Reducir o repartir: cuando la semántica sí importa.
(Hemos añadido al inicio una "Introducción" con el objetivo de ofrecer datos sobre PIB, Salarios y Ocupación que sirvan de base para la defensa de por qué afirmamos que existe una diferencia entre reducir y repartir el tiempo de trabajo. Finalmente hemos corregido y aumentado el punto "0) Reducción vs Reparto." con el mismo objetivo. El resto de puntos permanece igual.)
Introducción
En 2008 el PIB español ascendió a
1.116.207 millones de euros, producido por 20.055.300 personas empleadas, que
utilizaron 141.393.938 horas y cobraron 559.777 millones de euros. En 2016 el PIB español ascendió a
1.113.851 millones de euros, producido por 18.508.100 personas empleadas, que
utilizaron 123.035.187 horas y cobraron 515.447 millones de euros[1].
Si vemos
los datos en una gráfica, nos resultará será más sencilla su comparación:
El PIB de 2016 es prácticamente
igual al de 2008, pero las horas necesarias para producirlo han representado
sólo el 87,2% de las precisadas el
2008 (18,4 millones menos), lo que nos permite afirmar sin ninguna exageración
que ha existido un importante incremento de productividad; el número de
ocupados ha bajado a un 92,4% con
respecto al 2008 (un 7,6% menos el 2016, que representa 1.547.200 empleados
menos, a lo que hay que sumar que el porcentaje de tiempo parcial ha pasado del
12,3% en el 2008 al 15,3% en el 2016[2],
lo que da razón del mayor decremento porcentual del número de horas empleadas);
y, finalmente, en esos 9 años los salarios han bajado en 44.330 millones de
euros, pasando a ser el 92,2% de lo
retribuido en el 2008. Un detalle de una precarización sobrevenida, en términos
de pobreza a pesar de tener empleo, nos la el total de trabajadores que tienen
jornada partida de forma no voluntaria: han pasado de 1,6 millones (2008), que
representaban el 7,8% del total ocupados, a 2,2 millones: el 11,7% del total de ocupados del 2016.
La tasa
de actividad cayó del 60,4% (2008) al 58,9%
(2016), y sigue bajando.
Resumiendo,
produciendo lo mismo, los salarios bajaron su participación del PIB del 50,1%
al 46,3%.[3]
¿Es
razonable esperar que a medio o largo plazo la tendencia cambie?
¿De qué
manera puede afectar las sucesivas olas de informatización, automatización y
robotización a ahondar en esta tendencia?
Paul Zaner Pilzer,
economista best-seller estadounidense y asesor de Reagan, explica que pasa
cuando hay tecnologías disruptoras con alto potencial de productividad con el
ejemplo de la pesca en la isla desierta: imaginemos que 10 náufragos alcanzan
una isla desierta, para alimentarse necesitan, al inicio, dedicar todos
-absolutamente todos- sus esfuerzos a pescar, hasta que, gracias a alguna
temporada especialmente productiva, pueden dedicar parte del tiempo a construir
una barca y una red. A partir de entonces con tan sólo el trabajo de dos se
consigue pesca más que suficiente para alimentar a los 10. Resultado de la
mejora tecnológica: desempleo estructural del 80%. El mismo Zaner, en una
conferencia dictada a la empresa AMWAY, lo expresa con números reales. “En 1930 teníamos en este país una población
de 100 millones de habitantes. treinta millones de esos cien eran agricultores;
es decir; que en 1930 treinta millones de agricultores apenas producían
alimentos para 100 millones de personas. Para 1980; cincuenta años más tarde;
300 mil agricultores trabajan menos tierra y producen más alimentos para 300
millones de personas y exportan más de la mitad de esa comida.” Resultado:
sobran (desde el punto de vista de la política económica de derechas)
trabajadores, por lo que por la ley de la oferta y la demanda (ley ineludible,
según los académicos ortodoxos), estos, cual mera mercancía, salen más baratos,
más precarios y con menos derechos. O sea que o tenemos paro estructural, o tal
y como podemos apreciar hoy en España, la alternativa es que parte del paro se
convierta en empleo más barato, más precario y con menos derechos.
Esto fue
“ayer”, y de alguna manera se trampeó con la industria del consumo y de los
servicios: “En los inicios del presente
siglo, el incipiente sector secundario era capaz de absorber varios de los
millones de campesinos propietarios de granjas desplazadas por la rápida
mecanización de la agricultura. Entre mediados de la década del 50 y principios
de los 80, el sector de servicios fue capaz de volver a emplear a muchos de los
trabajadores de ‘cuello azul’ sustituidos por la automatización” (Jeremy Rifkin, El fin del trabajo, Paidós, Madrid, 1997, p. 59), pero ¿y hoy? ¿qué
nos depara hoy la tecnología con respecto a la ocupación? Pues parece ser que
esa esperanza es vana, pues ocurre que “el
optimista principio de la “destrucción creativa de empleos” no se cumple esta
vez. La pérdida de empleos provocada por la digitalización no encuentra
contrapartida con la creación de otros que equilibrarían la balanza. Ni
siquiera las start up, tan pregonadas como fuentes de empleo, funcionan.” (Gregorio Martín Quetglas, catedrático
de Ciencias de la Computación de la Universidad de Valencia, El País,
06/01/2015).
En el
estudio publicado el año 2008 bajo el título Nuevas tecnologías, nuevos mercados de trabajo, la Fundación SEPI
(Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, Gobierno de España),
afirma en sus conclusiones (páginas 287 y ss) que estamos ante una situación
inédita, ya que “al contrario de otras
revoluciones tecnológicas anteriores, el
empleo del sector [servicios] ha
recibido el principal impacto [negativo] de las nuevas tecnologías, especialmente [y este dato es extraordinariamente
significativo] en actividades y
ocupaciones protegidas de la automatización y de la informatización… La
tendencia que se apunta es que la tecnología tiende a destruir empleos…
considerándose el desempleo tecnológico como una tipología del desempleo
estructural.” Y lo inédito es que, dentro del sector de servicios, ni el
sector tecnológico está libre él mismo de los zarpazos del desempleo
estructural.
¿Qué
estrategia cabe oponer a la pauperización y precarización a que parecemos
abocados?
Establezcamos,
primero, la conclusión y el objetivo:
Conclusión: Cada vez será
necesario menos cantidad de trabajo asalariado para obtener una cuantía igual o
superior de PIB. Y si además consideramos que deberíamos reconducir el actual
nivel de consumismo a zonas más respetuosas con el medio ambiente y con la
sostenibilidad de la Tierra, aún será menor la cantidad de trabajo necesaria.
Objetivo: Tal y como
imaginó Keynes en la famosa conferencia dictada el 10 de junio de 1930 en
Madrid, deberíamos “reducir la jornada laboral a unas tres horas diarias (15 semanales), lo justo para satisfacer lo
que Keynes denominó "el viejo Adán" que llevamos dentro, ya que
acostumbrados a ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente un ocio total
podría ser insoportable para los individuos menos creativos.” (Ignacio Oliveras, Huffington Post,
17/01/2104)
Estrategia: Empoderar a la
ciudadanía para que de forma autónoma y libre pueda negociar con empresarios y
administración cómo trabajar menos horas.
Hasta
aquí, todo claro. Pero (siempre hay un pero)
lo que no está tan claro es la táctica, la concreción de ese empoderamiento. En
este punto dos alternativas se debaten: la que significa repartir el trabajo
que hay, repartiendo también el salario que se da, y la que aboga por reducir
la jornada con cargo a un mejor reparto del PIB (no sólo entre los
trabajadores, sino entre la entera ciudadanía).
Y de esto
va el siguiente texto. De esto y de aclarar qué de diferente hay bajo los
conceptos de Repartir el Tiempo de Trabajo y de Reducir el Tiempo de
Trabajo.
0) Reducción vs Reparto.
Reducir y Repartir no es lo mismo, no significan
lo mismo y tampoco son palabras sinónimas. Puede darse, mejor dicho, se da una
confusión, deliberada o no, involuntaria o no, en su cada vez más frecuente uso
indistinto como si fueran sinónimas. Y no lo son.
Si bien
durante cierto tiempo se utilizaba el acrónimo RTT, que tanto podía significar Repartir el Tiempo de Trabajo como Reducir el Tiempo de Trabajo, ahora la moda última está en
emplear el acrónimo RJL, que sólo, y hago hincapié en el “sólo”, quiere decir Reducción de la Jornada Laboral.
¿Por qué
los que hasta hace bien poco utilizaban la expresión RTT usan ahora RJL? Un
motivo bien podría ser para ocultar bajo una supuesta reducción lo que no es sino un reparto.
Y ¿esto es malo? Es peor que malo, es un tipo de error contra el que hasta “los
propios dioses luchan en vano” (Schiller).
Como se
podrá ver en el texto que sigue, históricamente, y de forma persistente, sólo
se han dado reducciones de la jornada –manteniendo, o incluso incrementando, el
salario– tras importantes luchas de los trabajadores, y luchas no llevadas a
cabo de cualquier manera y en forma de espontáneo movimiento, sino articuladas
a través de organizaciones de clase, también conocidas como sindicatos.
Y ahí
está el intríngulis de la cuestión: reducir
significa mantener el salario trabajando menos horas (pero mantenerlo sin la
trampa de cambiar cotización por salario, pues la cotización ya es salario)
mientras que repartir implica cobrar
menos por trabajar menos horas –menos
horas formalmente: las presiones por alargar los horarios pueden ser
devastadoras y los incrementos de productividad pueden desmantelar cualquier
posible ganancia.
Repartir hoy, digámoslo
definitivamente, es repartir miseria.
Y para reducir sería necesario
primero empoderar a la ciudadanía para que pueda conseguir lo que en años
anteriores costó trabajos y sudores alcanzar.
Pero
además de ser aquél tipo de error que
hasta a los dioses enerva, es un error estratégico: pues ello, repartir el
tiempo de trabajo (o el eufemismo de reducir la jornada laboral reduciendo el
salario; y peor aún si se pasan cotizaciones a salario: convertimos salario
indirecto de uso social en salario directo de uso individual: pan para hoy,
hambre para mañana) como decíamos, ello es lo que quiere la derecha económica:
lo que predica y de facto realiza, y ¿cómo vamos a tener una buena posición
negociadora si ofrecemos como algo a conseguir lo que precisamente quieren?
¿cómo vamos a pedir algo a cambio, si en nuestra cesta de peticiones ponemos lo
que con tanto denuedo la derecha económica busca? Lo dicho: es un tipo de error
contra el que hasta “los propios dioses luchan en vano”.
Aún más:
seguimos apostando por que el salario sea el medio más eficiente, sino el único
medio, para retribuir a la sociedad en su conjunto, y nos ponemos
voluntariamente la venda en los ojos para no ver lo que nos deparará un futuro
nada lejano y lleno de automatización y robótica.
En tercer
lugar, se dice que el reparto (aunque se enmascare de reducción) necesita la RBU (Renta Básica Universal) para
funcionar, y es cierto. Lo que no se dice es que la RBU no, y hacemos hincapié
y enfatizamos ese “no”, no necesita el repartir, pero si puede, en cambio,
ayudar, por el empoderamiento a la ciudadanía que le podemos atribuir, a
plantar cara a favor de una reducción (que no mero reparto) de la jornada
laboral.
Y aún hay
un cuarto punto a tener en cuenta: la mal llamada (pero así llamada con la peor
de las intenciones) economía colaborativa
basada en las TIC: Uber y AirBnB son, al igual que otras menos
conocidas como Chefly o Shipeer, meras empresas intermediarias
que han venido y se han instalado con un único objetivo: aprovecharse de lo que
la crisis nos ha deparado: ganar comisionando su intermediación en base a
salarios de pobreza, precariedad, miedo al futuro, falsos autónomos, inestabilidad…
Cedo la palabra a Joaquín Estefania,
El País, 04/06/2017: “No hay certeza
alguna de que el empleo existente sea sustituido por otro, al menos en la misma
cantidad y en condiciones laborales más o menos idénticas. La aparición de
plataformas tecnológicas mundiales que no producen nada y solo median, hace
factible la duda. […] Estas
plataformas han obtenido ya dos victorias en el terreno del lenguaje. Se
presentan a sí mismas como fruto de la modernidad global y a los oponentes los
tildan de viejos dinosaurios partidarios de los oligopolios, el proteccionismo
y las sociedades cerradas; y segundo, se califican como pertenecientes a una
supuesta "economía colaborativa" en la que parece que los inmensos
beneficios en cuestión no existen o están en un segundo término respecto al
poderoso foco de atención de ‘colaborativo’.”
Y sí,
podemos pensar como inocentes tecnooptimistas que las TIC revolucionarán en
positivo las relaciones sociales y técnicas de producción, y esperar que, de su
mano, las sociedad se organice en una alternativa al capitalismo, o podemos
esperar, que de la mano de las TIC se nos eche encima una nueva ola
desreguladora tal que la de Reagan y Thatcher quede en agua de borrajas.
¿Qué
papel jugará repartir (y tanto da que se le llame ladinamente reducir, ya sabemos que, aunque la mona
se vista de seda…) el tiempo de trabajo en una sociedad automatizada,
robotizada y uberizada? Ni la ciudadanía lo entenderá (entre 2005 y 2016 el
número de personas que, trabajando a jornada parcial, querían trabajar a
jornada completa prácticamente se triplicó, pasando de 720.000 a 2.160.000, por
un motivo totalmente pragmático: necesitaban ganar más (Fuente: INE), ni la
derecha nos lo compensará y ni tan sólo atacaremos la fundamentación de la
crisis, que no es otra que unos beneficios (y tanto da que sean galgos o
podencos los que se llevan la liebre) desbocados que no vuelven a la sociedad
ni en forma de gasto ni en forma de inversión
La clave
está en pensar, como pensaban Keynes (la eutanasia del rentista) y Sraffa (la
distribución del excedente), más en la parte derecha de la ecuación del sistema
económico, aquélla donde se nos muestra al excedente como eje de una nueva
estrategia de política económica y pone el foco en las relaciones sociales y
políticas de su distribución (digámoslo sin ambages: apropiación, o sea, lucha
de clases), que en su izquierda, en la que mandan (y no por ello menos
importante: por eso debemos empoderar a los trabajadores, y ninguna herramienta
mejor que regular al alza sus derechos y los de sus principales instituciones:
los sindicatos), como decíamos, mandan las relaciones técnicas de producción:
automatización, robotización y uberización.
A
aquellos que se les pudiera pasar por alto, no estará de más recordarles que la
derecha económica sí focaliza su estrategia en la parte derecha de la ecuación,
la del excedente: pidiendo bajar impuestos, desregular en general y privatizar
el poco estado del bienestar que tenemos, pues sabe que la parte izquierda de
la ecuación tiene una inercia imparable: la sociedad no aceptará a nadie que
predique el ludismo.
1) Reducir i Repartir no ha sido
históricamente mismo.
La reducción de la jornada, apoderando a
los ciudadanos para poder conseguirlo (potenciando los sindicatos, mejorando
las regulaciones laborales, preparando "a la holandesa" -en el
sentido de lo que dice Van Parij- el camino hacia una RBU, ... ), puede tener,
como efecto colateral deseado, el reparto
del "trabajo necesario". Así lo expone uno de los trabajos que más
apuestan por repartir el trabajo: la vía es reducir la jornada (en otro lugar
de este ensayo se contempla la posibilidad de otras formas de reducir: más
vacaciones, menos jornadas, adelantar la jubilación.).
LA
REDUCCIÓN DEL TIEMPO DE TRABAJO, 1995-2005
José
Ignacio Imaz Bengoetxea […]
3.1.1.
Objetivos de la reducción del tiempo de trabajo
La
perspectiva crítica propone reducir jornada para conseguir tres objetivos:
crear empleo, mejorar la calidad de vida de los trabajadores y transformar la
sociedad.
a) Uno
de los objetivos de la reducción de jornada es el reparto del empleo. Éste es
el objetivo que más se ha citado en la última ofensiva europea a favor de la
reducción de jornada
b) El
segundo objetivo es el de mejorar la calidad de vida de los trabajadores,
reducir el tiempo que invertimos en el trabajo remunerado (empleo) para poder
disponer de cada vez más tiempo para otras actividades no remuneradas.
(La
jornada laboral se ha reducido tras la primera industrialización (mecanización,
máquina de vapor, la aparición de las fábricas...) y tras la segunda
(electricidad, petróleo...), debido a que el desarrollo tecnológico y los
nuevos modos de organización del trabajo lo permitían. Los partidarios del
discurso crítico creen que la revolución tecnológica de finales del siglo XX
(electrónica, informática…) también debería servir para reducir la jornada, en
lugar de limitarse a transformar en dinero todo ese desarrollo tecnológico.
Pero, según parece, esa es precisamente la intención del neoliberalismo.)
c) El
tercer objetivo de la reducción de la jornada es transformar la sociedad. Desde
una óptica crítica radical, el capitalismo liberal es un modelo social a
superar.
«la
eficacia de las medidas gubernamentales y los resultados de la economía
dependen ampliamente de las relaciones entre los empleadores y los trabajadores
y de la índole de las negociaciones colectivas. La reducción del tiempo de
trabajo pone en juego relaciones de fuerza, de carácter sociológico, mucho más
vastas todavía. La esencia del debate sobre la duración del trabajo y el
desempleo es más política que económica. En realidad, lo que está
verdaderamente en juego depende de las relaciones de fuerza entre sindicatos,
dirigentes y grupos políticos» (Cuvillier, 1982). Desde una óptica crítica, lo
que está realmente en juego en el debate sobre la reducción del tiempo de
trabajo es el control de dicho tiempo. No olvidemos que el tiempo es un
elemento fundamental, tanto en el trabajo como en cualquier otro ámbito.
Hablamos, al fin y al cabo, de una lucha de poder entre diferentes grupos
sociales: «la reducción de la jornada de trabajo resulta la estrategia que más
oposición encuentra por parte de las empresas, puesto que la jornada de
trabajo, además de cumplir otras funciones (producción de plusvalía) ha sido y
es utilizada, como medio para disciplinar a la clase obrera; de tal modo, que
una estrategia que pretenda romper la intensidad del control que la jornada de
trabajo permite no va a recibir sus bendiciones de aquellos que verían
disminuido su poder: los empresarios » (Medina, 1999: 478).
2) Históricamente la lucha ha sido para
reducir (y por tanto, manteniendo los sueldos) y no para repartir.
Es importante fijarse en la
palabra "lucha", ya que
eso, la lucha de los asalariados, y no un razonamiento racional de los actores
participantes (políticos de derecha y trabajadores), ha sido el fundamento de
las diferentes oleadas de reducciones de jornada. En el siguiente texto, de la
historiadora de la UAB de Derecho Público y Ciencias Histórico-jurídicas de la
UAB, María Jesús Espuny Tomás, he resaltado en negrita aspectos que, en nuestra
opinión, merecen una especial consideración. Como excepción a esto, tenemos el
Tratado de Versalles, de 1919, que, en su artículo 427, pide “la adopción de la jornada de ocho horas o de
la semana de cuarenta y ocho como objetivo a lograr, donde no estuviere
establecida”.
LA
JORNADA LABORAL: PERSPECTIVA HISTÓRICA Y VALORACIÓN JURÍDICA
María
Jesús Espuny Tomás
1.
INTERVENCIONISMO Y TIEMPO DE TRABAJO: LA COMISIÓN DE REFORMAS SOCIALES
El 18 de
agosto de 1873 el diputado catalán Antonio Carné defiende ante las Cortes
Constituyentes de la República española una proposición de ley que fija “las horas de trabajo en las fábricas de
vapor y talleres. Los puntos en los que se basa su defensa estarán presentes en
la mayoría de las normas y proyectos encaminados a la reducción de la jornada
de trabajo: a) se trata de una reforma humanitaria que no compromete los costes
de la producción española en sus relaciones nacionales o internacionales,
porque los países con los cuales puede España competir en el mercado se han
adelantado en la regulación y el coste
que pudo suponer reducir la jornada sin reducir los salarios [la negrita es nuestra] ya lo han repercutido
anteriormente sobre los productos; b) conviene a nivel nacional unificar las
reducciones de jornada para evitar competencias desleales en España; c)
necesidad de contentar a la clase obrera; d) necesaria acción contra la
explotación del obrero que sufría un alto índice de morbilidad y mortalidad”.
[…]
Reformas
Sociales, Tomo III, Información oral y escrita..., cit., p. 271, en las
informaciones orales celebradas en Onteniente durante el mes de octubre de 1884
sorprende la afirmación general en los oficios encuestados de que jamás la
discusión de las horas de trabajo ha sido motivo de discordia entre
capitalistas y obreros; p. 266 y que -este
punto fue motivo de diferencias entre capitalistas y obreros y que se dirimieron
o resolvieron trabajando media hora menos y ganando el mismo jornal [la negrita es nuestra].; Tomo V,
Información oral y escrita...,
[…]
El
Instituto de Reformas Sociales contempla la jornada de ocho horas para todas
las actividades, salvo las excepciones que legalmente se determinen, en el
primer proyecto sobre la Ley de Contrato de Trabajo aprobado por el Pleno con
fecha 11 de mayo de 1905. Al margen de la regulación de la jornada para los
trabajadores. de la Administración pública y la de las mujeres y niños, el
primer sector en que se implanta la jornada máxima es en 1910 en la minería.
Posteriormente el Instituto de Reformas Sociales intervendrá y actuará en los
problemas relacionados con la jornada máxima de la industria textil, tanto en
la delimitación del sector a que afecta como en vigilar el cumplimiento de las
disposiciones reforzando los medios de la Inspección de Trabajo
[…]
A partir
de 1912 empiezan a darse una serie de reformas legislativas parciales o
sectoriales que finalizan en el Real Decreto de 3 de abril de 1919, íntimamente ligado a la huelga de «La
Canadiense» de Barcelona [la negrita es nuestra] y que se anticipa en meses a los acuerdos de la O.I.T. sobre
el tema-'9 . Se trata de un reglamento motivado por la urgencia de la situación
social que no podía esperar a una tramitación reglamentaria y es el punto de
partida para una serie de excepciones o matizaciones de la norma general que
permitirán delimitar en toda su extensión este aspecto tan crucial del contrato
de trabajo30 El Real Decreto de 3 de abril de 1919 ha sido llamado «de las ocho
horas y las ocho firmas»
[…]
El
problema de la reducción de la jornada de trabajo, exigía, por su propia
naturaleza, un planteamiento único en el plano internacional en que fuera
posible hallar una solución eficaz. Las reducciones singulares de jornada, o
han de ser modestísimas en cuantía horaria y extensión de su aplicación, o
ponen en peligro la economía del país que las establece por su propia cuenta y
sin tener en consideración las que rigen en países de desarrollo industrial
semejante. La ocasión para intentar dar a este problema una solución
internacional se presentó al finalizar la Guerra europea y reunirse la
Conferencia de las potencias aliadas y asociadas en París para preparar los
tratados de paz que habían de imponerse a las naciones vencidas. Uno de los
órganos de esta Conferencia fue la denominada Comisión de legislación de
trabajo que presidió el norteamericano Samuel Gompers. En el seno de esta
comisión se preparó a la vez que la futura Organización Internacional de
Trabajo, una declaración de principios Labors Bill of Rights que se propuso en
la sesión plenaria de la Conferencia de la Paz de 28 de abril de 1919 y que
después de discutida y enmendada se incorporó a los tratados de paz.
Corresponde al Tratado de Versalles de
28 de junio de 1919 en cuyo artículo 427 consta entre los principios que las
altas partes contratantes consideran de una importancia particular y urgente “la adopción de la jornada de ocho horas o de
la semana de cuarenta y ocho como objetivo a lograr, donde no estuviere
establecida” [la negrita es nuestra].
[…]
APUNTE
FINAL
La
evolución de la jornada laboral se mueve, a mi entender, entre dos parámetros.
En sus inicios en mayo de 1890 se reivindicaba la jornada de ocho horas con la
necesidad de ocho horas para el trabajo, ocho para el descanso y ocho para la
cultura e instrucción. La petición de reducir la jornada va precedida, en
algunos casos de conflictos laborales que provocan la aprobación de la legislación
correspondiente. El paradigma cambia en el momento en que se pide una reducción
de la jornada de trabajo en función del alto índice de paro y la posibilidad de
que trabajando menos, trabajaremos todos. Diferentes estrategias han situado el
discurso en estos últimos años, algunas ya utilizadas históricamente como la
supresión de las horas extraordinarias, que configuran la validez de la
reflexión desde todos los ámbitos académicos.
María
Jesús Espuny Tomás
Profesora
Titular de E.U. de Historia del Derecho y de las Instituciones.
Universidad
Autónoma de Barcelona • Mariajesus.Espuny@uab.es
3) Peligros de la reducción de jornada a
través de la reforma política
Cuando la
reducción de jornada (y aunque se llame así, en la cabeza de los legisladores
está el concepto de "repartir el trabajo necesario para que el sistema
funcione") se hace por ley sin el apoyo activo de los asalariados, ésta
pasa a ser una especie de paro encubierto.
Reforma
del 2007:
5.
Actuaciones para fomentar el uso de la
reducción de jornada como instrumento de ajuste temporal de empleo [la negrita es nuestra].
5.1.
Modificaciones normativas de carácter permanente
-- Hacer
visible en la legislación EREs basados en la reducción de jornada (cambiar art.
47 ET): disminución temporal del tiempo de trabajo computada sobre la base de
la jornada diaria, mensual o anual.
-- Los
umbrales mínimos de personal afectado del art. 51 ET (extinción de contratos)
no serán aplicables en supuestos de suspensión temporal o reducción de jornada.
--
Cambios en la legislación en materia de protección por desempleo: a) se
establecerá un límite mínimo, inferior al actual, y un límite máximo para la
reducción de jornada que da lugar al desempleo parcial; b) se buscará que el
cómputo del periodo de prestación consumido en caso de desempleo parcial sea
equivalente al porcentaje de jornada efectivamente compensado por la prestación
y no un día completo como en la actualidad; c) unido a lo anterior, a efectos
de la generación de un nuevo periodo de prestación de desempleo se computaría
tan solo el porcentaje de jornada efectivamente cotizado por la empresa.
4) La reducción de la jornada en
Inglaterra, Europa y el resto del mundo.
No fue
sino a finales del siglo XIX (1874), y después de decenios de años de lucha
obrera, que la jornada de diez horas, que fue incluida en la Ley de Fábricas de
1847 sólo para mujeres y hombres menores de 18 años, se aplicara a la
generalidad de los obreros.
“Después
de una lucha de treinta años, sostenida con una tenacidad admirable, la clase
obrera inglesa, aprovechándose de una disidencia momentánea entre los señores
de la tierra y los señores del dinero, consiguió arrancar la ley de la jornada
de diez horas (la clase obrera de
Inglaterra sostuvo la lucha por la reducción legislativa de la jornada laboral
a 10 horas desde fines del siglo XVIII. Desde comienzos de los años 30 del
siglo XIX, esta lucha se extendió a las grandes masas del proletariado).
Las inmensas ventajas físicas, morales e intelectuales que esta ley proporcionó
a los obreros fabriles, señaladas en las memorias semestrales de los
inspectores del trabajo, son ahora reconocidas en todas partes. La mayoría de
los gobiernos continentales tuvo que aceptar la ley inglesa del trabajo bajo
una forma más o menos modificada” Manifiesto
Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores, Octubre de
1864, Karl Marx. http://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/1864fait.htm.
La lucha
del mundo del trabajo por la jornada laboral de 8 horas se ha alargado hasta
bien entrado el S XX. Hasta el final de la primera Guerra Mundial la jornada
media tenía 12 horas, con el agravante de que era un límite no muy respetado.
En la posguerra la presión de las organizaciones de trabajadores impulsó el
proceso hacia la jornada de ocho horas.
La
creación de la OIT, y la confección de la Labores Bill of Rights, permitió
impulsar la legislación de ocho horas por día o 48 semanal, limitación de la
jornada que se convirtió poco a poco y de forma progresiva en algunas
ocupaciones o ramas de la industria, hasta hacerse realidad en la mayoría de
los Estados.
Aunque la
duración del trabajo es un tema fundamental en las relaciones laborales, el
ritmo de ratificación de los Convenios núm. 1 y 30 deja mucho que desear. A 1º
de septiembre de 2004, el Convenio núm. 1 está ratificado sólo por 52 Estados
miembros, registrándose la última ratificación el 14 de junio de 1988; y el
Convenio núm. 30 fue ratificado sólo por 30 Estados miembros; siendo la
ratificación más reciente de fecha 12 de junio 1985.
Con todo,
ya pesar de que el mundo del trabajo ha logrado importantes avances en la
legislación de la jornada, el Capital siempre ha sido precavido y ha lanzado
contraofensivas basadas, usualmente, en cumplir parcialmente, o directamente
incumplir, los acuerdos allí donde éstos han sido firmados. En los países donde
no han sido refrendados, no hace falta decir nada más.
5) Reducción de jornada y su impacto en
los salarios.
EUA, 8
horas: 1886, En el resto del mundo, se inicia el proceso en 1889
En
España, implantación de las 8 horas: funcionarios, mujeres y niños 1905;
minería, 1910; resto, 1919. (desglose por sectores en la siguiente imagen)
Beneficios
de las empresas españolas entre 1880 y 1980
“En Europa, algunos países ya tenían la
jornada de 8 h. antes que España, tal es el caso de: la República Checoslovaca
(12 de diciembre de 1918); Dinamarca (12 de febrero de 1919); Finlandia (27 de
noviembre de 1917); Luxemburgo (14 de diciembre de 1918); Polonia (23 de
noviembre de 1918); Rusia (19 de noviembre de 1917). España, por el contrario,
se adelanta a países como: Suiza (27 de junio de 1919); Suecia (22 de junio de
1922); Portugal (10 de mayo de 1919); Noruega (11 de julio de1 1919); Holanda
(20 de mayo de 1922); Francia (23 de abril de 1919); Bélgica (14 de junio de 1921);
Austria (17 de diciembre de 1919)”
S. ZURITA HINOJAL - Seminario de Humanidades Agustín Millares Carlo (http://mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/bolmc/id/276)

Seguramente los incrementos de productividad lo
explican:
6) La productividad como base de la
aparición de un alto desempleo estructural
La
productividad, fruto de los procesos de mecanización, automatización e
informatización, genera en esta sociedad, y en todos los sectores, un
paro estructural que se mantiene a lo largo
del tiempo y que no puede ser absorbido ni por el sector servicios ni por los
puestos de trabajo de la esfera autónoma (o economía social).
Las
medidas de flexibilización laboral no sólo no resuelven el problema, ya que no
se trata de una inadecuación de la oferta laboral a las demandas empresariales,
sino del menor requerimiento de puestos de trabajo en el sistema productivo que
los incrementos de productividad, por razones tecnológicas y organizativas,
genera. Es un desempleo estructural global, tanto en el sentido espacial como
por su afectación a todos los sectores, que no podrá reaccionar ante medidas
exclusivamente económicas.
Los
planes de reducción de las horas de trabajo, que se consideran sumamente
eficaces en períodos de crisis ya que aminoran el paro, tienen como grave
peligro la pauperización de los trabajadores y, en ocultar el verdadero motivo,
el encubrimiento del paro real imponiendo un paro parcial. En Alemania, por
ejemplo, durante la crisis económica de 2008-2014 o Gran recesión, la
estabilidad del empleo se ha conseguido en buena medida gracias a los ajustes
en las horas de trabajo (todo hay que decirlo, gracias al diálogo social) y
como una de las medidas para proteger tanto el empleo -aunque sea parcial, y
que comporta un sueldo también parcial- como la productividad (los beneficios)
de las empresas.
Luchar
para redistribuir la productividad alcanzada en los últimos 40/50 años es
luchar por la mejora de las condiciones de trabajo. Mejora que, como
consecuencia de las históricas luchas sociales del movimiento obrero y del
movimiento sindical, que, entre otras demandas, siempre han reivindicado una
disminución del tiempo de trabajo, tendría el objetivo de redistribuir los
beneficios (crecimiento de la renta nacional) provenientes del crecimiento
económico y la productividad. Que hoy los beneficios de la productividad se
trague el Capital Financiero, gracias a la financiarización inducida por el
Gran Capital Industrial para actualizar la potencia de sus beneficios, no quita
un ápice a esta reivindicación: uno de los sistemas de distribución primaria
del excedente es trabajar menos (con el efecto de no producir más) y ganar el
mismo. La base para mejorar la distribución primaria es apoderarse a la
ciudadanía con herramientas ya expuestas en el presente texto: potenciando los
sindicatos, mejorando las regulaciones laborales, preparando "a la
holandesa" -en el sentido de lo que dice Van Parij- el camino hacia una
RBU, ...
7) Keynes (parcialmente basado en diferentes artículos de la web)
Durante
los comienzos de la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado, cuando
cundía la incertidumbre sobre el futuro del capitalismo, John Maynard Keynes
publicó un optimista ensayo titulado “Las posibilidades económicas para
nuestros nietos” (ver texto completo en www.econ.yale.edu/smith/econ116a/keynes1.pdf).
Considerando un horizonte de 100 años que terminaría en 2030, el gran
economista estimó que en ese lapso los países desarrollados resolverían los
problemas básicos de la subsistencia y que entonces sería posible disfrutar los
auténticos placeres de la vida. Ello sería el resultado de un sostenido
crecimiento económico, el cual estaría acompañado por una reducción sustancial
del tiempo dedicado al trabajo.
Con
respecto al crecimiento, Keynes predijo que el ingreso per cápita aumentaría
entre cuatro y ocho veces con respecto a 1930, lo cual equivale a un
crecimiento anual constante, a lo largo de los 100 años, entre 1,4 y 2,1 por
ciento. Dado que los actuales especialistas del crecimiento económico
consideran estas cifras como esencialmente correctas, es del caso registrar dos
hechos sorprendentes: para Keynes la gran crisis sería pasajera (“Estamos
sufriendo… los dolorosos reajustes entre un período económico y otro”, dijo) y,
anticipándose a desarrollos posteriores de la teoría económica del crecimiento
en el largo plazo, apreció apropiadamente las consecuencias de la acumulación
de capital y del cambio tecnológico (“En unos pocos años… seremos capaces de
realizar todas las operaciones de agricultura, minería y manufactura con la
cuarta parte del esfuerzo humano a que estamos acostumbrados”, escribió
también).
La otra
predicción central de Keynes, la reducción del trabajo semanal a 15 horas una
vez resueltas las necesidades materiales, está muy lejos de cumplirse. Pudo en
él influir el descenso de 30% en las horas trabajadas que experimentaron los
países desarrollados en los 60 años anteriores a 1930, pero es imposible saber
qué supuestos empleó para llegar a una reducción de dos tercios en la jornada
de trabajo. En Estados Unidos, el número de horas de trabajo ha permanecido en
gran medida estacionario por décadas y es un 30% más alto que en Europa. En
Francia, la semana de 35 horas de trabajo se estableció en 1998. ¿Cómo explicar
el grave error de dicha predicción?
Keynes
consideraba el dinero como un medio para la buena vida, y afirmaba que el amor
por el mismo era repugnante y manifestaba una propensión casi patológica.
También pensaba que los seres humanos alcanzarían un límite en sus aspiraciones
materiales, es decir, que no serían insaciables, pero la realidad actual es muy
distinta. De una parte, la codicia no parece tener límites, tal como lo ha
puesto de presente la crisis económica y financiera que se inició en 2008; y de
la otra, el consumismo como sello de nuestro tiempo tampoco parece tenerlos.
Habría que agregar que Keynes no tuvo en
cuenta la distribución del ingreso y de la riqueza, a pesar de que en los años
treinta el coeficiente Gini del Reino Unido se encontraba entre 0,4 y 0,5. La
hoy creciente brecha entre ricos y trabajadores lleva a que estos tengan que
trabajar más si quieren conservar su nivel de vida y con mucha frecuencia
aquellos quieren trabajar más para conseguir más.
David
Anisi señala en su libro Creadores de escasez que ya Keynes en 1936 asociaba la
gestión de la demanda (crisis de demanda - sobreproducción - subconsumo) con el
mantenimiento del pleno empleo y como la presión demográfica requería aumento
de la demanda y aumento de la producción para el mantenimiento del pleno
empleo. Sin embargo, indica Anisi, no supo ver que el problema del empleo no
solamente estaba asociado a la demanda sino también al aumento de la
productividad que requería inevitablemente una disminución real del tiempo de
trabajo, si se quiere mantener el pleno empleo, junto con el mantenimiento del salario, si se quiere mantener la demanda. Cuando esta disminución del
tiempo de trabajo no se produce se genera un desempleo estructural sin solución
que se convierte en desempleo cíclico precursor, por la bajada absoluta de salarios asociada, de una crisis económica.
Rafael
Granero Chulbi
Octubre
2014/Junio de 2017
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[1] Fuente:
[2] Y dentro de éste, el involuntario paso del
63,8% en 2008 (1,57 millones de empleados del total de 2,46 a jornada parcial)
al 76,2% (2,16 millones, de un total de 2,83 millones, que por razones diversas
preferirían jornada completa, fuente INE “Ocupados
a tiempo parcial por motivo de la jornada parcial, sexo y grupo de edad”.
[3] Unos datos similares fueron presentados por
la revista CincoDías (El País) el pasado 14 de noviembre de 2016:
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