Tengo hambre, cazo y satisfago mi hambre.
Tener hambre es la causa de la acción de cazar, satisfacer el hambre es el efecto de la acción de cazar. La causa y el efecto no se confunden.
No pasa así en la automotivación, donde la confusión entre causa y efecto (convertir el efecto en la causa de la acción) perturba de tal manera la realidad que permite que sea convocada una suerte de aceleración y movimiento continuo. Este hecho requiere, no obstante, de un proceso especial, aquél que permite la invocación de un método para mejorar el método por el cual se rige la acción: ese proceso especial ya existe.
En este sentido, el nacionalismo es claramente automotivante, cuando el efecto (la nación creada) se convierte en causa (crear una nación), y de esta manera los efectos perniciosos (mi gente muerta por la causa) devienen, también, causas motivantes, que, en aceptarlas, se convierten en auto-motivantes: gasolina de alto octanaje, la espesa sangre, que impulsa -en tanto que efecto hecho causa- la aceleración de un motor. Josu Jon Imaz es, efectivamente, un freno que limita la velocidad del engendro -como pudo serlo Miquel Roca... Pero ¿qué pasará -porque pasará- cuando el freno desfallezca?
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