"Toda persona es igual ante la ley", aunque siempre hay unos más iguales que otros, se suele responder...
¿Se es igual persona siendo mayor o menor de edad? ¿Se es igual persona siendo el gerente de una empresa o quien trabaja a sueldo de áquel? Sí y sí, pero... Pero a nadie extraña que, DADA LA ACTUAL SOCIEDAD, se proteja más a una parte que a la otra, o lo que es lo mismo, se castigue con mayor implacabilidad a una parte que a su contraria.
¿Se es igual persona siendo de un sexo o de otro? Sí, sin lugar a dudas, pero... Pero a nadie le sorprenderá la siguiente afirmación: estamos en una sociedad machista, es decir, estamos inmersos en una cultura que, en distinto porcentaje y con todas las salvedades que se quieran poner y todos los avances que se puedan mostrar, entiende, atiende, comprende y usa –uso que siempre es un abuso- la dominación del hombre sobre la mujer.
¿Quién se atreverá a afirmar que una mujer tiene la misma capacidad que un hombre para usar los derechos que se le otorga como persona? ¿Quién osará sostener que no es el eslabón débil en la cadena de los derechos humanos: aquí y ahora? ¿Quién podrá menospreciar el enorme coste que la mujer viene obligada a pagar por ser mujer: desde lo menos, un menor sueldo, hasta lo más, su entera vida?
Y esas dominaciones, de las que todos somos conocedores, no son abstractas: la del mayor sobre el menor, la del gerente sobre el trabajador, la del hombre sobre la mujer devienen en sucesos reales que afectan a personas reales. La mujer, ahora y aquí, está sometida a una relación de dominación en la que le toca ser sujeto pasivo. Y no por ser biológicamente mujer, argumento falaz y paternalista, que tan sólo abundaría en la razón de la propia dominación: a diferencia de quien es menor, que sí es sujeto pasivo por ser biológicamente menos maduro y por ello estar más expuesto a la criminalidad de terceros, pero que el propio desarrollo biológico le ofrece oportunidades para dejar de serlo.
Tampoco lo es por ser sociológicamente mujer, juicio tan falaz y paternalista como el anterior: a diferencia de un trabajador, que sí tiene un componente de sujeto pasivo desde el punto de vista de las relaciones sociales, pero que, al menos formalmente, la sociedad le ofrece oportunidades para dejar de serlo.
Es sujeto pasivo por la cultura -más bien debería decirse: incultura- que permite a un hombre concreto (usted, yo, nuestro vecino, nuestro hijo) creerse con unos derechos supra históricos que -cree él que- le dotan de una innegable superioridad -palabra emparentada con soberbia- biológica y social ante una mujer -cualquier mujer-. Y a diferencia de la niñez o de una empresa, de la cultura –de la sociedad, al fin y al cabo-no se puede huir. Y ante esta dominación, el cuerpo legal y el aparato jurídico y represivo, con la salvedad y la previsión de que antes que la mera venganza, y junto con la templanza y la voluntad de reinserción, le debe primar una política de prevención, está obligado a avisar que, aquí y ahora y en lo que la ley contemple, aquel que intente usar -que siempre será abusar de- su posición dominante, ya sea esta producto de una razón biológica, social o a partir de ahora: cultural, será castigado con todo el peso de la ley.
22/08/05
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