Los Sres. Cid, García y Calvo hacen un flaco favor a los pro-taurinos cuando disparando por elevación (Nuestro sí a la fiesta, EL PAÍS, 10 de agosto de 2010), tachan la decisión de la Generalitat de Catalunya sobre la corrida de toros de atentado contra un derecho fundamental ¿Equiparan asistir a un espectáculo con el habeas corpus, la libertad de cátedra o el derecho de reunión o manifestación? En su argumentación olvidan estos señores que los derechos fundamentales no los puede crear el poder político. Ni la Constitución puede, pues propugnándolos se limita a reconocerlos ¿Cabe en cabeza humana reducir un derecho fundamental -ligado necesariamente y en todo caso a la dignidad de la persona humana-, cabe reducirlo a algo tan instrumental como un mero espectáculo, por ancestral que éste sea? Es difícilmente comprensible que dos senadores y una diputada, ex-ministra de Cultura, quieran adentrarse por esta vía, pero lo hacen ¿Demagogia? Seguramente no. Así que será otro el motivo, por ejemplo, el estético: les gusta con pasión ver torear, como a otros, y seguramente la emoción de ese placer estético les nubla transitoriamente la razón.
Traen a colación la conocida pregunta kantiana: ¿qué debo hacer? (con los animales): ellos afirman que los animales no tienen derechos, Adela Cortina sostiene “¿tienen derechos los animales? Sí, claro” (¿Tienen derechos los animales?, EL PAÍS, 29 de julio de 2010). Estando plenamente de acuerdo con el texto de Cortina, no tengo embargo en afirmar que los Sres. Cid, García y Calvo tiene razón: no hay derechos animales. Lo que sí hay son deberes humanos para con los animales. Lo que sí tenemos es la obligación de luchar para extender día a día el alcance de esos deberes: la caza del zorro o el fois gras (la alimentación forzada está prohibida en Israel y en varios países de la UE) son ejemplos de que el círculo de la moral no deja de ampliarse, convirtiendo mañana en inaceptable lo que ayer era tradición viva y hoy aún se ve como tolerable.
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