienes cuyo pago excede la capacidad de apropiación del
excedente del comprador (por ejemplo, la vivienda), deuda que se iría
destruyendo en la medida que el comprador, con cargo a su capacidad de generar
excedente, fuera devolviendo principal y precio ¿Y nada más? No, pues no habría
nada más que comprar.
¿Eliminaría la desigualdad la desaparición del
dinero-deuda? De ninguna manera, pues si bien la desaparición de la desigualdad
(un hipotético, aunque muy improbable, reparto equitativo del excedente) sería
condición suficiente para que el dinero-deuda quedara restringido al ejemplo de
la compra de una vivienda, no sería condición necesaria: la sociedad antigua,
en la que el dinero -siempre una mercancía especial por ser reserva de valor-
era físico, no operaba con dinero-deuda, pero la desigualdad existía sin el
menos asomo de duda.
Igualmente, la desigualdad no es condición suficiente,
aunque si necesaria, para la aparición del dinero-deuda. Se hace necesario que
exista una parte del excedente destinado a ser comprado (consumo, pero también
consumismo) y que el Capital no retribuya de forma suficiente a la sociedad en
su conjunto para cubrir esa compra. Es esta cesura (la que viene provocada por
la apropiación del valor del excedente, pero no de su materialidad) la que
obliga a que el dinero-deuda mute de su función socialmente necesaria (la
adquisición de bienes de alto precio y larga amortización) a una función
meramente especulativa (la financiación de los beneficios no realizados materialmente)
A lo largo de todo este análisis hemos tenido muy
presente el modelo econométrico de Piero Sraffa. De hecho, no se puede entender
este texto sin la conclusión que Sraffa extrae de su modelo en cuanto a las
relaciones de distribución:
donde:
· r es la renta del capital (en % de beneficio sobre los
medios de producción)
· R es la productividad del sistema económico [(output -
input) / input]
· w es el tanto por
uno de apropiación del excedente por parte de los asalariados (output -
input)
Su modelo nos permite establecer la siguiente cadena de
causa efecto que hemos intentado aflorar a través del presente ensayo:
Atacar lo que fundamenta la actual crisis significa
atacar lo que permite que los beneficios de las empresas se conviertan en
“ahorro inquietante”, músculo de la financiarización de un capitalismo impaciente[8],
que promueve como exclusiva herramienta la creación de deuda[9]
(el dinero-deuda), pues no puede darse otra, para mantener vivo el sistema
basado en el consumo a pesar de la cesura creada.
“El endeudamiento
fue una medicina vital para salir de la Gran Recesión, pero el abuso del crédito
amenaza con inocular el veneno de la próxima crisis”
“El crédito crea
una adicción extrema. Por eso el mayor riesgo es la gran velocidad a la que se
ha alcanzado el nivel actual. Más de un tercio de las economías avanzadas, por
ejemplo, deben como mínimo el equivalente al 85% del tamaño de su economía,
tres veces más en el año 2000. Los gobiernos, al pisar el acelerador del
crédito, han sorteado la recesión, pero podrían estar hipotecando el futuro
económico de sus países. “Con el tiempo, la deuda deja de estimular la
actividad. Cada vez se necesita más acumulación de préstamos para generar un
punto porcentual de PIB adicional. El crecimiento impulsado por la deuda puede
ser divertido al principio, pero simplemente trae al presente consumo futuro, que
luego echaremos de menos”, dice Alfredo
Álvarez-Pickman, economista jefe de
Key Capital Investment.”
Addendum
¿Importa cómo se crea el dinero?
Las hipótesis de trabajo planteadas son indiferentes a
cómo los bancos (incluido los bancos centrales y la banca “en la sombra”) crean
y destruyen el dinero-deuda, si por el sistema de reserva fraccionaria, por el
sistema de préstamo en función de las garantías establecidas en BASILEA III,
por mero apunte contable del banco central o por actuaciones “en la sombra”.
Siempre que sea a través de un crédito distinto al explicado[10], la creación de dinero, con independencia de la forma
legal que lo permita, siempre será necesariamente creando deuda. Como decimos,
tanto da que sea banca privada o banca pública, luminosa o sombría, toda
creación de dinero no ligada a la realización del excedente sólo puede darse
como deuda, y por eso una apropiación del excedente que sólo conlleve la
apropiación de su valor, pero no de su materialidad, devendrá necesariamente en
la aparición de la deuda como instrumento para cerrar dicha cesura.
En otras palabras: la creación de dinero a través de la
creación de deuda es el instrumento usado para financiar, con cargo a la clase
asalariada, los beneficios del Capital. De hecho, y para entender mejor el
alcance del actual problema de deuda, necesitamos un nuevo bagaje conceptual
-del que aquí no disponemos- que permitiera entender/distinguir el dinero como
reserva de valor (material físico intercambiable con el resto de las
mercaderías) y el dinero-deuda. Y ello es importante pues, aunque nuestro saldo
en una cuenta corriente (o en un fondo de inversión) está formado por los dos
de forma indistinguible, sería una potente herramienta conceptual para entender
la realidad.
¿Puede un Estado “crear” dinero sin “crear” deuda? ¿Qué
implicación tendría si tal cosa se diera?
Sí, puede y con diferentes herramientas: a través de
servicios, inversiones o incluso con rentas mínimas dinerarias. Cada
herramienta con sus peros, ciertamente, pero puede. La implicación es
manifiesta y casi indiscutible: significaría una redistribución progresista de
las rentas generadas por la sociedad.
La estrategia y las tácticas políticas, sociales y
económicas necesarias no son materia del presente texto, pero cabe decir que
revertir el actual monto de dinero-deuda no puede hacerse de forma dramática,
sino a través de políticas en parte conservadoras (como por ejemplo la llamada
“oxidación”, aplicada a los capitales financieros, o la tasa Tobin),
aquilatando su puesta en marcha a impedir crisis que hicieran el remedio peor
que la enfermedad. Pero como hemos dicho, no es función del presente texto su
discusión, ya que nos queremos centrar en poder conocer el fundamento primero
de la actual crisis (la cesura provocada por la apropiación del valor de una
parte del excedente, pero no de su materialidad), y si éste es condición
necesaria y suficiente para sentar la base de la presente crisis.
Creación de dinero con intermediación.
T0: Sea A que tiene oro por valor de Q, Sea B que tiene
el bien S que vale Q y sea C que desea adquirir P, pero no dispone de reserva
de valor para comprar.
T1: A presta a C oro por valor Q a cambio de un contrato
en el que C se compromete a devolver Q(1+r) en determinado tiempo. C compra a B
el bien S dándole oro por valor Q.
T2: B tiene oro por valor Q, D tiene el bien T, E desea adquirir
P, pero no dispone de reserva de valor para comprar.
T3: B presta a E oro por valor Q a cambio de un contrato
en el que E se compromete a devolver Q(1+r) en determinado tiempo. E compra a D
el bien S dándole oro por valor Q.
Ahora A y B tienen sendos contratos por los que recibirán
en un tiempo determinado Q(1+r) en bienes de reserva de valor; C y E tienen
respectivamente los bienes S y T; D tiene oro por valor Q.
T4: En el mismo día que formaliza el contrato, B vende a
F por oro por valor Q el contrato del préstamo.
Ahora A y F tienen sendos contratos por los que recibirán
en un tiempo determinado Q(1+r) en bienes de reserva de valor (por ejemplo,
oro); C y E tienen respectivamente los bienes S y T; D y B tiene cada uno oro
por valor Q.
Por mucho que compliquemos este proceso, nunca se creará
más dinero que el precio acordado en los contratos, creación que será a futuro
y que dependerá de que se pueda crear excedente por al menos el valor del
principal más el precio de la operación.
El motivo es obvio: estamos ante una economía de trueque
en la cual socialmente, y por convención, se asigna a un bien la capacidad de
ser reserva de valor, lo que permite aplicar una relación transitiva que
permite establecer el trueque entre dos o más mercancías sin que sea necesario
que el intercambio obligue a que todas estén presentes a la vez. Pero sigue
siendo una economía de trueque. Como lo siguió siendo, en mayor, o menor medida,
mientras existió el patrón oro.
Que ya no estemos en una sociedad de trueque -sea este
directo o indirecto- es a su vez condición necesaria para que se dé esa cesura.
Y si bien tal vez no sea factible volver a un patrón material como reserva de
valor, si es necesario crear un conjunto de regulaciones que permita lo que
podría permitir un patrón material como reserva de valor:
“[L]a vuelta a un
sistema de referencia fiable, que no depende del rigor moral de sus
dirigentes-gestores sino en un respaldo material infalsificable, trazable,
medible, auditable, reconocible y reconocido.
Principio de
responsabilidad financiera: Es el ahorro procedente del excedente el que da
lugar a la inversión que lo convierte en capital. La deuda puede resultar útil
pero no puede ser el fundamento del capital. El actual sistema ha invadido con
deuda hasta el último rincón de la economía productiva (financiarización).
El precio fijado
para el oro en un patrón oro es lo que determina si el sistema será
deflacionario o inflacionario. Basta calcular la relación entre el dinero en
circulación y la cantidad de oro disponible como respaldo para establecer un
precio objetivo adecuado para que no haya presión deflacionista.” (http://bit.ly/2QcwE09,
blog sobre “el euro, el dólar y el oro y plata de inversión”)
Aunque aún nos parezca a muchos algo de economía-ficción,
es posible que una criptomoneda, soportada
por un organismo internacional que actúe como autoridad monetaria mundial,
pueda ser la condición de posibilidad para que se dé un patrón pseudo-material como reserva de valor
base para unas nuevas regulaciones que impidan -o al menos sean freno para- la
aparición de este tipo de crisis.
Anexo 1
Composición
de los precios, según Piero Sraffa (Producción
de Mercancias por medio de mercancias, en adelante, PMMM, Oikos, 1965).
Sistema
productivo tipo:
A1
+ B1 + C1 + ... + N1 à A
A2
+ B2 + C2 + ... + N2 à B
A3
+ B3 + C3 + ... + N3 à C
.../...
An
+ Bn + Cn + ... + Nn à N [1]
“Mn”
donde “M” es el nombre de un input, “Mn” representa la cantidad de
”M” utilizada en la industria que produce “M”; algun “Mn” puede ser
0.
Para
que el sistema sea excedentario es necesario que la suma consumida sea menor
igual a la producida:
A1
+ A2 + A3 + ... + An [menor o igual] A
B1
+ B2 + B3 + ... + Bn [menor o igual] B
C1
+ C2 + C3 + ... + Cn [menor o igual] C
.../...
N1
+ N2 + N3 + ... + Nn [menor o igual] N [2]
Excedente[11]:
(A + B + C + ... + N) - (A1 + A2 + A3 + ... +
An + B1 + B2 + B3 + ... + Bn + C1 + C2
+ C3 + ... + Cn + .../... + N1 + N2
+ N3 + ... + Nn) [3]
Primera
consideración,
si el sistema no es capaz de reproducir las condiciones iniciales, el sistema
entendido bajo un punto de vista global (o sea: un sistema autónomo sin
relaciones de importación/exportación con un tercer sistema, o de ciclo
cerrado, según la teoría keynesiana) acabará por colapsar.
Sistema
productivo tipo con precios:
(A1pa+
B1pb + C1pc + ... + N1pn)(1+r)
= Apa
(A2pa+
B2pb + C2pc + ... + N2pn)(1+r)
= Bpb
(A3pa+
B3pb + C3pc + ... + N3pn)(1+r)
= Cpc
.../...
(Anpa+
Bnpb + Cnpc + ... + Nnpn)(1+r)
= Npn [4]
Excedente
en termes monetarios: (Apa + Bpb + Cpc + ... +
Npn) – ((A1 + A2 + A3 + ... + An)pa
+ (B1 + B2 + B3 + ... + Bn)pb
+ (C1 + C2 + C3 + ... + Cn)pc
+ .../... + (N1 + N2 + N3 + ... + Nn)pn)
[5]
Segunda
consideración,
si entendemos la fuerza del trabajo como un input más con retorno al final del
ciclo, su reproducción (y por tanto, la dotación necesaria para tener la misma
fuerza al inicio del ciclo siguiente) no puede contemplar sólo las condiciones
de supervivencia, sino que debe tener en cuenta la reproducción de las
condiciones reales en cuanto a salud, educación y disponibilidad, o sea,
aquellas en las que podrá desarrollar idénticas capacidades sin pérdida
(capítulo 2, punto 8 del libro PMMM). Dado que el salario real lo podemos subdividir
en la parte de “subsistencia” (supervivencia más salud, educación y
disponibilidad) y “resto” (capacidad de apropiación del excedente), incluiremos
una nueva cantidad, Li, y una nueva variable, wi[12],
que representarán la capacidad de consumo no básica del Trabajo (la parte del
salario no dedicado a la adquisición de los bienes básicos necesarios para la
reproducción de la capacidad de trabajo).
Las
ecuaciones pasarán a ser así:
(A1pa+
B1pb + C1pc + ... + N1pn)(1+r)
+L1w = Apa
(A2pa+
B2pb + C2pc + ... + N2pn)(1+r)
+L2w = Bpb
(A3pa+
B3pb + C3pc + ... + N3pn)(1+r)
+L3w = Cpc
.../...
(Anpa+
Bnpb + Cnpc + ... + Nnpn)(1+r)
+Lnw = Npn [5]
El
valor, en términos monetarios, del excedente [3] dependerá de los precios [5].
Diferentes conjuntos de precios darán diferentes valores monetarios del
excedente, haciendo imposible una valoración objetiva del rendimiento del
sistema. El motivo viene dado porque en el conjunto de fórmulas [4] hay n
ecuaciones independientes y n + 2 incógnitas (los precios de los n inputs y r y
w)
Si
volvemos al conjunto de ecuaciones [1] y aplicamos un conjunto de
multiplicadores en cada línea “qa” a “qn”:
qa(A1
+ B1 + C1 + ... + N1) à qaA
qb(A2
+ B2 + C2 + ... + N2) à qbB
qc(A3
+ B3 + C3 + ... + N3) à qcC
.../...
qn(An
+ Bn + Cn + ... + Nn) à qnN [1 bis]
tales
que permitan que la [2] se convierta en una desigualdad especial, y cumpla la
siguiente relación:
(qaA1
+ qbA2 + qcA3 + ... + qnAn)
/ qaA =
=
(qaB1 + qbB2 + qcB3
+ ... + qnBn) / qbB =
=
(qaC1 + qbC2 + qcC3
+ ... + qnCn) / qcC =
.../...
=
(qaN1 + qbN2 + qcN3
+ ... + qnNn) / qnN
y
como condición para mantener la misma cantidad global de trabajo[13]
añadimos:
qaL1
+ qbL2 + qcL3 + ... + qnLn
= 1
podremos
explicitar una Razón Patrón (R)
igual para todas las industrias con independencia de los precios:
(qaA1
+ qbA2 + qcA3 + ... + qnAn)(1
+ R) = qaA
(qaB1
+ qbB2 + qcB3 + ... + qnBn)(1
+ R) = qbB
(qaC1
+ qbC2 + qcC3 + ... + qnCn)(1
+ R) = qcC
.../...
(qaN1
+ qbN2 + qcN3 + ... + qnNn)(1
+ R) = qnN
qaL1
+ qbL2 + qcL3 + ... + qnLn
= 1 [6]
El
conjunto de ecuaciones [6] esta compuesto por n + 1 ecuaciones con n + 1
variables (los n multiplicadores qi más R), con lo que para cada
conjunto determinado de Input/Output, y con independencia de los precios que
existan en cada momento, existirá un y solo un conjunto de soluciones que serán
solución tanto de los n multiplicadores qi como de R.
En
términos de sistema, tenemos que I(1+R ) = O, o sea, que
R
= (O - I) / I [7]
Pero
el conjunto de ecuaciones [5] tiene n ecuaciones y n + 2 incógnitas (los n
precios, más r y w). Deberemos ahora reducir el número de incógnitas, y para
ello primero sustituimos en [5] las cantidades Ai, Bi,…,
L1,…, A,… por el resultado de aplicar los multiplicadores (A’1
= qaA1, A’2 = qbA2, B’1
= qaB1, B’2 = qbB2,…, L’1
= qaL1,… A’ = qaA,…), y obtendremos:
(A’1pa+
B’1pb + C’1pc + ... + N’1pn)(1+r)
+L’1w = A’pa
(A’2pa+
B’2pb + C’2pc + ... + N’2pn)(1+r)
+L’2w = B’pb
(A’3pa+
B’3pb + C’3pc + ... + N’3pn)(1+r)
+L’3w = C’pc
.../...
(A’npa+
B’npb + C’npc + ... + N’npn)(1+r)
+L’nw = N’pn [5 bis]
Y
la desarrollaremos de forma matricial[15]:
I(1+r)
+ (O – I)w = O [8], donde
I (input) = matriz cuadrada
de las cantidades de entrada
O (output) = matriz
diagonal de las cantidades producidas
r = matriz columna,
rentabilidad de los beneficios del Capital
w = matriz columna,
apropiación (en tanto por uno) del excedente (Excedente = O – I)
de
[8] obtenemos:
Ir
+ I + Ow – Iw = O, de donde
Ir
= O – I – Ow + Iw, de donde
r
= (O – I – Ow + Iw)/I, que por distributiva
r
= (O – I)/I – (O – I)w/I, que aplicando [7] tenemos,
r
= R – Rw, o sea,
r = R(1 – w) [9]
donde:
·
r es la renta del
capital (en % de beneficio sobre los medios de producción)
·
R es la
productividad del sistema económico [(output - input) / input]
·
w es el tanto por uno de apropiación del
excedente por parte de la clase asalariada[16]
(output - input)
Con
esta fórmula, que demuestra que para un R
dado (que recordemos está sólo determinado por las cantidades de entrada y
salida –ver la ecuación [6]- y es independiente de los precios), si fijamos una
de las dos variables r o w, la otra queda fijada, por lo que el
conjunto de ecuaciones [5 bis] pasa a tener n ecuaciones con n variables, por
lo que tiene solución y depende de los valores que en cada momento tomen la
pareja r y w, siendo siempre uno de ellos resultado del otro y viceversa.
Dicho
de otra manera, y como resumen de lo anterior, en una sociedad con el modo de
producción capitalista los precios dependen de -y explicitan- los diferentes
grados de apropiación del excedente por parte de los dos actores, el Capital y el Trabajo.
Corolarios
de la ecuación [9].
1)
Cuando r es igual a R, el salario recibido por los asalariados es el de
subsistencia (entendida esta subsistencia según la consideración segunda antes
expresada), salario aportado ex ante y que participa como un input más. En este
caso w pasa a ser 0, por lo que será el conjunto de ecuaciones [4] el que
represente al modelo del sistema económico[17].
(A1pa+
B1pb + C1pc + ... + N1pn)(1+r)
= Apa
(A2pa+
B2pb + C2pc + ... + N2pn)(1+r)
= Bpb
(A3pa+
B3pb + C3pc + ... + N3pn)(1+r)
= Cpc
.../...
(Anpa+
Bnpb + Cnpc + ... + Nnpn)(1+r)
= Npn
2)
Cuando r es menor que R, w es mayor que 0 y el conjunto de ecuaciones [4] deja
paso al [5] como modelo del sistema económico:
(A1pa+
B1pb + C1pc + ... + N1pn)(1+r)
+L1w = Apa
(A2pa+
B2pb + C2pc + ... + N2pn)(1+r)
+L2w = Bpb
(A3pa+
B3pb + C3pc + ... + N3pn)(1+r)
+L3w = Cpc
.../...
(Anpa+
Bnpb + Cnpc + ... + Nnpn)(1+r)
+Lnw = Npn [18]
3)
Cuando r / (1-w) es mayor que R, situación que en el modelo no se puede dar sin
hacer intervenir al crédito para financiar esta diferencia, estamos ante una
descapitalización encubierta del sistema (que acabará produciendo una
minoración de la input en un ciclo posterior, ya que acabará no pudiéndolo
retribuir), descapitalización que llevará al sistema al colapso, ya sea por
atentar al principio económico de no reproducir las condiciones iniciales del
Trabajo (verbigracia: España y el ladrillo, que hundió la reproducción del
I+D+i, y busca ahora seguir arañando plusvalía a través de hundir, vía la
privatización, otros servicios públicos: salud, disponibilidad -políticas
regresivas en temas de dependencia, reproducción y cuidado-, acceso a mínimos
vitales…), ya sea por atentar, a través de financiarización de las empresas, al
mismísimo capital industrial.
4)
En un sistema de ciclo cerrado (y nuestro actual sistema económico, en tanto que
global, ya lo es)
si la suma de valor monetario de r y de w no se dedica, directa o
indirectamente (el ahorro para gasto futuro no tiene la consideración de
“inquietante”) al gasto o inversión, entonces no todo el producto excedente
(ver ecuación [3]) podrá ser adquirido, por lo que, o bien se generará deuda
para el consumo del remanente (deuda que deberá ser equivalente en valor
monetario al capital ocioso e “inquietante”) o bien se generará una situación
de exceso de producción sobrevenida.
Documentos
relacionados, fuente del presente anexo:
Libro original completo en inglés de
PMMM, disponible en PDF en http://bit.ly/2PcU8Wv.
Libro “Apuntes de economía política”,
de Luigi Spaventa, disponible en http://bit.ly/2SLYWAi.
Artículo “El enfoque de Sraffa”, de
Agustí Barceló, disponible en http://bit.ly/2JGoZ86.
Ensayo universitario, a cargo de
Sebastián Álvarez (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina), disponible en http://bit.ly/2DnLVbY.
Anexo 2
Elaboración propia con datos estadísticos
obtenidos en https://datosmacro.expansion.com/
|
[1] No vale ahora con nuestros conocimientos hacer leña
tachando de tontería o de conspiración algo que, sin duda y como mera descripción,
es verdad: si los aristócratas y burgueses se hubieran vuelto de repente
ascetas y dejaran de consumir, y siendo que ellos tenían el poder -y también
era suya la gente armada-, los siervos y plebeyos no indispensables morirían de
hambre. La descripción es correcta, el análisis es correcto. La solución,
consumir lujo, ya sabemos que no, aunque eso es harina de otro costal.
[2] Una
minoría trabajaba todo el año y el resto de los obreros los meses en los que la
agricultura no precisaba mano de obra. Los temporeros -con algunas, aunque
pocas, mujeres- trabajaban unos tres meses al año. De esa época, y en concreto
en tiempos de Rameses III, se da la primera referencia a una huelga ¿de qué se
hubieran alimentado los braceros y labriegos si los poderosos del tiempo de los
Faraones no hubieran construido el lujo y boato de sus edificaciones?
[3] “Eres un hombre como los demás.
Tienes brazos, tienes manos y cabeza. Puedes trabajar, sabes trabajar tan bien
como cualquier otro. Sabes soldar como el mejor. Y no tienes trabajo. No
encuentras trabajo. No puedes trabajar.
Pides, y no hay trabajo, y miles de otros obreros trabajan. Y les pagan y
pueden comer. Pero tú, no.”, Campo
abierto (1951).
[4] Entendiendo
que actualmente el significado de “clase obrera o trabajadora” puede quedar
desdibujado por la tremenda complejidad de nuestra sociedad, y en base a lo que
hoy y aquí significa y alcanza el salario, avanzamos una propuesta de
definición de “clase asalariada”:
conjunto de los ciudadanos que dependen directa o indirectamente de un salario
-por cuenta ajena, autónomo o cuenta propia- o de las cotizaciones e impuestos
a él asociadas, y dedican sus rentas -salario, ganancia, pensión, subsidio o
similar- principalmente al consumo y a pagar impuestos para hacer funcionar la
parte pública de la producción de bienes básicos; se debe incluir a los que no
trabajan, por ser estudiantes, en paro, en autoproducción/autoconsumo, en
tareas de cuidado y hogar, jubilados o similares, ya que también son, ni que
sea indirectamente, salario-dependientes.
[5] Tanto el
ahorro como el préstamo no tienen por qué ser entendidos como ahorro o préstamo
existentes o generados dentro de las fronteras donde se produce y se acumula el
beneficio: el ahorro de una sociedad puede financiar el consumo de otra.
Además, aceptando que los flujos internacionales de bienes, servicios y
capitales añaden una complejidad a las hipótesis de trabajo aquí presentadas,
es fácil entender que podemos asumir tanto que la Tierra ya puede ser tratada
como una sociedad plenamente conectada a efectos económicos y financieros, con
lo que ahorros y créditos circulan por ella con plena libertad a los efectos
descritos, como que, por lo que hace al objetivo del presente texto, no incluir
esa complejidad no le resta capacidad de explicación.
[6] En la línea de lo
expuesto por Sraffa, pero acercándolo a nuestros tiempos, entendemos como salario/renta
(directo e indirecto -vía servicios basados en impuestos) de reproducción aquél
que permite reproducir las condiciones iniciales de la fuerza de trabajo, y que
debe retribuir algo más que la pura subsistencia física. Debe retribuir (por lo
que debe ser considerado como actual coste de reproducción de la fuerza de
trabajo) la educación y la formación de titulados en diversos niveles de conocimiento,
la salud y la sanidad, la cultura, la administración y los servicios públicos,
así como la seguridad jurídica, de expresión, política, reproductiva o de
cuidado.
Necesitamos retribuir todos esos elementos para que,
ciclo tras ciclo, la fuerza de trabajo tenga la misma o mejor capacidad de
producción –la misma o mejor productividad- que en el inicio del ciclo
anterior.
[7]
Si
estas reflexiones tienen un mínimo interés, será gracias a las herramientas que
Sraffa pone a nuestro alcance: sistema
patrón, mercancía patrón, razón patrón, salario de subsistencia y salario
excedente (variable), participación de los salarios y beneficios en el
excedente, trabajo fechado… Y si no tiene interés alguno, Sraffa no tiene
ninguna culpa ni responsabilidad: asumimos en su totalidad la negligencia de no
haberle entendido correctamente. Ver Anexo 1
para una aproximación al desarrollo de la teoría sraffiana de generación y
distribución del excedente.
[8] “Capitalismo
impaciente” es una conceptualización realizada por Bennett Harrison, según
indica Richard Sennett en su libro La
cultura del capitalismo (Anagrama, 2006, página 39): “Lo importante era que, para [los inversores], la medida de los resultados estaba en el precio de las acciones y no
en los dividendos de la empresa. [Para ello] formaron cuadros [que consiguieran] resultados a corto plazo antes que a largo plazo… Por esta razón [sigue
Sennett] mientras que en 1965 los fondos
de pensiones norteamericanos mantenían las acciones un promedio de 46 meses, en
el año 2000 gran parte de estos inversores institucionales cambio de mano cada
3,8 meses como promedio”.
[9] Pero no sólo presta a
los asalariados o a la administración Pública, también “presta” a su propia
empresa: “En un hito de la desregulación
societaria y mercantil, se aprobó una nueva forma de “capital y recursos
propios” para las sociedades mercantiles: los Préstamos Participativos.
Mediante el R.D.7/1996 de 7 de junio, en su artículo 20, se dieron legalidad a
los Préstamos participativos, que como su nombre indica son “prestamos
retribuidos” y costosos para la empresa que los recibe. La norma equiparó estos
préstamos de los socios a las aportaciones del capital privado, al concederlos
la calidad de “fondos propios”, esto es equivalente, societaria y
mercantilmente a las aportaciones de capital social. Estos préstamos, implican
una retribución garantizada, y una costosa forma de capitalizar las empresas,
que desde entonces han procedido a sustituir aportaciones de capital, por
préstamos en volumen que en algunas empresas, supone hasta entre 5 y 10 veces
el Capital Social. Una regulación que el PSOE, ha mantenido con la Ley 16/2997,
de 4 de julio. DA3ª) añadiendo meras correcciones contables – ya no son
recursos propios, y sí patrimonio neto a efectos concursales – que no corrigen
el núcleo del problema: los socios se
llevan en forma de intereses lo que no son sino “beneficios disfrazados” de
costes financieros.”, “Subcapitalización y despido económico”, Eduardo
Gutiérrez, Economista. NUEVATRIBUNA.ES - 15.9.2010, http://bit.ly/2PePhnL.
[10] Sin
crear dinero, es dado pensar que una “herramienta
financiera, permitirá (con un precio a establecer) que, aunque el comprador no
tenga dinero para pagarla, el comprador disponga de la vivienda y el vendedor
disponga de todo el dinero. En esta intermediación no se crea dinero: el
intermediario recibirá el precio, además del capital prestado, en el futuro y
como parte del excedente producido por el comprador: se creará riqueza (y
dinero, si esta riqueza se realiza en oro u otro bien material reserva de
valor), sí, pero no de la nada, sino de -y en paralelo al- excedente creado.” En este ejemplo
lo que ha ido cambiando de manos siempre ha sido algo material (aún en el
supuesto de que el material reserva de valor no se haya movido, sino que se
haya movido, como al comprar una casa, el documento que dice ser propietario de
aquél), y lo que se ha incrementado con el tiempo también ha sido algo material.
[11] A
efectos de simplificar las operaciones aritméticas, y sin desvirtuar el modelo,
consideraremos que el excedente de la ecuación [3] es igual a 1 (Output – Input
= 1), por lo que las rentabilidades se entenderán en tanto por uno.
[12] A efectos de simplificar
las operaciones aritméticas, y sin desvirtuar el modelo, consideraremos que Li
se da en tanto por uno del total de
horas, siendo, entonces, que: L1 + L2 + L3 +
... + Ln = 1, y w expresará en tanto
por uno la apropiación del excedente.
[13] ver nota 10.
[15]
Para un
análisis sin matrices matemáticamente más sencillo en su presentación, pero más
extenso en su explicación por desarrollarse con ecuaciones de segundo grado,
ver el libro "Apuntes de economía
política", de Luigi Spaventa, Ariel, 1984, páginas 83 a 104
[17]
Es preciso
notar que el sistema representado por el conjunto de ecuaciones [4], caso particular de r = R (con w = 0) del
caso general de r [menor] R (con w [mayor] 0), es la forma que la
teoría clásica presenta como caso general.
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