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01 diciembre 2021

Alienación: valor de uso versus valor de cambio (¿Por que Marx, aunque se equivocaba, acertaba?)

 


 

 

 

 

 

 

 

 

“Veíamos al comenzar que la mercancía tenia dos caras: la de valor de uso y la de valor de cambio… Tomemos dos mercancías… Partimos del supuesto de que […] 20 varas de lienzo representaran la misma magnitud de valor que una levita…

“Supongamos que [al] duplicarse el tiempo de trabajo necesario para producir el lienzo, por efecto, supongamos, del agotamiento progresivo del suelo en que se cultiva el lino, se duplica también su valor. En vez de 20 varas de lienzo = levita, tendremos, por tanto: 20 varas de lienzo = 2 levitas, ya que ahora 1 levita sólo encierra la mitad de tiempo de trabajo de 20 varas de lienzo…” Karl Marx[i]

Marx quiere determinar la explotación del trabajador a través de lo que el denomina “el valor de los elementos de producción absorbidos para crearlo” (cursiva mantenida del original, ibídem, Libro I, Capítulo VII), y viene a decir que si el trabajo humano necesario (que es uno de los “elementos de producción absorbidos”) para producir un bien es x (horas), si es retribuido con y (salario) y si, finalmente, la plusvalía (o ganancia, esquemáticamente: el precio menos el salario, materias primas, amortización y costes) es z, entonces el grado de explotación (o cuota de plusvalía) viene definido por

Cuota de Plusvalía o Grado de explotación: z / y

Lo que viene a explicitar que de las x horas de la jornada del trabajador, una parte es para el trabajador y otra para el empresario (he ahí la explotación[ii]), muy lejos de lo que nos quieren hacer creer “Mr. Carey y a otros armonicistas” (ob. cit), o también los economistas clásicos, cuando cifran la cuota de plusvalía, no en relación al salario, sino en relación a la totalidad de costes. Obviamente si los costes no salariales (esquemáticamente: materias primas, amortización y costes) son p, la cuota de plusvalía según “Mr. Carey” y los suyos sería

Cuota de plusvalía según “Mr. Carey”: z / (y + p)

Cuyo resultado es siempre menor, mucho menor (especialmente, y aún cuando z no aumente, será menor en la medida que la maquinización en la producción -hoy, además, la mecanización y robotización- haga disminuir a y), enmascarando el verdadero grado de explotación.

Esta aguda observación de Marx no ha perdido vigencia, pero es necesario retomarla mostrando un fallo en su planteamiento (el marginalismo que establece en la cita que encabeza el presente punto) y presentar una nueva forma de ver ese grado de explotación, no ya en base de la diferencia entre valor de uso (valor de las horas trabajadas) y valor de cambio (valor de las horas cobradas) de su fuerza de trabajo, sino directamente en base a la capacidad de apropiación del excedente.

Usaremos para esta nueva aproximación al cálculo del grado de explotación, tal y como dijimos al inicio, las herramientas teóricas aportadas por Sraffa.

Tomemos dos industrias, la que fabrica hierro y la que fabrica trigo, y sea un sistema[iii] donde ocurre que

 

1)  280 arrobas trigo + 12 Tm. hierro 400 arrobas trigo

120 arrobas trigo + 8 Tm. hierro 20 Tm. hierro.

 

En este ejemplo, donde no se da la plusvalía, la relación entre el valor del hierro y el valor de la arroba es fácil de determinar:

10 arrobas trigo = 1 Tm. Hierro [1]

Si aparece la plusvalía, ésta impide ver tan directamente la relación entre los valores del hierro y de la arroba:

 

2)  280 arrobas trigo + 12 Tm. hierro 575 arrobas trigo

120 arrobas trigo + 8 Tm. hierro 20 Tm. hierro.

 

Al precio [1], todo el beneficio de la plusvalía irá a la industria del trigo, y no hay ninguna ley de la naturaleza (en tanto que ley de ineludible cumplimiento) que, aplicándola, nos indique cómo se repartirá esa plusvalía, si es que se llega a repartir, entre las dos industrias.

Lo que único podemos afirmar es que existe una relación entre los dos valores, que no tiene por qué ser de equilibrio, que reparte la plusvalía dando un 50% a cada industria:

15 arrobas trigo = 1 Tm. Hierro [2]

Esta relación que contabiliza un excedente del 25%para cada industria.

Veamos un nuevo ejemplo:

 

3)  280 arrobas trigo + 12 Tm. hierro 636 arrobas trigo

120 arrobas trigo + 8 Tm. hierro 27 Tm. hierro.

 

Una vez más, todo lo que podemos decir es que existe una nueva relación de valores que reparte la plusvalía al 50% entre las dos industrias:

12 arrobas trigo = 1 Tm. Hierro [3]

Debemos insistir en que no hay ninguna ley de la naturaleza (en tanto que ley de ineludible cumplimiento) que, aplicándola, de con una relación de equilibrio. Lo más que podemos decir es que, si se da una cierta relación, entonces la distribución del excedente entre las industrias será tal o cual. Los motivos por los que se dé tal o cual relación (y tal o cual apropiación del excedente) serán razón de -y por lo tanto nos informarán de- las relaciones sociales, técnicas y políticas existentes en la sociedad.

En el caso 1), al tratarse de un sistema que no genera plusvalía (en el sentido fuerte del término, estaríamos ante una economía de subsistencia), no cabe hablar de explotación.

En el caso 2) sí, pero su cálculo, siguiendo a Marx, dependerá de la relación entre las dos mercancías y, obviamente, de la cantidad de horas trabajadas, que por comodidad asumiremos iguales en ambas industrias.

El excedente es de 175 arrobas de trigo, que en situación de igualdad de generación de plusvalía (es decir, asumiendo la relación [2]: 1 Tm de hierro vale 15 arrobas de trigo, un precio posible, aunque como ya hemos dicho, no tenga por qué darse) se repartirían en 115 arrobas para la industria de trigo y 60 arrobas para la industria de hierro, que significa un excedente de 25% sobre el total de mercancías utilizadas por cada industria.

Asumiendo esta distribución de la plusvalía al 50%-50%, consideraremos que el grado de explotación dado es, aunque desconocido, igual en ambas industrias. ¿qué ocurre si el precio del hierro en trigo, por el motivo que sea, varia?

Si el precio del hierro bajara a 14 arrobas de trigo por 1 Tm., la rentabilidad de la industria del trigo subiría al 28,3%, mientras que la del hierro bajaría al 20,7%. Es evidente que el grado de explotación, asumiendo que se mantiene el salario en las dos industrias, variará al alza en la industria del trigo y a la baja en la del hierro. Si subiera a 16 arrobas de trigo, la rentabilidad de la industria del trigo bajaría al 21,8%, mientras que la del hierro subiría al 29,0%: el grado de explotación, así pues, variaría en sentido inverso.

Si comparamos los casos 2) y 3), asumiendo para un análisis simplificado que a) se mantienen iguales jornadas y salarios, y que el incremento del excedente se debe a diferentes mejoras técnico-organizativas en cada industria, y b) se mantiene constante el precio indicado en [2], podemos ver que se da un incremento en el grado de explotación de la industria del hierro (consigue mayor plusvalía sobre el total de mercancías consumidas) que en la del trigo, por lo que para igualar el grado de explotación sería necesario subir el salario a los trabajadores de la industria del hierro, lo que provocaría la extraña situación de que, si se les sube el salario en cantidad suficiente, tendríamos, a ojos de la explicación de Marx[iv], trabajadores que, ganando sustancialmente menos, están igual de explotados que los que ganan más.

Al centrarse Marx en el marginalismo (concreción de los valores de uso y de cambio, tanto de la fuerza del trabajo como de otros factores, en función de las alteraciones producidas en ellos por las variaciones marginales de las cantidades utilizadas), no pudo evitar caer en la trampa de usar las curvas de oferta y demanda como base para la explicación de la asignación de valor (de uso y de cambio) y, a partir de ésta, como explicación de la explotación. Piero Sraffa, en el Prefacio de su libro “Producción de mercancías por medio de mercancías”, explica, sin referirse expresamente a Marx, el error del marginalismo:

 

“Cualquier persona acostumbrada a pensar en términos del equilibrio de demanda y oferta puede inclinarse a suponer, al leer estas páginas, que la argumentación descansa sobre el supuesto tácito de rendimientos constantes en todas las industrias. Si se encuentra útil tal supuesto, no hay inconveniente alguno en que el lector lo adopte como una hipótesis temporal de trabajo. De hecho, sin embargo, no se hace tal supuesto. No se considera variación alguna en el volumen de producción ni (al menos en las Partes 1 y 11) variación alguna en las proporciones en que los diferentes medios de producción son utilizados por una industria, de modo que no surge problema alguno sobre la variación o constancia de los rendimientos. La investigación se ocupa exclusivamente de aquellas propiedades de un sistema económico que no dependen de variaciones en la escala de producción o en las proporciones de los «factores».

Este punto de vista, que es el de los antiguos economistas clásicos desde Adam Smith a Ricardo, ha sido sumergido y olvidado desde el advenimiento del método «marginalista». La razón es obvia. El enfoque marginalista exige que la atención se centre en la variación, porque sin variación, bien en la escala de la industria, bien en «las proporciones de los factores de producción», no puede haber producto marginal ni coste marginal. En un sistema donde la producción continuara sin variación en esos aspectos, día tras día, el producto marginal de un factor (o, alternativamente, el coste marginal de un producto) no solo seria difícil de encontrar, sino que no habría donde encontrarlo.

Es preciso, sin embargo, tener cuidado en evitar la confusión entre los «márgenes» espurios y el articulo autentico. A lo largo de estas paginas se encontrarán ejemplos que, a primera vista, parece imposible distinguirlos de ejemplos de la producción marginalista; pero el signo seguro de su carácter espurio es la ausencia del tipo de variación requerido. El caso más conocido es el del producto de la «tierra marginal» en la agricultura, cuando se cultivan simultáneamente tierras de calidades diferentes: sobre este punto, basta con referirse a P. H. Wicksteed, el purista de la teoría marginal, que condena tal utilización del termino «marginal» como fuente de «horrible confusión»”

 

No obstante, como ya hemos indicado, y aunque no lo pudiera acabar de resolver al tomar como herramienta de trabajo el marginalismo y los conceptos de valor de uso y valor de cambio, la intuición de que existe explotación del hombre por el hombre, que de alguna manera tiene que ver con la capacidad de generar plusvalía y con su distribución entre el Trabajo y el Capital no sólo fue genial, sino que hoy sigue siendo totalmente válida.

 

Volvamos al caso 3)

 

3)  280 arrobas trigo + 12 Tm. hierro 636 arrobas trigo

120 arrobas trigo + 8 Tm. hierro 27 Tm. hierro.

 

Tal y como hemos visto en el caso 2), también en este caso distintos precios del hierro en relación al trigo darían lugar a diferentes grados de plusvalía por parte de cada industria, es decir, a diferentes capacidades de cada industria de apropiarse el excedente. Y aquí está el quid de la cuestión: cada conjunto de precios, dentro de todos los económicamente significativos -o sea, posibles-, da a lugar a un grado de apropiación del excedente distinto por cada industria y a un extraño baile de los grados de explotación asociados:

 

Arrobas de trigo por Tm. de hierro

Excedente de la industria del trigo

Excedente de la industria del hierro

10

59,0%

35,0%

11

54,4%

42,8%

12

50,0%

50,0%

13

45,9%

56,7%

14

42,0%

62,9%

 

Pero si siguiendo a Sraffa, desagregamos el salario en su doble significado (ver página 68 y siguientes) de coste de reproducción de la fuerza de trabajo y de participación en el excedente social[v], entonces la explotación ya no depende de una relación entre valores de las materias, sino que (y aquí se manifiesta la genial intuición de Sraffa con la que desmonta el marginalismo) aparece la fórmula que explicita la lucha por el excedente, que no es otra cosa que la lucha de clases[vi] por la apropiación de la plusvalía, y que viene dada en los siguientes términos:

r = R(1 – w)

donde:

·      r es la renta del capital (en % de beneficio sobre los medios de producción)

·      R es la productividad del sistema económico [(output - input) / input]

·      w es el tanto por uno de apropiación del excedente por parte de la clase asalariada (output - input)

Con esta fórmula, que muestra que para un R dado (rentabilidad media del sistema), si fijamos una de las dos variables r o w, la otra quedará fijada, siendo los precios, por su dependencia de dichas variables, a la vez herramienta y muestra de la lucha por la apropiación del excedente y del grado de explotación.

Dicho con otras palabras, y como resumen de lo anterior, en una sociedad con el modo de producción capitalista los precios no dependen de curvas de oferta y demanda ni de subidas o bajadas de los valores de uso y de cambio provocadas por cambios marginales en el uso de los factores de producción, dependen de -y explicitan- las relaciones sociales y políticas existentes y su resultado: los diferentes grados de apropiación de la plusvalía por parte de los dos actores, el Capital y el Trabajo[vii].

 



[i] Marx, El Capital, Libro I, Capítulo I.

[ii] Sea x (jornada) = x1 (trabajo para el trabajador) + x2 (trabajo para el empresario). Sea una situación donde la jornada sea de 150 horas, el salario de 1.200 y la plusvalía de 300, el grado de explotación sería del 25%, o lo que es lo mismo x1 = x / (1 + z/y) = 120, y x2 = x - x1 = 30

[iii] Datos para este ejemplo, y siguientes de este punto, extraídos del libro “Producción de Mercancias por medio de mercancías”, P. Sraffa, ed. Oikos-Tau, Barcelona, 1966.

[iv] Explicación del grado de explotación basada en la relación entre valor de uso y valor de cambio de la fuerza de trabajo, medidos ambos en base al valor de cambio del producto obtenido, ver página 30.

[v] Siendo este segundo significado, w: participación en el excedente, participación que nos dará información sobre el grado de explotación, y que contempla tanto la parte del salario directo que supera al de subsistencia como el conjunto de servicios públicos aportados por el Estado del Bienestar, como educación, salud, sanidad, subsidios, prestaciones, dependencia, jubilación, etc.

[vi] Entendiendo que actualmente el significado de “clase obrera o trabajadora” puede quedar desdibujado por la tremenda complejidad de nuestra sociedad, avanzamos aquí una propuesta de definición de “clase asalariada”: conjunto de los ciudadanos que dependen directa o indirectamente de un salario o de las cotizaciones e impuestos a él asociadas, y dedican sus rentas -salario, ganancia, pensión, subsidio o similar- principalmente al consumo y a pagar impuestos para hacer funcionar la parte pública de la producción de bienes básicos; se debe incluir a los que no trabajan, por ser estudiantes, en paro, en autoproducción/autoconsumo, en tareas de cuidado y hogar, jubilados o similares, ya que también son, ni que sea indirectamente, salario-dependientes.

[vii] Al contrario de Warren Buffet, que como sabemos se ufana no sólo de que existe la lucha de clases, sino de que la suya lleva las de ganar, muchos teóricos del mundo de la economía y de la sociología tratan de convencernos de que ya no existen las clases. Un importante alegato a favor de la existencia de las clases, sus intereses opuestos y la lucha de clases, y reconociendo a la vez las múltiples trabas que en forma de nueva organización del trabajo (subcontratas, agrupación de interés económico, contabilidad analítica con los departamentos tratados como centros de coste o proveedores internos, interinaje, temporalidad…) se puede encontrar en los capítulos IV. La deconstrucción del mundo del Trabajo y V. El debilitamiento de las defensas del mundo del trabajo, del libro de Luc Boltanski y Ève Chiapello, EL nuevo espíritu del capitalismo, Ediciones Akal, Madrid, 2002, página 299 a 440.

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