Que nadie se lleve a engaño por lo que lea a partir del punto y aparte, pues los únicos criminales responsables que reconozco son los que han cometido, una vez más, un atentado asesino, y que ha podido serlo más: recuerden Hipercor. Una vez aclarado esto, vamos a por los distintos actores políticos.
Mariano Rajoy, por el PP, debe saber la enorme, cuando no prácticamente solitaria, responsabilidad que tiene en la más que posible consecuencia del atentado de la T4: la vuelta a los tiempos de plomo y sangre. Su exigencia de obviedades –eso sí: desde la barrera y con puro– y su voluntaria no participación en las responsabilidades del proceso ha atado de pies y manos a José Luis Rodríguez Zapatero: si la necesaria fiscalidad, pues tenía el derecho y el deber de llevarla a cabo, la hubiera efectuado desde dentro del proceso, tal vez éste habría tenido alguna oportunidad. Pero no: era más rentable buscar volver al poder por encima del dolor. Y lo malo es que seguramente lo conseguirá, y lo conseguirá gracias a los miedos del gobierno.
José Luis Rodríguez Zapatero, por el PSOE, es el siguiente de la lista. Si se ha encontrado atado de pies y manos, ha sido por que ha caído bajo el síndrome de "la princesa, el visir y la carta": sólo si la princesa renuncia a ser princesa, la carta, en poder del visir, dejará de ser efectiva. Pero la princesa, José Luis Rodríguez Zapatero, ha preferido seguir siendo princesa –presidente–. Y ése ha sido su error y las consecuencias que de ello se deriven también son de su responsabilidad. Si hubiera renunciado a que su carrera política quedara inmaculada y la hubiera puesto en manos de la gente, muy posiblemente le hubiera pasado como a Pascual Maragall: conseguir el objetivo y pagar con su vida política por ello. Pero para eso hay que ser un estadista de la talla de Pascual Maragall, que antepone la Política a su política, y José Luis Rodríguez Zapatero no tiene esa madera, para qué nos vamos a engañar.
Estas dos personas, Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero tienen que explicarse y explicarnos un por qué, y no es por qué los asesinos de ETA han vuelto a atentar: son criminales y su lógica no es nuestra lógica. El por qué que deben contestar tiene que ver con la moral –sus compromisos– y con la ética –sus responsabilidades– que deberían haber tenido para con la sociedad: ¿por qué no las han tenido?
Del resto de actores, casi no vale la pena hablar, pues son poco más que un cero a la izquierda, pero si vale la pena desenmascarar dos actuaciones. Arnaldo Otegui, por Batasuna, no ha tenido ningún complejo en compadecerse de las víctimas ¡Válgame el cielo, qué buen samaritano! y aseverar su "ya lo decía yo que esto acabaría por pasar". Y lo que ha pasado sin solución de continuidad es de ser líder político en Anoeta a una rotunda nada, y tan sólo en un atentado: ¡todo un récord!. Begoña Erratzi, por EA, ha vuelto al clásico de las nueces: ya que los chicos han sacudido al nogal, a ver si podemos recoger las nueces de la mesa política.
A todo esto, ni nos rasguemos las vestiduras, ni cejemos en la necesaria búsqueda por la paz: señores del Gobierno, de la Principal Oposición y del resto de partidos políticos, no olviden plantearse qué representa lo ocurrido ¿una nueva estrategia, una vuelta de tuerca previsible o tan sólo un pequeño –pero muy pequeño– "Omagh"?.
01/01/07
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