18 febrero 2022

La izquierda y las sociedades post-heroicas. Conceptos para un análisis.

 









Ronald F. Inglehart (1934-2021)

La izquierda, no sólo la española -pero ésta especialmente por lo que podremos ver más tarde-, tanto la socialdemócrata como la que se ubica a su izquierda, está -o parece estar- sometida a unas tensiones contradictorias que, cuando menos, le imposibilitan avanzar, y cuando más, hacen que las derechas avancen, o lo que es lo mismo, hace que las izquierdas retrocedan.

¿Es esto lo que ha pasado en las elecciones autonómicas de 2022 en Castilla y León? Sería muy aventurado decir que sabemos qué ha pasado, tan sólo queremos exponer algún concepto que permita ir desenmarañando ese nudo gordiano que, al parecer, nos está bloqueando.

 

Varias voces ya se han expresado, con buenas razones, en la especial incidencia que tiene en esta desorientación que parece sufrir la izquierda -toda ella- desde una enseñanza que olvida nuestro más próximo pasado (Cándido Marquesán, Nuevatribuna, https://bit.ly/3I9QrZr); la famosa ley de hierro sociológica (Antonio Maestre, El Diario, https://bit.ly/3H1oMsg); el divorcio entre partidos (todos, pero para lo que nos interesa, los de la izquierda) y ciudadanía (ni de ahora, ni sólo aquí: Thomas Frank, marzo de 2010, Público, https://bit.ly/3s2VIMN); la (¿tal vez una profecía autocumplida?) contradicción entre urbanitas y ruralinos (¡Cómo no recordar algo ya en tránsito de ser un clásico, y a la vez -o por ello- tan de hoy y de siempre como la novela de Miguel DelibesEl disputado voto del señor Cayo”, Paco Umbral, El País, https://bit.ly/3JvPVF3, sobre la dicotomía modernidad-tradición volveremos un poco más adelante), etc.

Siendo que todo ello es cierto y merecedor cada tema de respuesta, queremos incidir en dos conceptos culturales, de alguna manera menos concretos, de los que esperamos hallar la utilidad de una diferente aproximación a la, a todas luces, real desorientación existente en las izquierdas.

Para ello vamos a tirar del sociólogo y politólogo Ronald F. Inglehart (1934-2021) y de su muy extenso opus radiográfico de la sociedad mundial. En especial, en la que tal vez sea su más importante aportación, y estos son los dos conceptos que queremos poner encima de la mesa, la ubicación de los países en relación a los ejes Supervivencia-Autoexpresión (sociedades que dan más valor a lo material o a lo inmaterial) y Tradicional-Secular/Racional (sociedades que vertebran los valores en un mayor o menor respeto a la tradición). En las tablas anexas están las preguntas sobre las que se analiza la posición de las sociedades en estos ejes.

La gráfica correspondiente a 2009, muestra el siguiente mapa:


En el año 2009, el IDH de España era el 0,865 (máximo 1); la esperanza de vida era de 82,71 años; la sensación subjetiva de bienestar era de 6,9 sobre 10 (2,23, en el S W B Index)[i]; el PIB per cápita (a paridad de poder de compra) alcanzaba los 28.000 $, y su ubicación en los ejes tradicional/secular y supervivencia/autoexpresión del mapa cultural de 2009 era prácticamente centrada[ii].

Desgraciadamente no existe un equivalente del mapa mundial cultural de Inglehart que analice uno a uno en detalle los diferentes países. Tomaremos como hipótesis de trabajo que, en España, dada su posición muy centrada en el mapa mundial, se da una cierta dispersión de tal manera que encontraremos prácticamente el mismo número de personas en unos teóricos cuatro cuadrantes formados por el cruce de los ejes tradicional/secular-racional y supervivencia/autoexpresión.

Teniendo presente lo anterior, matizado por los tres diagramas mostrados en la nota 2, una política progresista, de izquierdas, debería tener como objetivo que un número cada vez mayor de personas se desplazaran hacia la derecha en el eje supervivencia/autoexpresión, porque ello representaría, en principio objetivamente, que las necesidades materiales (responsables de la cultura de supervivencia) están cubiertas en mayor o menor medida, y que las inmateriales (responsables de la cultura de autoexpresión) toman su lugar. Igualmente debería, si no promover, sí facilitar un entorno sociocultural donde pudiera desarrollarse una cultura secular-racional, no tanto como negación de la tradicional, sino como alternativa.

Como decíamos al inicio, es posible que la posición de la sociedad española, en una suerte de frontera en el cruce de los dos ejes culturales, sea una importante razón de la desorientación que padece la izquierda española -tanto la socialdemócrata como la ubicada a su izquierda- a la hora de dar contenido práctico y real a políticas progresistas, en sus vertientes social, cultural y económica.

Si trazamos una línea de actuación imaginaria que nos lleve desde nuestra posición en el diagrama cultural de Inglehart hasta Suecia, que pasaría por realidades culturales, sociales y económicas como las de Francia, Bélgica, Suiza, Dinamarca y Noruega, no se nos debe escapar la realidad que presenta el siguiente diagrama, que relaciona IDH (Índice de Desarrollo Humano) con Huella Ecológica:

 

La realidad que nos muestra es que un IDH alto, relacionado con altos valores de auto-expresión y secular-racional, tiene una fuerte correlación -que, aunque no sea causa efecto, sí se debe tener en cuenta por lo que de fundamento común tenga- con la huella ecológica, y que a pesar de sus potentes discursos verdes, hay líderes en posiciones medioambientales con una tremenda huella ecológica.

Articular políticas estratégicas que combinen prácticas y tácticas para mejorar el sustrato económico que permitiría que los valores de supervivencia den paso a los valores de auto-expresión y que se abra la posibilidad a una cultura secular-racional, impulsando a la par la articulación de este objetivo con una reducción de la huella ecológica, no tiene porque ser imposible, pero sí debemos ser conscientes de que será difícil, muy difícil.

Aún debemos problematizar un poco más. Si bien no es malo emplazar el objetivo muchos pasos por delante de la realidad (vg: una utopía basada en una sociedad sin clases, sin coacciones, con todas las necesidades cubiertas…), disponer estrategias, y aún peor si son tácticas, que se sitúen demasiados pasos por delante (y es difícil concretar que cantidad es “demasiados”), especialmente en temas culturales, puede traer de la mano no ya incomprensión de, precisamente, esa parte de la sociedad a la que queremos movilizar de su ubicación en el diagrama cultural, sino que, y esto es lo peor, el vacío que se crea entre la parte de la sociedad objetivo de nuestras políticas y nosotros será ocupado por los que desean no evolucionar, cuando no retroceder en el diagrama cultural.

En base a los datos de IDH, bienestar subjetivo, esperanza de vida, PIB (ppp) podemos afirmar que no estamos, siempre en términos globales: en la sociedad española hay un cuarto mundo de mucha y dramática pobreza, en una sociedad cuyas carencias materiales sean decisivas para determinar su cultura.

Esta realidad, en cambio y al igual que en el resto de sociedades bienestantes, no elimina la sensación de riesgo, y así se debe entender el sagaz libro de Ulrich Beck, sino que, por el contrario, lo hace más patente: sólo se da el riesgo de perder algo cuando algo se tiene, y esto lo saben bien los políticos que, sea en el sentido que sea, usan el miedo (miedo a perder el trabajo, miedo a perder el estatus, miedo a perder la dignidad -sean lo que sean estatus o dignidad-, miedo al fin del mundo…). Pero como contrapeso a ese temor está la vieja ley natural del mínimo esfuerzo, y su correlato social que podemos llamar “sociedad post-heroica”: esta es la cara oculta de la cultura de la auto-expresión: los activistas de sillón, los “me gusta” como apoyo, las redes sociales como foro.

En todos estos frentes debe presentar sus armas la izquierda: cambiar las bases materiales para que cambien las culturas; no perder de vista la ecología, ni tampoco convertirla en arma arrojadiza; ir en sus tácticas apenas un paso por delante de la sociedad, sin olvidar que el objetivo es el bienestar; entender qué es la sociedad beckiana del riesgo; asumir que vivimos -y podemos decir que es una suerte- en una sociedad post-heroica, pero no dejarnos deslumbrar por ella.

Tal y como hemos avanzado al inicio, no era misión de esta reflexión dar con soluciones, sino aportar algún elemento que ayude a problematizar en su justa medida (pues sólo cuando sabemos ver el problema tendremos alguna posibilidad de solucionarlo) esta nuestra sociedad y su capacidad de desorientar a la izquierda, la socialdemócrata y la ubicada a su izquierda.

Como una conclusión en forma de slogan, nos atrevemos a sugerir que sí, que hay que cambiar la cultura, pero que la cultura no se cambia cambiando la cultura, sino cambiando las condiciones materiales en las que la cultura se da.

Tal vez suene a algo marxista y viejuno, por aquello de las Infraestructura y Superestructura, y la dependencia en última instancia de la segunda con respecto de la primera ¡Qué se le va a hacer! Como dice el poeta, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio” (JM Serrat).

 Anexo 1

 


Notas


[i] No cabe duda de que, a pesar de la globalidad de las comunicaciones, la cultura particular importa y mucho para definir la propia sensación subjetiva de bienestar, como sin duda podemos comprobar al analizar los diagramas que relaciona IDH respecto PIB y el mapa cultural en referencia a los países latinoamericanos. La ubicación de estos países en el mapa cultural incide de alguna manera en su respuesta a la sensación subjetiva de bienestar, siendo bastante más alta de lo esperable, en función de su IDH y de su PIB, contra más tradicionales son sus valores, posiblemente porque se ven protegidos por ellos. Igualmente, pero en sentido contrario, los mas cercanos a valores de supervivencia y a seculares-racionales tienen una sensación de bienestar menor o muy menor en relación a lo esperable.

 

[ii] Vale la pena analizar el diagrama del mapa cultural de Inglehart teniendo presente otros diagramas realizados por Inglehart y otros a petición de la ONU.

El primero, la relación entre bienestar subjetivo y PIB (a paridad de poder de compra, PPP, por sus siglas en inglés).



Segundo, expectativa de vida y PIB (PPP).


Y, por último, relación entre IDH y PIB (PPP).


 

Si no una relación fuerte de causa efecto, ver en estas gráficas una alta similitud en las curvas de correlación con respecto al PIB que va más allá de la mera estadística no es una osadía, es un imperativo. Incluso la última nos obliga a decir que un mínimo de renta es necesario para vivir con dignidad, y ese mínimo está muy lejos de una gran mayoría de los habitantes de nuestro planeta, hoy ya enteramente global.

 

 

 

 

 

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