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23 noviembre 2018

Salario, beneficio y deuda, bases de una crisis.





Salario, beneficio y deuda, bases de una crisis.
Resumen. Desde el tiempo de lo fisiócratas, si no antes, se argumenta, con unas razones u otras, que los beneficios de los poderosos acaban ayudando al sustento de los menesterosos. Con unas razones u otras. En el presente texto se intenta mostrar a través de diversas hipótesis de trabajo y de la nueva conceptualización que Sraffa hizo del salario (entendiéndolo como la suma de costes de reproducción del factor trabajo más capacidad de apropiación del excedente) qué ha cambiado en la apropiación del excedente y cómo este cambio, y su realización, puede ser tomado como fundamento de la crisis económica (y derivada de ello, social y política) que estamos padeciendo.


Un poco de historia, necesaria como contexto (a nuestro parecer)
“[I]r de un lado a otro, pedir y saber que no te dan trabajo porque no pueden… Si supieses que te estaban mintiendo, todavía… Pero no, la verdad es que no hay trabajo para ti: Que la fábrica no tiene necesidad de ti: Que con los obreros que tiene le bastan y tú, que eres obrero, ¿qué? Porque a los señoritos no les da la gana de comprar más camas, o más gramófonos, yo tengo que reconcomerme los puños...” Max Aub, Campo abierto (1951)

Ciertos pensadores fisiócratas entendían como una verdad natural que gracias a que los aristócratas disfrutaban del lujo (trajes, mansiones, comida...) el resto -siervos, plebeyos...- no morían de hambre. La razón es obvia: si los poderosos no consumían de todo y con lujo, los pobres que trabajaban para ellos no tendrían nada que hacer y, por tanto, nada que ganar. Eso pensaban[1].
En el Egipto de los Faraones la construcción de templos y pirámides, así como la de fortalezas y palacios, se hacía con obreros pagados (sobre todo en especies), y no con esclavos -mito que ha sido desterrado hace mucho tiempo de cualquier estudio histórico. Vale recordar que consumir lujo no es la solución, pero en el Egipto de los Faraones ese consumo precisó de -y dio lugar a- una enorme industria manufacturera: extracción de piedra en las canteras, talleres metalúrgicos, equipamiento militar, vestidos y manutención, construcción de barcos… Algo parecido al (falso) “keynessiano” de cavar agujeros y volverlos a cubrir: las pirámides derivaron en sueldos y supervivencia de los pobres[2].
Max Aub, en la segunda entrega de El Laberinto mágico, título general del enorme fresco -6 novelas- que nos legó sobre la Guerra Civil Española y sus secuelas, recoge esa sensación de desamparo que bien pudieron haber tenido en tiempos antiguos los rechazados en las industrias de producción de bienes de lujo. Ya que no hay igualdad, que al menos los poderosos consuman para que yo pueda trabajar y comer, piensa Vicente[3] de Aub: ya que no hay igualdad, al menos que gasten y que no ahorren para que yo, mi familia, los pobres, el resto podamos comer.
Hace 4.000 años, hace 300 años, hace 60 años, pero también ahora se plantea la misma aseveración: “Fue el premio Nobel Milton Friedman el que dijo que habría que bajar impuestos siempre, en cualquier circunstancia, con cualquier motivo. Y lo dijo mucho antes de que el economista Arthur Laffer dibujara sobre una servilleta la famosa curva que lo lanzó a la fama, y en la que viene a señalar que un recorte de los impuestos fomenta a medio plazo un crecimiento de la actividad que produce recursos de sobra para compensar las pérdidas que la generosidad fiscal puede provocar a corto.” (M. A. Belloso, Expansión, 13/07/2017)
Traduciendo, si los ricos tienen más dinero, gastarán más y su consumo, mejor dicho: su extraconsumo -necesariamente de lujo o extralujo-, generará actividad económica. Vamos, que no se han movido un ápice del discurso de los fisiócratas: los pobres (los innecesarios, los sustituibles) sobreviven gracias al gasto de los ricos, y si los ricos no gastan, pues...
Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, dice el vate. Sí tiene remedio, pero en otra verdad, no en esta verdad. No en la verdad que provocó -y eso es lo que queremos proponer- la crisis que padecemos.

Cuatro hipótesis de trabajo
Vamos a plantear como primera hipótesis de trabajo que en un momento histórico dado dejamos atrás la economía de supervivencia y aparece el excedente entendido como la diferencia entre lo producido y lo necesario para reponer los factores de producción. No cuesta mucho imaginar que el Egipto de los Faraones estaba en ese estadio histórico.
Vamos a plantear como segunda hipótesis de trabajo que el excedente es, primariamente, excedente alimentario, lo que permite que se necesite menos fuerza de trabajo para conseguir lo necesario para alimentar a la sociedad, y, como resultado, la fuerza de trabajo sobrante puede dedicarse a otras tareas.
Como tercera hipótesis de trabajo asumiremos que a partir de un momento histórico dado el excedente ya no es apropiado equitativamente por el conjunto de la sociedad, y que una parte de la sociedad se queda con una fracción mayor de la que le correspondería si la distribución fuera lineal y paritaria. Tampoco cuesta mucho imaginar que el Egipto de los Faraones ya estaba en ese estadio histórico.
Esta apropiación más que proporcional de parte del excedente (algo que hoy podríamos asimilar al concepto de beneficios) vamos a entenderla, como cuarta hipótesis de trabajo, como una apropiación en principio material. Es decir, los que podían apropiarse de más excedente del que una distribución lineal y paritaria le hubiera dado, se apropiaban física y materialmente de esa parte del excedente (fuera cual fuera la materialidad de dicho excedente: comida, ropa, animales, joyas, metales preciosos, armas, edificios...).
Estas cuatro hipótesis de trabajo parecen explicar perfectamente lo acaecido en el mundo hasta el siglo XIX, hasta que un nuevo fenómeno irrumpió: la salarización. Este fenómeno no sólo era por aquel entonces totalmente extraño, sino que, y sobre todo, se impuso a tal velocidad, imprimió tal cambio de mentalidad que hizo aparecer una nueva sociedad fruto de una convulsión de un grado desconocido. Estas dos características (radicalidad y velocidad) imprimieron una violencia al cambio que permitió a los padres de la Sociología (Watson, Marx, Durkheim o Weber) percibir con claridad el contraste entre la sociedad moderna -que estaba naciendo literalmente bajo sus barbes- y la sociedad tradicional -que se esforzaba por sobrevivir.

Hegemonía de la salarización
“(8) Hasta este momento hemos considerado los salarios como consistentes en los bienes necesarios para la subsistencia de los trabajadores, de modo que entraban en el sistema en pie de igualdad con el petróleo para las máquinas o los alimentos para el ganado. Debemos tener ahora en cuenta el otro aspecto de los salarios, puesto que además del elemento de subsistencia, que siempre está presente en ellos, pueden incluir una participación en la producción excedente.” Piero Sraffa, Producción de Mercancías por medio de Mercancías (Oikos-Tau, 1966)
Marx otorgó una importancia sociológicamente decisiva al salario en el s XIX, haciéndolo poco menos que motivo y origen de la aparición de una nueva clase: la clase trabajadora, compuesta no por cualquier trabajador, si no por aquél cuya fuerza en venta era aplicada a un trabajo indiferenciado, a un trabajo sans phrase (abstracto, distinto del artesanal). Lo que Marx no pudo alcanzar a ver, y debemos decirlo con la máxima humildad y respeto por su inigualable capacidad intelectual, fue una derivada imprevista del salario (de la salarización como sistema hegemónico en las relaciones de distribución): el consumismo.
De las tres primeras hipótesis de trabajo (existe excedente, éste es primariamente -aunque ya no principalmente- alimentario y su apropiación no es lineal ni paritaria) podemos predicar que se mantuvieron, pero la cuarta empezó a mostrar una debilidad: la sociedad del consumismo, como hemos dicho, consecuencia ineluctable de la salarización.
Quién sí empezó a verlo fue Ford: advirtió que con el salario que daba a sus trabajadores (dinero) compraban coches (mercancía) que le significaba incrementar sus beneficios (dinero). El tránsito del consumo al consumismo, vía la hegemonía económica y social del salario y del trabajo indiferenciado, empezó a darse por aquel entonces y se afianzó rápidamente y a pasos agigantados.
Si hasta entonces la teoría era que el consumo de los poderosos permitía a los pobres sobrevivir, y ello gracias a un sistema económico basado en la relación Mercancía-Dinero-Mercancía (M-D-M), el nuevo sistema fordiano, basado en el trabajo indiferenciado, ponía en pie una nueva relación: la de Dinero-Mercancía-Dinero (D-M-D) y la nueva teoría que la sostenía parecía decir que era el consumo de lo pobres el que sostenía a los ricos. Y decía algo más: parte del salario ya no era necesario para la subsistencia, para la reproducción de la fuerza de trabajo.
Tal cosa, el sistema D-M-D, no era nueva, ya existía, debemos saber, en tiempos de Aristóteles, aunque de forma minoritaria y nada bien vista: a la primera, la de la transformación Mercancía-Dinero-Mercancía, la llamaba el filósofo la ecuación económica, y a la segunda la ecuación crematística, de la que renegaba por usar el dinero como fin y no como instrumento. Marx recuperará esta misma crítica en el capítulo IV del Libro I de El Capital.

Ese instrumento, o ese fin, llamado dinero
Está comúnmente aceptado que el trueque dejó paso a la intermediación gracias al dinero. Ya no cambiamos una mesa (que nos sobra, pero el que la quiere no tiene zapatos para dar) por tres pares de zapatos (que necesitamos, pero quien los tiene no necesita una mesa) a través de una cadena de trueques, sino que, de una manera u otra, ponemos precio a la mesa y a los zapatos, y con las monedas -el dinero- que obtenemos por la venta de la mesa, compramos los zapatos.
Pero a medida que la sociedad es social y económicamente más madura, las relaciones se vuelven más complejas y la compraventa de bienes no siempre encuentra disponibilidad dineraria por ambas partes. A modo de ejemplo, tomemos el de la vivienda. Si debo esperar a haber producido suficiente excedente a lo largo del tiempo como para venderlo y tener el dinero necesario para comprar una vivienda, se me plantea a mí un problema y al vendedor otro. Mi problema es de alguna manera vital: no disponer de la vivienda cuando la necesito, y el del vendedor podría ser también vital: necesitar el dinero de alguna forma “congelado” en la vivienda para hacer frente al día a día. Aquí aparece la deuda como herramienta positiva de intermediación. El vendedor me transfiere el bien a cambio de que yo reconozca una deuda, que iré pagando con el excedente que vaya produciendo en el futuro. La deuda permite solucionar los dos problemas: al comprador, acceder a una vivienda, y al vendedor, acceder a un dinero.
Esta intermediación debe ser más compleja si el vendedor quiere acceder a todo el dinero de golpe. Aquí entra una tercera figura, concretada en quien tiene un capital (por ejemplo, oro u otro bien material reserva de valor, pero no papel) y no tiene necesidad de comprar un piso. Este nuevo intermediario, que será utilizado como herramienta financiera, permitirá (con un precio a establecer) que, aunque el comprador no tenga dinero para pagarla, el comprador disponga de la vivienda y el vendedor disponga de todo el dinero. En esta intermediación no se crea dinero: el intermediario recibirá el precio, además del capital prestado, en el futuro y como parte de del excedente producido por el comprador: se creará riqueza (y dinero, si esta riqueza se realiza en oro u otro bien material reserva de valor), sí, pero no de la nada, sino de -y en paralelo al- excedente creado.
Hasta aquí, el dinero como instrumento.
El dinero como fin estuvo, hasta el término de los acuerdos de Bretton Woods, ligado a la economía material: todo el dinero físico estaba por ley ligado a través de su convertibilidad (el famoso “PAGARÁ AL PORTADOR” estampado en el papel moneda) a la existencia de un bien (oro) depositado en el banco central de cada país. Para mantener esta convertibilidad, existía todo un compendio de reglamentaciones que impedían fluctuaciones superiores al 1% de la convertibilidad, reglamentaciones que iban desde las limitaciones a la creación de llamado dinero bancario, al control de déficits en las balanzas de pagos, etc. Esta potente regulación daba seguridad a los actores (comprador, vendedor e intermediario financiero) e impedía que los instrumentos (deuda, sistema financiero) se corrompieran. Pero la seguridad tiene un precio: menos beneficios. Los beneficios, de alguna manera, estaban constreñidos por un cinturón potente: la convertibilidad, que les obligaba a tener, en todo momento, no solo una realidad contable, sino una realidad física que los soportara.
La opinión dominante ha conseguido ahogar toda discusión acerca de la conveniencia del patrón oro, principalmente aludiendo los siguientes argumentos (fácilmente rebatibles) en contra: No hay suficiente oro en el mundo para dar soporte a toda la economía, es una “reliquia bárbara”, es deflacionario, no permite la expansión de la economía y genera desigualdades.” (http://bit.ly/2QcwE09, blog sobre “el euro, el dólar y el oro y plata de inversión”). Verdad o mentira, lo cierto es que fue un cinturón que obligaba a que los beneficios se materializaran, cinturón ahora inexistente y, lo que es más importante -pues no se trata de defender el patrón oro-, llevaba parejo un conjunto de salvaguardas que no sólo no han sido sustituidas por otras de equivalente eficacia, si no que desde el final de Bretton Woods hasta la derogación de la ley Glass-Steagall (¡por la administración demócrata Clinton!, la que imponía de la separación de la banca comercial -la de la deuda “buena”- y la banca de inversiones -la de la deuda, como veremos, “mala”-) ha existido una continua erosión de las salvaguardas económicas, sociales e incluso políticas.

Quinta (y sexta) hipótesis de trabajo
En el s XX será significativamente importante (en el sentido de que, si bien pudo darse también antes, no era un hecho ni tan sólo condicionante de las relaciones sociales de distribución) que la apropiación por parte de los poderosos de parte del valor del excedente (desigual a su favor, según la tercera hipótesis de trabajo) no conlleva similar apropiación material del excedente.
Y está es la quinta hipótesis de trabajo, que modifica la cuarta: en las sociedades maduras social y económicamente (así como en las elites del resto de sociedades) parte de la apropiación del excedente por parte de los poderosos se realiza materialmente (entendiendo la materialidad de dicho excedente: comida, ropa, animales, joyas, metales preciosos, armas, edificios, servicios de lujo... y cualquier otro consumo de lujo legal o ilegal imaginable) y parte no se realiza materialmente, sólo contablemente en forma de ahorro (no inversión y no gasto).
En 1913 N. Johannsen, economista amateur que influyó en el mismo Keynes, llamó a ese beneficio no invertido y no gastado “inquietante forma de ahorro”. El mismo Keynes, en 1933, acuñó su famosa sentencia de la “eutanasia del rentista” como corolario a su tesis de que en todo sistema de ciclo cerrado (y nuestro actual sistema económico, en tanto que global, ya lo es) si el Beneficio no se convierte en Inversión (entendida en su más amplio significado) o Gasto, el sistema necesariamente colapsará.
¿Qué nos sugiere la quinta hipótesis de trabajo? Primero, si y sólo si los factores de producción -factor humano, o sea salarios[4], incluido- no son retribuidos con el 100% de lo producido a precio de venta entonces habrá beneficios; segundo, si no retribuyo con el 100% para que haya beneficios, si y sólo si uso esos -todos los- beneficios sea en consumo (de lujo, una de las dos formas indirectas de retribuir a la sociedad: comprando bienes y servicios de consumo de lujo) sea en inversión material (la otra forma indirecta: invirtiendo en bienes y servicios de producción creando una desbocada espiral de crecimiento) no se dará la llamada “inquietante forma de ahorro” ni estaremos en riesgo de colapso; tercero, si ni retribuyo, ni consumo ni invierto el importe del 100% de lo producido a precio de venta, y por lo tanto hay beneficio no realizado materialmente, se da una cesura entre todo el producto elaborado y todo el dinero retribuido a los factores de producción, cesura que sólo se puede cerrar con cargo o bien al ahorro previo de los asalariados o bien prestando dinero con que cubrir (y con ello, comprar) la diferencia.[5]
Ahora bien, si parte de los beneficios no se realizan como gasto (consumo o inversión) ¿dónde los podemos encontrar?
Vamos con la sexta hipótesis de trabajo: los asalariados (incluyendo, según la nota al pie, desde autoproducción hasta, por cuenta propia, jubilados y demás) de una sociedad tienen una capacidad de ahorro limitada, y dado que mayormente sus rentas son necesarias para su reproducción[6], nunca será suficiente para cerrar la cesura que la quinta hipótesis de trabajo prevé como tercera sugerencia. Esta hipótesis nos induce a pensar que, ciclo tas ciclo, se hace necesario crear una deuda equivalente a la cesura provocada por la aparición de esa “inquietante forma de ahorro”. En tanto que estamos en un sistema D-M-D, no hay posibilidad de que la bola de deuda pare de crecer: los beneficios no gastados (no realizados ni a través del consumo ni a través de la inversión) crearán ciclo tras ciclo una cesura que ningún ahorro de la clase asalariada (ver nota 4) podrá cubrir, por lo que, si no queremos que el sistema colapse, deberá ser cubierta con deuda.
Lo dicho en el anterior párrafo nos permite inferir que cualquier colapso parcial de los sistemas crediticios o del consumo privado (y su impacto en las expectativas del mundo empresarial) se verá magnificado por atentar directamente a la ecuación de crear beneficios D-M-D.
Volvamos, para finalizar este capítulo, a la pregunta sobre dónde podemos encontrar el ahorro inquietante. Una parte de dicho ahorro es fácil seguirla: en forma de créditos al consumo a las esferas privada y pública. La otra parte, también: los mercados de inversión en todas sus vertientes, más o menos especulativos, más o menos usados como instrumentos de geopolítica, más o menos usados como sistemas extractivos de rentas, pero casi nunca como expresión de las necesidades de la economía material. O sea, los encontramos en la expresión de las dos patas de la financiarización de nuestra sociedad: deuda y especulación.


A modo de conclusión
Hipótesis de trabajo presentadas:
-      Existe excedente.
-      Éste es primariamente -aunque ya no principalmente- alimentario.
-      Se da una apropiación no equitativa del mismo.
-      Hasta cierto momento de la historia, la apropiación del excedente es exclusivamente material (comida, ropa, animales, joyas, metales preciosos, armas, edificios...).
-      Desde cierto momento de la historia (tomando como paradigma la decisión de Ford de doblar los salarios día) la emergencia de la salarización como instrumento hegemónico permite la emergencia de dos nuevas realidades:
o   La apropiación del excedente por parte del Capital irá dejando de ser material en su totalidad: se apropia del valor, pero no lo realiza a través del gasto.
o   Los salarios necesariamente no tendrán suficiente capacidad de ahorro como para cubrir el no consumo (el menos gasto) de la nueva forma de apropiación (ver diagramas Anexo 2 desde los 90, la deuda privada es de forma consistente el triple de la deuda pública).
¿Por qué, cabe preguntar por lo dicho, si en ningún momento los salarios han podido consumir la cesura creada por esa apropiación del valor, y no de la materia, la sociedad no quebró mucho antes? A partir del mediados de los años 70 del pasado siglo, la financiarización de la economía será una respuesta plausible. Antes, en los llamados “los 30 gloriosos” (del 45 al 73), se dará la confluencia de tres vectores que ayudaron a evitar (que no resolver) el problema de la nueva forma de apropiación: primero) una estatalización de la economía, fruto de la debilidad del músculo financiero privado existente tras la II guerra mundial, que junto a una conciencia moral asustada dará pie al estado del bienestar, que fue una innovadora herramienta de redistribución (gasto) del excedente a favor de los asalariados (ver nota 4 con definición de asalariados); segundo, un incremento de la producción ciclo tras ciclo que permitía ir tapando la cesura de un ciclo con el mayor trabajo del siguiente: el crecimiento, como hemos indicado, empujaba el problema hacia el futuro, pero no lo solucionaba, sino que lo incrementaba tanto como el tamaño de la cesura; y tercero, la destrucción/extracción de renta/ahorro por parte de las economías occidentales, y las europeas en particular, de los países en desarrollo vía la colonización de sus recursos primarios.
A partir de los 80 del siglo pasado los tres vectores sufrieron cambios significativos: el primero será, y es, atacado por la desregularización y la privatización; el segundo no sólo se encuentra con los límites ecológicos y medioambientales, sino que para tapar la cesura se “crearon” (por lo de ser “creativas” en el peor de los sentidos) herramientas financieras para conceder créditos que taparan lo que la cesura no dejaba de ensanchar: la diferencia entre lo producido y la capacidad de consumo; y el tercero por la aparición de nuevos actores significativos en la economía global que disputarán esa rentas en detrimento de que financien “nuestra” capacidad de consumo.
Conclusión
Entonces ¿cuál es la conclusión? Si aceptamos como válidas las hipótesis de trabajo, entonces cabe afirmar como corolario ineludible de las mismas que la financiarización de la economía, entendida como la suma de dos procesos: un incremento constante de la financiación mediante créditos del gasto privado y público y la existencia de mecanismos extractivos, basados en la aplicación de los beneficios ahorrados, de rentas de la economía material a través de instrumentos financieros, viene fundamentada por un único hecho de dos caras: el incremento de beneficios (o mayor apropiación del excedente) como causa y efecto de una decremento relativo y absoluto de las rentas salariales (o de la clase asalariada: ver nota 4). Este incremento de la parte apropiada, que de por sí ya indica una mayor desigualdad, se agrava por el modo en que se realiza: mediante sólo el valor y no realizando su materialidad.
Debemos entender, con todo y para explicar una posible primacía, que nada se da de repente ni nada tiene su origen desde la total ausencia: ni el dinero-deuda se creó porque alguien dijo un “fiat lux” en el vacío, ni la salarización -o incluso, una mayor desigualdad- indujo necesariamente la financiarización. Para resolver una posible primacía podemos plantear para qué se hubiera necesitado dinero-deuda si todos los beneficios, por enormes y desmesurados que fueran, se hubieran gastado ciclo tras ciclo (a través del consumo o la inversión material) abortando la existencia del “ahorro inquietante”. La única opción viable para el dinero-deuda sería financiar la compra de aquellos bienes cuyo pago excede la capacidad de apropiación del excedente del comprador (por ejemplo, la vivienda), deuda que se iría destruyendo en la medida que el comprador, con cargo a su capacidad de generar excedente, fuera devolviendo principal y precio ¿Y nada más? No, pues no habría nada más que comprar.
¿Eliminaría la desigualdad la desaparición del dinero-deuda? De ninguna manera, pues si bien la desaparición de la desigualdad (un hipotético, aunque muy improbable, reparto equitativo del excedente) sería condición suficiente para que el dinero-deuda quedara restringido al ejemplo de la compra de una vivienda, no sería condición necesaria: la sociedad antigua, en la que el dinero -siempre una mercancía especial por ser reserva de valor- era físico, no operaba con dinero-deuda, pero la desigualdad existía sin el menos asomo de duda.
Igualmente, la desigualdad no es condición suficiente, aunque si necesaria, para la aparición del dinero-deuda. Se hace necesario que exista una parte del excedente destinado a ser comprado (consumo, pero también consumismo) y que el Capital no retribuya de forma suficiente a la sociedad en su conjunto para cubrir esa compra. Es esta cesura (la que viene provocada por la apropiación del valor del excedente, pero no de su materialidad) la que obliga a que el dinero-deuda mute de su función socialmente necesaria (la adquisición de bienes de alto precio y larga amortización) a una función meramente especulativa (la financiación de los beneficios no realizados materialmente)
A lo largo de todo este análisis hemos tenido muy presente el modelo econométrico de Piero Sraffa. De hecho, no se puede entender este texto sin la conclusión que Sraffa extrae de su modelo en cuanto a las relaciones de distribución:
r = R * (1-w)[7]
donde:
·      r es la renta del capital (en % de beneficio sobre los medios de producción)
·      R es la productividad del sistema económico [(output - input) / input]
·      w es el tanto por uno de apropiación del excedente por parte de los asalariados (output - input)
Su modelo nos permite establecer la siguiente cadena de causa efecto que hemos intentado aflorar a través del presente ensayo:

Atacar lo que fundamenta la actual crisis significa atacar lo que permite que los beneficios de las empresas se conviertan en “ahorro inquietante”, músculo de la financiarización de un capitalismo impaciente[8], que promueve como exclusiva herramienta la creación de deuda[9] (el dinero-deuda), pues no puede darse otra, para mantener vivo el sistema basado en el consumo a pesar de la cesura creada.

El endeudamiento fue una medicina vital para salir de la Gran Recesión, pero el abuso del crédito amenaza con inocular el veneno de la próxima crisis
El crédito crea una adicción extrema. Por eso el mayor riesgo es la gran velocidad a la que se ha alcanzado el nivel actual. Más de un tercio de las economías avanzadas, por ejemplo, deben como mínimo el equivalente al 85% del tamaño de su economía, tres veces más en el año 2000. Los gobiernos, al pisar el acelerador del crédito, han sorteado la recesión, pero podrían estar hipotecando el futuro económico de sus países. “Con el tiempo, la deuda deja de estimular la actividad. Cada vez se necesita más acumulación de préstamos para generar un punto porcentual de PIB adicional. El crecimiento impulsado por la deuda puede ser divertido al principio, pero simplemente trae al presente consumo futuro, que luego echaremos de menos”, dice Alfredo Álvarez-Pickman, economista jefe de Key Capital Investment.
Addendum
¿Importa cómo se crea el dinero?
Las hipótesis de trabajo planteadas son indiferentes a cómo los bancos (incluido los bancos centrales y la banca “en la sombra”) crean y destruyen el dinero-deuda, si por el sistema de reserva fraccionaria, por el sistema de préstamo en función de las garantías establecidas en BASILEA III, por mero apunte contable del banco central o por actuaciones “en la sombra”. Siempre que sea a través de un crédito distinto al explicado[10], la creación de dinero, con independencia de la forma legal que lo permita, siempre será necesariamente creando deuda. Como decimos, tanto da que sea banca privada o banca pública, luminosa o sombría, toda creación de dinero no ligada a la realización del excedente sólo puede darse como deuda, y por eso una apropiación del excedente que sólo conlleve la apropiación de su valor, pero no de su materialidad, devendrá necesariamente en la aparición de la deuda como instrumento para cerrar dicha cesura.

En otras palabras: la creación de dinero a través de la creación de deuda es el instrumento usado para financiar, con cargo a la clase asalariada, los beneficios del Capital. De hecho, y para entender mejor el alcance del actual problema de deuda, necesitamos un nuevo bagaje conceptual -del que aquí no disponemos- que permitiera entender/distinguir el dinero como reserva de valor (material físico intercambiable con el resto de las mercaderías) y el dinero-deuda. Y ello es importante pues, aunque nuestro saldo en una cuenta corriente (o en un fondo de inversión) está formado por los dos de forma indistinguible, sería una potente herramienta conceptual para entender la realidad.
¿Puede un Estado “crear” dinero sin “crear” deuda? ¿Qué implicación tendría si tal cosa se diera?
Sí, puede y con diferentes herramientas: a través de servicios, inversiones o incluso con rentas mínimas dinerarias. Cada herramienta con sus peros, ciertamente, pero puede. La implicación es manifiesta y casi indiscutible: significaría una redistribución progresista de las rentas generadas por la sociedad.
La estrategia y las tácticas políticas, sociales y económicas necesarias no son materia del presente texto, pero cabe decir que revertir el actual monto de dinero-deuda no puede hacerse de forma dramática, sino a través de políticas en parte conservadoras (como por ejemplo la llamada “oxidación”, aplicada a los capitales financieros, o la tasa Tobin), aquilatando su puesta en marcha a impedir crisis que hicieran el remedio peor que la enfermedad. Pero como hemos dicho, no es función del presente texto su discusión, ya que nos queremos centrar en poder conocer el fundamento primero de la actual crisis (la cesura provocada por la apropiación del valor de una parte del excedente, pero no de su materialidad), y si éste es condición necesaria y suficiente para sentar la base de la presente crisis.

Creación de dinero con intermediación.
T0: Sea A que tiene oro por valor de Q, Sea B que tiene el bien S que vale Q y sea C que desea adquirir P, pero no dispone de reserva de valor para comprar.
T1: A presta a C oro por valor Q a cambio de un contrato en el que C se compromete a devolver Q(1+r) en determinado tiempo. C compra a B el bien S dándole oro por valor Q.
T2: B tiene oro por valor Q, D tiene el bien T, E desea adquirir P, pero no dispone de reserva de valor para comprar.
T3: B presta a E oro por valor Q a cambio de un contrato en el que E se compromete a devolver Q(1+r) en determinado tiempo. E compra a D el bien S dándole oro por valor Q.
Ahora A y B tienen sendos contratos por los que recibirán en un tiempo determinado Q(1+r) en bienes de reserva de valor; C y E tienen respectivamente los bienes S y T; D tiene oro por valor Q.
T4: En el mismo día que formaliza el contrato, B vende a F por oro por valor Q el contrato del préstamo.
Ahora A y F tienen sendos contratos por los que recibirán en un tiempo determinado Q(1+r) en bienes de reserva de valor (por ejemplo, oro); C y E tienen respectivamente los bienes S y T; D y B tiene cada uno oro por valor Q.
Por mucho que compliquemos este proceso, nunca se creará más dinero que el precio acordado en los contratos, creación que será a futuro y que dependerá de que se pueda crear excedente por al menos el valor del principal más el precio de la operación.
El motivo es obvio: estamos ante una economía de trueque en la cual socialmente, y por convención, se asigna a un bien la capacidad de ser reserva de valor, lo que permite aplicar una relación transitiva que permite establecer el trueque entre dos o más mercancías sin que sea necesario que el intercambio obligue a que todas estén presentes a la vez. Pero sigue siendo una economía de trueque. Como lo siguió siendo, en mayor, o menor medida, mientras existió el patrón oro.
Que ya no estemos en una sociedad de trueque -sea este directo o indirecto- es a su vez condición necesaria para que se dé esa cesura. Y si bien tal vez no sea factible volver a un patrón material como reserva de valor, si es necesario crear un conjunto de regulaciones que permita lo que podría permitir un patrón material como reserva de valor:
“[L]a vuelta a un sistema de referencia fiable, que no depende del rigor moral de sus dirigentes-gestores sino en un respaldo material infalsificable, trazable, medible, auditable, reconocible y reconocido.
Principio de responsabilidad financiera: Es el ahorro procedente del excedente el que da lugar a la inversión que lo convierte en capital. La deuda puede resultar útil pero no puede ser el fundamento del capital. El actual sistema ha invadido con deuda hasta el último rincón de la economía productiva (financiarización).
El precio fijado para el oro en un patrón oro es lo que determina si el sistema será deflacionario o inflacionario. Basta calcular la relación entre el dinero en circulación y la cantidad de oro disponible como respaldo para establecer un precio objetivo adecuado para que no haya presión deflacionista.” (http://bit.ly/2QcwE09, blog sobre “el euro, el dólar y el oro y plata de inversión”)
Aunque aún nos parezca a muchos algo de economía-ficción, es posible que una criptomoneda, soportada por un organismo internacional que actúe como autoridad monetaria mundial, pueda ser la condición de posibilidad para que se dé un patrón pseudo-material como reserva de valor base para unas nuevas regulaciones que impidan -o al menos sean freno para- la aparición de este tipo de crisis.




Anexo 1
Composición de los precios, según Piero Sraffa (Producción de Mercancias por medio de mercancias, en adelante, PMMM, Oikos, 1965).
Sistema productivo tipo:
A1 + B1 + C1 + ... + N1 à A
A2 + B2 + C2 + ... + N2 à B
A3 + B3 + C3 + ... + N3 à C
.../...
An + Bn + Cn + ... + Nn à N [1]

“Mn” donde “M” es el nombre de un input, “Mn” representa la cantidad de ”M” utilizada en la industria que produce “M”; algun “Mn” puede ser 0.
Para que el sistema sea excedentario es necesario que la suma consumida sea menor igual a la producida:
A1 + A2 + A3 + ... + An [menor o igual] A
B1 + B2 + B3 + ... + Bn [menor o igual] B
C1 + C2 + C3 + ... + Cn [menor o igual] C
.../...
N1 + N2 + N3 + ... + Nn [menor o igual] N [2]

Excedente[11]: (A + B + C + ... + N) - (A1 + A2 + A3 + ... + An + B1 + B2 + B3 +  ... + Bn + C1 + C2 + C3 + ... + Cn + .../... + N1 + N2 + N3 + ... + Nn) [3]
Primera consideración, si el sistema no es capaz de reproducir las condiciones iniciales, el sistema entendido bajo un punto de vista global (o sea: un sistema autónomo sin relaciones de importación/exportación con un tercer sistema, o de ciclo cerrado, según la teoría keynesiana) acabará por colapsar.
Sistema productivo tipo con precios:
(A1pa+ B1pb + C1pc + ... + N1pn)(1+r) = Apa
(A2pa+ B2pb + C2pc + ... + N2pn)(1+r) = Bpb
(A3pa+ B3pb + C3pc + ... + N3pn)(1+r) = Cpc
.../...
(Anpa+ Bnpb + Cnpc + ... + Nnpn)(1+r) = Npn [4]
Excedente en termes monetarios: (Apa + Bpb + Cpc + ... + Npn) – ((A1 + A2 + A3 + ... + An)pa + (B1 + B2 + B3 + ... + Bn)pb + (C1 + C2 + C3 + ... + Cn)pc + .../... + (N1 + N2 + N3 + ... + Nn)pn) [5]
Segunda consideración, si entendemos la fuerza del trabajo como un input más con retorno al final del ciclo, su reproducción (y por tanto, la dotación necesaria para tener la misma fuerza al inicio del ciclo siguiente) no puede contemplar sólo las condiciones de supervivencia, sino que debe tener en cuenta la reproducción de las condiciones reales en cuanto a salud, educación y disponibilidad, o sea, aquellas en las que podrá desarrollar idénticas capacidades sin pérdida (capítulo 2, punto 8 del libro PMMM). Dado que el salario real lo podemos subdividir en la parte de “subsistencia” (supervivencia más salud, educación y disponibilidad) y “resto” (capacidad de apropiación del excedente), incluiremos una nueva cantidad, Li, y una nueva variable, wi[12], que representarán la capacidad de consumo no básica del Trabajo (la parte del salario no dedicado a la adquisición de los bienes básicos necesarios para la reproducción de la capacidad de trabajo).
Las ecuaciones pasarán a ser así:
(A1pa+ B1pb + C1pc + ... + N1pn)(1+r) +L1w = Apa
(A2pa+ B2pb + C2pc + ... + N2pn)(1+r) +L2w = Bpb
(A3pa+ B3pb + C3pc + ... + N3pn)(1+r) +L3w = Cpc
.../...
(Anpa+ Bnpb + Cnpc + ... + Nnpn)(1+r) +Lnw = Npn [5]

El valor, en términos monetarios, del excedente [3] dependerá de los precios [5]. Diferentes conjuntos de precios darán diferentes valores monetarios del excedente, haciendo imposible una valoración objetiva del rendimiento del sistema. El motivo viene dado porque en el conjunto de fórmulas [4] hay n ecuaciones independientes y n + 2 incógnitas (los precios de los n inputs y r y w)
Si volvemos al conjunto de ecuaciones [1] y aplicamos un conjunto de multiplicadores en cada línea “qa” a “qn”:
qa(A1 + B1 + C1 + ... + N1) à qaA
qb(A2 + B2 + C2 + ... + N2) à qbB
qc(A3 + B3 + C3 + ... + N3) à qcC
.../...
qn(An + Bn + Cn + ... + Nn) à qnN [1 bis]

tales que permitan que la [2] se convierta en una desigualdad especial, y cumpla la siguiente relación:
(qaA1 + qbA2 + qcA3 + ... + qnAn) / qaA =
= (qaB1 + qbB2 + qcB3 + ... + qnBn) / qbB =
= (qaC1 + qbC2 + qcC3 + ... + qnCn) / qcC =
.../...
= (qaN1 + qbN2 + qcN3 + ... + qnNn) / qnN

y como condición para mantener la misma cantidad global de trabajo[13] añadimos:
qaL1 + qbL2 + qcL3 + ... + qnLn = 1

podremos explicitar una Razón Patrón (R) igual para todas las industrias con independencia de los precios:
(qaA1 + qbA2 + qcA3 + ... + qnAn)(1 + R) = qaA
(qaB1 + qbB2 + qcB3 + ... + qnBn)(1 + R) = qbB
(qaC1 + qbC2 + qcC3 + ... + qnCn)(1 + R) = qcC
.../...
(qaN1 + qbN2 + qcN3 + ... + qnNn)(1 + R) = qnN
qaL1 + qbL2 + qcL3 + ... + qnLn = 1 [6]

El conjunto de ecuaciones [6] esta compuesto por n + 1 ecuaciones con n + 1 variables (los n multiplicadores qi más R), con lo que para cada conjunto determinado de Input/Output, y con independencia de los precios que existan en cada momento, existirá un y solo un conjunto de soluciones que serán solución tanto de los n multiplicadores qi como de R.
En términos de sistema, tenemos que I(1+R ) = O, o sea, que
R = (O - I) / I [7]
 Tenemos ahora, junto con los n precios, tres valores, R, rentabilidad del sistema (fijada al margen de los precios), y r y w -que vienen dados por cada conjunto determinado de precios y por la apropiación del excedente por parte del Trabajo-, que cumplen que r no puede ser mayor que R (rentabilidad del Capital: 0 [menor o igual] r [menor o igual] R) y w puede, como máximo, ser la totalidad del excedente [14].
Pero el conjunto de ecuaciones [5] tiene n ecuaciones y n + 2 incógnitas (los n precios, más r y w). Deberemos ahora reducir el número de incógnitas, y para ello primero sustituimos en [5] las cantidades Ai, Bi,…, L1,…, A,… por el resultado de aplicar los multiplicadores (A’1 = qaA1, A’2 = qbA2, B’1 = qaB1, B’2 = qbB2,…, L’1 = qaL1,… A’ = qaA,…), y obtendremos:
(A’1pa+ B’1pb + C’1pc + ... + N’1pn)(1+r) +L’1w = A’pa
(A’2pa+ B’2pb + C’2pc + ... + N’2pn)(1+r) +L’2w = B’pb
(A’3pa+ B’3pb + C’3pc + ... + N’3pn)(1+r) +L’3w = C’pc
.../...
(A’npa+ B’npb + C’npc + ... + N’npn)(1+r) +L’nw = N’pn [5 bis]

Y la desarrollaremos de forma matricial[15]:
I(1+r) + (O – I)w = O [8], donde

I (input) = matriz cuadrada de las cantidades de entrada
O (output) = matriz diagonal de las cantidades producidas
r = matriz columna, rentabilidad de los beneficios del Capital
w = matriz columna, apropiación (en tanto por uno) del excedente (Excedente = O – I)

de [8] obtenemos:
Ir + I + Ow – Iw = O, de donde
Ir = O – I – Ow + Iw, de donde
r = (O – I – Ow + Iw)/I, que por distributiva
r = (O – I)/I – (O – I)w/I, que aplicando [7] tenemos,
r = R – Rw, o sea,
r = R(1 – w) [9]
donde:
·      r es la renta del capital (en % de beneficio sobre los medios de producción)
·      R es la productividad del sistema económico [(output - input) / input]
·      w es el tanto por uno de apropiación del excedente por parte de la clase asalariada[16] (output - input)

Con esta fórmula, que demuestra que para un R dado (que recordemos está sólo determinado por las cantidades de entrada y salida –ver la ecuación [6]- y es independiente de los precios), si fijamos una de las dos variables r o w, la otra queda fijada, por lo que el conjunto de ecuaciones [5 bis] pasa a tener n ecuaciones con n variables, por lo que tiene solución y depende de los valores que en cada momento tomen la pareja r y w, siendo siempre uno de ellos resultado del otro y viceversa.
Dicho de otra manera, y como resumen de lo anterior, en una sociedad con el modo de producción capitalista los precios dependen de -y explicitan- los diferentes grados de apropiación del excedente por parte de los dos actores, el Capital y el Trabajo.

Corolarios de la ecuación [9].
1) Cuando r es igual a R, el salario recibido por los asalariados es el de subsistencia (entendida esta subsistencia según la consideración segunda antes expresada), salario aportado ex ante y que participa como un input más. En este caso w pasa a ser 0, por lo que será el conjunto de ecuaciones [4] el que represente al modelo del sistema económico[17].
(A1pa+ B1pb + C1pc + ... + N1pn)(1+r) = Apa
(A2pa+ B2pb + C2pc + ... + N2pn)(1+r) = Bpb
(A3pa+ B3pb + C3pc + ... + N3pn)(1+r) = Cpc
.../...
(Anpa+ Bnpb + Cnpc + ... + Nnpn)(1+r) = Npn
2) Cuando r es menor que R, w es mayor que 0 y el conjunto de ecuaciones [4] deja paso al [5] como modelo del sistema económico:
(A1pa+ B1pb + C1pc + ... + N1pn)(1+r) +L1w = Apa
(A2pa+ B2pb + C2pc + ... + N2pn)(1+r) +L2w = Bpb
(A3pa+ B3pb + C3pc + ... + N3pn)(1+r) +L3w = Cpc
.../...
(Anpa+ Bnpb + Cnpc + ... + Nnpn)(1+r) +Lnw = Npn [18]
3) Cuando r / (1-w) es mayor que R, situación que en el modelo no se puede dar sin hacer intervenir al crédito para financiar esta diferencia, estamos ante una descapitalización encubierta del sistema (que acabará produciendo una minoración de la input en un ciclo posterior, ya que acabará no pudiéndolo retribuir), descapitalización que llevará al sistema al colapso, ya sea por atentar al principio económico de no reproducir las condiciones iniciales del Trabajo (verbigracia: España y el ladrillo, que hundió la reproducción del I+D+i, y busca ahora seguir arañando plusvalía a través de hundir, vía la privatización, otros servicios públicos: salud, disponibilidad -políticas regresivas en temas de dependencia, reproducción y cuidado-, acceso a mínimos vitales…), ya sea por atentar, a través de financiarización de las empresas, al mismísimo capital industrial.
4) En un sistema de ciclo cerrado (y nuestro actual sistema económico, en tanto que global, ya lo es) si la suma de valor monetario de r y de w no se dedica, directa o indirectamente (el ahorro para gasto futuro no tiene la consideración de “inquietante”) al gasto o inversión, entonces no todo el producto excedente (ver ecuación [3]) podrá ser adquirido, por lo que, o bien se generará deuda para el consumo del remanente (deuda que deberá ser equivalente en valor monetario al capital ocioso e “inquietante”) o bien se generará una situación de exceso de producción sobrevenida.

Documentos relacionados, fuente del presente anexo:
Libro original completo en inglés de PMMM, disponible en PDF en http://bit.ly/2PcU8Wv.
Parte del libro de PMMM en castellano, disponible en http://bit.ly/2ANPFRC.
Libro “Apuntes de economía política”, de Luigi Spaventa, disponible en http://bit.ly/2SLYWAi.
Artículo “El enfoque de Sraffa”, de Agustí Barceló, disponible en http://bit.ly/2JGoZ86.
Ensayo universitario, a cargo de Sebastián Álvarez (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina), disponible en http://bit.ly/2DnLVbY.



Anexo 2
Elaboración propia con datos estadísticos obtenidos en https://datosmacro.expansion.com/





Zona Euro
 







[1] No vale ahora con nuestros conocimientos hacer leña tachando de tontería o de conspiración algo que, sin duda y como mera descripción, es verdad: si los aristócratas y burgueses se hubieran vuelto de repente ascetas y dejaran de consumir, y siendo que ellos tenían el poder -y también era suya la gente armada-, los siervos y plebeyos no indispensables morirían de hambre. La descripción es correcta, el análisis es correcto. La solución, consumir lujo, ya sabemos que no, aunque eso es harina de otro costal.
[2] Una minoría trabajaba todo el año y el resto de los obreros los meses en los que la agricultura no precisaba mano de obra. Los temporeros -con algunas, aunque pocas, mujeres- trabajaban unos tres meses al año. De esa época, y en concreto en tiempos de Rameses III, se da la primera referencia a una huelga ¿de qué se hubieran alimentado los braceros y labriegos si los poderosos del tiempo de los Faraones no hubieran construido el lujo y boato de sus edificaciones?
[3] Eres un hombre como los demás. Tienes brazos, tienes manos y cabeza. Puedes trabajar, sabes trabajar tan bien como cualquier otro. Sabes soldar como el mejor. Y no tienes trabajo. No encuentras trabajo. No puedes trabajar. Pides, y no hay trabajo, y miles de otros obreros trabajan. Y les pagan y pueden comer. Pero tú, no.”, Campo abierto (1951).
[4] Entendiendo que actualmente el significado de “clase obrera o trabajadora” puede quedar desdibujado por la tremenda complejidad de nuestra sociedad, y en base a lo que hoy y aquí significa y alcanza el salario, avanzamos una propuesta de definición de “clase asalariada”: conjunto de los ciudadanos que dependen directa o indirectamente de un salario -por cuenta ajena, autónomo o cuenta propia- o de las cotizaciones e impuestos a él asociadas, y dedican sus rentas -salario, ganancia, pensión, subsidio o similar- principalmente al consumo y a pagar impuestos para hacer funcionar la parte pública de la producción de bienes básicos; se debe incluir a los que no trabajan, por ser estudiantes, en paro, en autoproducción/autoconsumo, en tareas de cuidado y hogar, jubilados o similares, ya que también son, ni que sea indirectamente, salario-dependientes.
[5] Tanto el ahorro como el préstamo no tienen por qué ser entendidos como ahorro o préstamo existentes o generados dentro de las fronteras donde se produce y se acumula el beneficio: el ahorro de una sociedad puede financiar el consumo de otra. Además, aceptando que los flujos internacionales de bienes, servicios y capitales añaden una complejidad a las hipótesis de trabajo aquí presentadas, es fácil entender que podemos asumir tanto que la Tierra ya puede ser tratada como una sociedad plenamente conectada a efectos económicos y financieros, con lo que ahorros y créditos circulan por ella con plena libertad a los efectos descritos, como que, por lo que hace al objetivo del presente texto, no incluir esa complejidad no le resta capacidad de explicación.
[6] En la línea de lo expuesto por Sraffa, pero acercándolo a nuestros tiempos, entendemos como salario/renta (directo e indirecto -vía servicios basados en impuestos) de reproducción aquél que permite reproducir las condiciones iniciales de la fuerza de trabajo, y que debe retribuir algo más que la pura subsistencia física. Debe retribuir (por lo que debe ser considerado como actual coste de reproducción de la fuerza de trabajo) la educación y la formación de titulados en diversos niveles de conocimiento, la salud y la sanidad, la cultura, la administración y los servicios públicos, así como la seguridad jurídica, de expresión, política, reproductiva o de cuidado.
Necesitamos retribuir todos esos elementos para que, ciclo tras ciclo, la fuerza de trabajo tenga la misma o mejor capacidad de producción –la misma o mejor productividad- que en el inicio del ciclo anterior.
[7] Si estas reflexiones tienen un mínimo interés, será gracias a las herramientas que Sraffa pone a nuestro alcance: sistema patrón, mercancía patrón, razón patrón, salario de subsistencia y salario excedente (variable), participación de los salarios y beneficios en el excedente, trabajo fechado… Y si no tiene interés alguno, Sraffa no tiene ninguna culpa ni responsabilidad: asumimos en su totalidad la negligencia de no haberle entendido correctamente. Ver Anexo 1 para una aproximación al desarrollo de la teoría sraffiana de generación y distribución del excedente.
[8] Capitalismo impaciente” es una conceptualización realizada por Bennett Harrison, según indica Richard Sennett en su libro La cultura del capitalismo (Anagrama, 2006, página 39): “Lo importante era que, para [los inversores], la medida de los resultados estaba en el precio de las acciones y no en los dividendos de la empresa. [Para ello] formaron cuadros [que consiguieran] resultados a corto plazo antes que a largo plazo… Por esta razón [sigue Sennett] mientras que en 1965 los fondos de pensiones norteamericanos mantenían las acciones un promedio de 46 meses, en el año 2000 gran parte de estos inversores institucionales cambio de mano cada 3,8 meses como promedio”.
[9]  Pero no sólo presta a los asalariados o a la administración Pública, también “presta” a su propia empresa: “En un hito de la desregulación societaria y mercantil, se aprobó una nueva forma de “capital y recursos propios” para las sociedades mercantiles: los Préstamos Participativos. Mediante el R.D.7/1996 de 7 de junio, en su artículo 20, se dieron legalidad a los Préstamos participativos, que como su nombre indica son “prestamos retribuidos” y costosos para la empresa que los recibe. La norma equiparó estos préstamos de los socios a las aportaciones del capital privado, al concederlos la calidad de “fondos propios”, esto es equivalente, societaria y mercantilmente a las aportaciones de capital social. Estos préstamos, implican una retribución garantizada, y una costosa forma de capitalizar las empresas, que desde entonces han procedido a sustituir aportaciones de capital, por préstamos en volumen que en algunas empresas, supone hasta entre 5 y 10 veces el Capital Social. Una regulación que el PSOE, ha mantenido con la Ley 16/2997, de 4 de julio. DA3ª) añadiendo meras correcciones contables – ya no son recursos propios, y sí patrimonio neto a efectos concursales – que no corrigen el núcleo del problema: los socios se llevan en forma de intereses lo que no son sino “beneficios disfrazados” de costes financieros.”, “Subcapitalización y despido económico”, Eduardo Gutiérrez, Economista. NUEVATRIBUNA.ES - 15.9.2010, http://bit.ly/2PePhnL.
[10] Sin crear dinero, es dado pensar que una “herramienta financiera, permitirá (con un precio a establecer) que, aunque el comprador no tenga dinero para pagarla, el comprador disponga de la vivienda y el vendedor disponga de todo el dinero. En esta intermediación no se crea dinero: el intermediario recibirá el precio, además del capital prestado, en el futuro y como parte del excedente producido por el comprador: se creará riqueza (y dinero, si esta riqueza se realiza en oro u otro bien material reserva de valor), sí, pero no de la nada, sino de -y en paralelo al- excedente creado.” En este ejemplo lo que ha ido cambiando de manos siempre ha sido algo material (aún en el supuesto de que el material reserva de valor no se haya movido, sino que se haya movido, como al comprar una casa, el documento que dice ser propietario de aquél), y lo que se ha incrementado con el tiempo también ha sido algo material.
[11] A efectos de simplificar las operaciones aritméticas, y sin desvirtuar el modelo, consideraremos que el excedente de la ecuación [3] es igual a 1 (Output – Input = 1), por lo que las rentabilidades se entenderán en tanto por uno.
[12] A efectos de simplificar las operaciones aritméticas, y sin desvirtuar el modelo, consideraremos que Li se da en tanto por uno del total de horas, siendo, entonces, que: L1 + L2 + L3 + ... + Ln = 1, y w expresará en tanto por uno la apropiación del excedente.
[13] ver nota 10.
[14] ver nota 10.
[15] Para un análisis sin matrices matemáticamente más sencillo en su presentación, pero más extenso en su explicación por desarrollarse con ecuaciones de segundo grado, ver el libro "Apuntes de economía política", de Luigi Spaventa, Ariel, 1984, páginas 83 a 104
[16] Ver nota 4.
[17] Es preciso notar que el sistema representado por el conjunto de ecuaciones [4], caso particular de r = R (con w = 0) del caso general de r [menor] R (con w [mayor] 0), es la forma que la teoría clásica presenta como caso general.
[18] Ver notas 10 y 11.

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