02 marzo 2011

Visto y leído: Ajamí

Al final no sabes si los directores (uno judío, Yaron Shani, otro palestino, Scandia Copti) te han llevado al huerto o, por el contrario, te han ayudado a "caer de la higuera".

No sabes si es un relato gomorrense o, por el contrario, es patricia-highsmithiense. Si es posmoderno al estilo de Pulp Fiction o visionariamente apocalíptico al estilo de Cidade de Deus.

No sabes si el hecho de que los actores fueran aficionados, al estilo del primer neorrealismo, da frescura (también en el sentido de utilizar la técnica pictórica del fresco) o permite esconder mejor la demagogia de un discurso dirigido (lo que se dice pedantmente producir diégesis: provocar la suspensión de la incredulidad en el viaje inmóvil que hacemos en la sala del cine o desde el salón de casa).

En todo caso, vale la pena esforzarse en hacer dos visionados, uno para la crítica (cinéfila) y otro para la crítica (socio-política).

El siguiente texto es una inseparable mezcla de las dos visiones críticas.

Dos tesis transitan por el argumento (no os preocupéis, no diré nada que pueda desvelarlo). La primera podría decir "en un ambiente de falta de libertad mandan más los malentendidos (a veces, intencionados) que la información veraz", la segunda, "la falta de libertad criminaliza, pero criminaliza a todos y pagan los más débiles sin importar a qué bando pertenezcan ".

Yaron Shani, " Quiero que la gente salga aturdida por mi filme": “Ahora mismo parece que vivimos una situación desesperada. Hoy en día, siendo realista, parece imposible encontrar una solución que funcione. Pero a la vez creo en el ser humano, he visto a judíos y musulmanes cambiar de opinión cuando conocían a sus "enemigos". Soy optimista, porque si no lo fuera... ¿qué haría aquí?

Gomorra, Cidade de Deus... también Vals Im Bashir (Ari Folman, animación y cómic) o Persépolis (Vincent Paronnaud y Marjane Satrapi, autora del cómic).

Está bien, al comparar Ajami con estas películas (todas de inexcusable visionado) ya muestro lo que pienso: una muy, muy, pero que muy buena película, sino fuera porque...

A favor tiene que es un fresco de una parte muy concreta -y a la vez, representativa de la tragedia- de la sociedad israelí: la del barrio de Ajami, en la ciudad de Jaffa, un mundo mezclado, pero no mestizo, enquistado en la ciudad de Tel-Aviv. Un fresco hecho sin contemplaciones (¿pasará a ser un clásico la escena de la negociación entre beduinos y palestinos para poner precio a una venganza?), donde cada vez que el espectador quiere tomar partido, los directores le escamotean el sujeto social o político digno de ese tomar partido.

A favor tiene un pulso trágico, que no ves pero intuyes, que mantiene el argumento con un ritmo que no depende de la toma escénica o del lenguaje fílmico, sino de la tensión que sabes escondida bajo una capa de realidad por muy apaciguada que ésta pueda estar (re) presentada.

Como en toda tragedia, un cierto mecanicismo mueve a los personajes hacia un final inexorable, pero es un mecanicismo lleno de decisiones, y por eso no es determinista. Optar por hacer esto o lo otro mueve el centro de la responsabilidad desde un supuesto sujeto histórico colectivo a un concreto sujeto individual y historizado, de ahí que cada vez que nos dan ganas de tomar partido por compasión, no podemos hacerlo al no poder aceptar ciertas decisiones.

En contra, demasiado interés en no dejar ningún fleco sin explicación, y aquí cae en un problema: demasiada explicación provoca siempre un cierto determinismo, trampa en el que puede parecer que cae la línea argumental: la necesidad de decir el por qué de todo aleja esta película de Gomorra y le acerca a una policíaca: donde hay explicación, no hay sentido. Para ver un sentido, es necesario que no todo tenga explicación.

Con todo, repito, es una película imprescindible: nos quedamos con el fresco y no nos costará aceptar que, en situaciones límites, seguramente es cierto que todo tiene demasiada explicación y poco sentido . Si no, qué sentido tiene que sigan en guerra?